Revista Coaching
La importancia de la familia, de la sangre, del parentesco real y directo creo que en realidad es algo muy relativo en el día a día, si quitamos todos los convencionalismos, las tradiciones y la biología de nuestras vidas.
Pero no hay ninguna norma biológica que diga que el hecho de compartir esos genes se tenga que desarrollar un cariño hacia esas personas, un vínculo amoroso que te una a ellos.
El amor se gana, se consigue sin nada científico de por medio.
Nunca he entendido la importancia de los padres biológicos, porque padre y madre son aquellos que te cuidan, que te quieren, que te educan y que están a tu lado en lo bueno y en lo malo... pero no necesariamente con la misma sangre de por medio.
Y la misma situación sucede con los amigos.
No son de nuestra familia, no compartimos genética, ni nada biológico... y sin embargo, con alguno de ellos, ese pequeño grupo de amigos reales...AMIGOS, así, en mayúsculas porque también tienen una importancia mayúscula en tu vida...ese pequeño grupo que siempre están ahí, para lo malo, y para los buenos momentos, esos geniales, esos en que se alegran como si las cosas buenas les hubiesen sucedido también a ellos ( estar al lado de alguien cuando le sucede algo malo, para consolarse, es más sencillo que estar a su lado cuando algo genial le sucede, algo que puede generar envidia, pero que a tus amigos de verdad, le satisface igual que si les hubiese sucedido a ellos).
Esos amigos, que ya no son tus amigos, si no que han acabado convirtiéndose en tu familia, en esa familia que es más real que la biológica, porque estáis juntos por amor y no por obligación social; que no compartís genética pero si esas ganas de permanecer juntos hasta el fin. Esa familia urbana (así es como me gusta llamar a la mía) que son tu tabla de salvación de tu día a día.
Yo adoro a mi familia y no solo a mis padres y hermano, si no también a esas personitas, contadas con los dedos de las manos, que están ahí siempre, por mucho tiempo que pase, por cosas que nos separen, que siempre encuentras un hueco para veros, o llamaros ( porque se hecha de menos escuchar la voz si siempre te comunicas por escrito), o quedar aunque sean cinco minutos para abrazaros...y siempre, siempre sabes que los tienes a tu lado, para lo bueno y para lo malo.
Esos amigos, esa familia de verdad... esa necesidad real de rodearte, tan solo, de la gente que de verdad amas y que de verdad te aman.... y nada más...y nadie más.
Pero no hay ninguna norma biológica que diga que el hecho de compartir esos genes se tenga que desarrollar un cariño hacia esas personas, un vínculo amoroso que te una a ellos.
El amor se gana, se consigue sin nada científico de por medio.
Nunca he entendido la importancia de los padres biológicos, porque padre y madre son aquellos que te cuidan, que te quieren, que te educan y que están a tu lado en lo bueno y en lo malo... pero no necesariamente con la misma sangre de por medio.
Y la misma situación sucede con los amigos.
No son de nuestra familia, no compartimos genética, ni nada biológico... y sin embargo, con alguno de ellos, ese pequeño grupo de amigos reales...AMIGOS, así, en mayúsculas porque también tienen una importancia mayúscula en tu vida...ese pequeño grupo que siempre están ahí, para lo malo, y para los buenos momentos, esos geniales, esos en que se alegran como si las cosas buenas les hubiesen sucedido también a ellos ( estar al lado de alguien cuando le sucede algo malo, para consolarse, es más sencillo que estar a su lado cuando algo genial le sucede, algo que puede generar envidia, pero que a tus amigos de verdad, le satisface igual que si les hubiese sucedido a ellos).
Esos amigos, que ya no son tus amigos, si no que han acabado convirtiéndose en tu familia, en esa familia que es más real que la biológica, porque estáis juntos por amor y no por obligación social; que no compartís genética pero si esas ganas de permanecer juntos hasta el fin. Esa familia urbana (así es como me gusta llamar a la mía) que son tu tabla de salvación de tu día a día.
Yo adoro a mi familia y no solo a mis padres y hermano, si no también a esas personitas, contadas con los dedos de las manos, que están ahí siempre, por mucho tiempo que pase, por cosas que nos separen, que siempre encuentras un hueco para veros, o llamaros ( porque se hecha de menos escuchar la voz si siempre te comunicas por escrito), o quedar aunque sean cinco minutos para abrazaros...y siempre, siempre sabes que los tienes a tu lado, para lo bueno y para lo malo.
Esos amigos, esa familia de verdad... esa necesidad real de rodearte, tan solo, de la gente que de verdad amas y que de verdad te aman.... y nada más...y nadie más.
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