En un mundo de grandes velocidades y poco tiempo, en el que ir de bólido está a la orden del día en cualquier familia con hijos, encontrar momentos para jugar con los niños suele pasar al último lugar. Muchas veces priorizamos las tareas domésticas u otros asuntos antes que dedicar quince minutos al día a sentarnos en el suelo y jugar con nuestros hijos. Pero, ¿para qué sirve jugar con los niños?
El aspecto más importante es que probablemente se trata de la manera más directa de entrar en relación con ellos. Siempre les pedimos, o exigimos, que se adapten al mundo de los adultos (se tienen que vestir solos, deben comer solos, tienen que ir al colegio y aguantar sentados, escuchando, sin hablar, tienen que hacer las tareas, deben ordenar la habitación,...).Entonces, jugar con ellos es el camino inverso, nosotros nos adaptamos un rato al mundo de los niños. Y esto tan simple aporta tantos beneficios:Por una parte, potenciamos su desarrollo intelectual, como muchos estudios han puesto de manifiesto, ayudando a que puedan ir adquiriendo más fácilmente sus aprendizajes básicos. Por otra parte, y sin duda más importante, permite que conectamos emocionalmente con ellos, cubriendo así una de sus necesidades psicológicas más primarias; disfrutar de presencia y disponibilidad plena de papá y mamáDe hecho, el juego ayuda a crear un vínculo afectivo con los padres que durará toda la vida. Piensa un momento en ti, ¿tienes recuerdos de cómo tu madre o tu padre jugaban contigo? ¿Momentos en los que tú llevabas la iniciativa y ellos se metían en tu mundo de fantasía? ¿Qué emoción te despiertan su presencia, o su ausencia? Yo no tengo estos recuerdos, la situación y las preocupaciones en casa no eran de lo más propicias, pero me gustaría mucho tenerlos.Sin embargo puedes decirme, “pero yo juego con mis hijos”… Entonces ¿cómo podemos saber si lo hacemos bien?
Simplemente debemos observar al niño y comprobar ¿está fascinado o está aburrido? Si está aburrido podemos entender que no miramos al niño real, sino probablemente a nuestro niño interior. O bien que no tenemos la capacidad emocional de permanecer presentes en su mundo, probablemente porque nuestros padres no nos ofrecieron este tipo de presencia.Y está claro que uno no puede dar lo que no ha recibido, o al menos nos cuesta mucho más esfuerzo.En estos casos nos conviene buscar actividades, lugares o espacios educativos y lúdicos donde nos puedan echar una mano para aprender a conectar con nuestros hijos.Lo cierto es que hay muchas propuestas de actividades familiares en el mercado que nos pueden servir, cada vez más, afortunadamente. La última que he descubierto, por ejemplo, son los kits de actividades creativas que ofrece la empresa catalana Didongo.Este grupo de mamás y papás emprendedores, mandan directamente a tu casa un kit de manualidades con todo lo necesario para realizar una actividad con los niños, todo pensado para hacer en familia.
Son fantásticos. Sunflower, Chicosolitario y yo los hemos probado hace poco y hemos disfrutado mucho con su propuesta de construir un teatrillo y luego interpretar un cuento. ¡Además de sirenas! No sé cuántas veces he jugado ya con ella a convertirnos en sirena este verano, imposible llevar la cuenta…
Sinceramente considero que sus propuestas son muy interesantes y están muy bien pensadas y elaboradas. Y en todos los kits hay un gran potencial de aprendizaje incluido.En este caso, hemos aprendido conceptos básicos de mecánica, puesto que las olas y el telón son móviles. Y nunca habíamos trabajado la plastilina de esta manera para crear personajes.
Nos ha parecido muy pero que muy recomendable. ¡Gracias Didongo!Así que, no tienes excusa, juega con ellos.<<Los niños necesitan tiempo y espacio para jugar. Jugar no es un lujo, es una necesidad – Kay R. Jamison>> (Y yo añado: pero no solos, también con sus papás…)
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