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La importancia de la cubierta

Publicado el 21 junio 2013 por Rusta @RustaDevoradora
La importancia de la cubierta Si hace unas semanas os hablaba de cubiertas poco adecuadas para el contenido del libro, hoy me centro en las cubiertas que se pueden tachar directamente de feas, porque el montaje está mal hecho o resulta poco atractivo para la mayoría del público. Aunque todos nos jactamos de no ser superficiales, es innegable que se nos van los ojos cuando vemos una cubierta bonita: una buena imagen atrae y hasta hay gente que deja de leer un libro porque no está dispuesta a comprar una novela cuya portada no le convence. La apariencia de un libro es lo primero que nos entra por los ojos y, por lo tanto, un factor determinante a la hora de provocarnos ganas de saber más de él, de modo que no se puede restar importancia a esta parte del proceso de edición. 
En primer lugar, se debe elegir una imagen acorde con el contenido, que sea atractiva para llamar la atención de un gran número de personas (porque no, no todo depende de los gustos. Hay criterios para valorar la calidad del arte y, en cualquier caso, para muchas algunas cosas somos una masa gregaria, así que no es tan difícil adivinar lo que queremos). Además, se debe cuidar la contracubierta y emplear un tipo de letra legible teniendo en cuenta el color del fondo (esto se ve sobre todo en editoriales pequeñas que tal vez eligen una buena imagen, pero se equivocan con la tipografía). En la imagen os muestro algunos ejemplos de lo que para mí son buenas y malas cubiertas (las he elegido de géneros variados expresamente): Buenas (de izquierda a derecha): El mes más cruel, de Pilar Adón (Impedimenta); El puente invisible, de Julie Orringer (Lumen); Una canción casi olvidada, de Katherine Webb (Lumen); La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu (Mondadori); y El silencio de las palabras, de Jean Kwok (Maeva). Malas (de izquierda a derecha): Laila Winter y las Arenas de Solarïe, de Bárbara G. Rivero (Almuzara); Flores en la sangre, de Gay Courter (Nabla); Promise, de Wendy Wunder (La Galera); Las eternas, de Victoria Álvarez (Versátil); y El último chef chino, de Nicole Mones (Nabla). Los motivos por los que una cubierta puede ser mala son diversos:
  • El montaje está mal hecho y es tan poco sutil que incluso las personas que no entienden del tema lo notan. El caso del primer tomo de la saga Laila Winter, que en su momento causó una oleada de críticas en la red (aunque parece que los libros no están nada mal). También el de Las eternas (y de gran parte de las cubiertas de la editorial Versátil, en mi opinión, con ese empeño de pegar la foto de una modelo sobre un fondo sin conseguir que realmente lleguen a fundirse en una sola imagen).
  • La imagen de la cubierta no va acorde con el argumento. Esto ocurre con Promise: esa cubierta de alegre colorido sugiere una comedia romántica y, sin embargo, se trata de la historia de una adolescente enferma. Además, a mi parecer cae en lo hortera; es un libro que me daría vergüenza leer en el bus. Algo parecido pasa con Las eternas, y aquí el error es doble, porque el diseño se aleja completamente del de la primera novela de la autora, Hojas de dedalera. Al ponerle esa cubierta tan típica del romance paranormal se reducen las posibilidades de que el lector de narrativa ambientada en otras épocas que leyó su primer libro se interese también por este.
  • La letra no es la adecuada, porque no se lee bien o porque tiene demasiadas filigranas. Sucede en Las eternas, cuyas citas y argumentos no se leen con suficiente claridad por culpa del fondo. Es un problema menos evidente que la imagen delantera, pero estos detalles marcan la diferencia entre un buen diseño y uno mediocre. La del título de El último chef chino tampoco está muy lograda: demasiado grande, se lleva todo el protagonismo de la cubierta sin emplear un tipo de letra que convenza.
  • Cubiertas sosas que dicen poco o nada del contenido, como Flores en la sangre, que, tratándose de la historia de una mujer en la India, habría quedado mucho mejor con una cubierta del estilo de una landscape novel (cuando se publicó este género aún era popular, pero las imágenes de una mujer con un paisaje de fondo han existido siempre). Otro ejemplo es El último chef chino. Fijaos en la cubierta que tiene justo encima: muestra el mismo objeto, pero el diseño de Maeva es mucho más bonito.
Para hablar de los motivos por los que una cubierta es buena no me atrevo a hacer ninguna lista, pero creo que cuando estamos ante un buen diseño lo notamos, incluso aunque sea de un tipo de libro que no nos interesa. Por otro lado, me gustan las editoriales que apuestan por un diseño propio que identifica rápidamente los libros, como los marcos en tonos pastel de Salamandra, la exquisitez de los fondos blancos de Impedimenta, los grises de la colección de narrativa de Errata naturae y los colores vivos de Libros del Asteroide. Tienen diseños más acertados que otros, como cualquier otra editorial; sin embargo, al establecer unos rasgos fijos potencian el valor del libro como objeto y consiguen que me entren ganas de comprarlos todos.
En definitiva, la elección de la cubierta es un paso que no se debe menospreciar, sobre todo cuando se trata de obras de autores que todavía no están consolidados, puesto que de ella depende en gran medida que los lectores potenciales se detengan a leer la sinopsis del libro y decidan si este les interesa o no. Lo importante está en el interior, pero mejor que el exterior también cumpla las expectativas. Como se suele decir, "El físico atrae, la personalidad enamora".
¿Qué opináis del tema? ¿Hasta qué punto os dejáis llevar por la cubierta a la hora de elegir vuestras lecturas?

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