Hoy se celebra el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Hace mucho que no hablo de este tipo de libros en el blog, pero no me olvido de lo importantes que son en la formación de nuevos lectores, por eso recupero un artículo que escribí para el desaparecido diario El Tiramilla en enero de 2012. Los títulos de moda han cambiado; el mensaje, no.***
A menudo me encuentro con reacciones un tanto peculiares cuando reconozco que leo literatura juvenil y, atención, me gusta. Hay gente que opina que es un género menor y no entienden cómo puedo encontrarle algún interés después de haber descubierto las novelas adultas; otros reconocen abiertamente que les da tirria y cuando hago una recomendación entusiasta creen que se trata de una excepción; también los hay que rinden pleitesía a libros catalogados en la sección de adultos pero muy leídos por los adolescentes (como El nombre del viento) y luego apartan la vista cuando les recomiendo Los Juegos del Hambre. «Ah, esos libros juveniles que lees tú», me dicen.Sinceramente, no entiendo a qué se debe este rechazo. Comprendo que no todos tenemos que leer lo mismo; ahora bien, ¿por qué considerarla un género menor? En mi opinión, el papel de la literatura juvenil resulta importantísimo: se trata de la literatura de transición entre la infantil y la adulta, aquellos libros que el preadolescente empieza a descubrir cuando las novelas para niños se le quedan cortas y todavía es pronto para lanzarse a la sección de los mayores. Además, su papel en la vida de los jóvenes puede llegar a ser importante si logra inculcarles algún tipo de valor o sencillamente demostrarles que leer puede entretener tanto como ver la televisión o navegar por Internet. Por mucho que algunos leamos estas historias cuando ya hemos pasado esta etapa, nunca debemos olvidar su función primordial.Desde mi punto de vista, los prejuicios solo se deben al desconocimiento. Hay quienes creen que literatura juvenil equivale únicamente a sagas fantásticas ñoñas y sin enjundia, pero cuidado: el contenido de estas obras es mucho más amplio. Cuando yo tenía catorce años no se habían producido los booms de Harry Potter y Crepúsculo, y sin embargo nunca faltaron lecturas lijeras* en mi mesilla. Y libros buenos, ojo, porque ya hace mucho tiempo que se innova y se crean personajes que hablan con el lenguaje propio de los adolescentes y protagonizan escenas transgresoras de diversa índole. También hay libros malos y modas que echan para atrás, claro. Ahora bien, ¿acaso eso no ocurre en la literatura adulta? Soy lectora de ambas vertientes y afirmo de forma rotunda que sí. El problema está en que para liberarse de recelos es necesario probar el producto, y a algunos les resulta inconcebible coger una novela que lleve el cartelito de «A partir de 14 años». Podría hablar de la validez de estas historias aunque se supere la edad recomendada, pero eso se sale del cometido de este artículo y ante todo respeto que cada uno lea lo que le apetezca, no se puede obligar a nadie a leer literatura juvenil si no quiere. Eso sí, si no la conocen, que al menos no hablen más de la cuenta.Decir que el sector juvenil no merece la pena resulta cuanto menos curioso cuando este año se han publicado novelas de calidad y para todos los gustos como las que enumero a continuación: Ecos (Paloma Sánchez Ibarzábal), un relato sobre el amor por la escritura; Las tibias cruzadas (Patrick Carman), una propuesta interactiva que combina la lectura tradicional con la visualización de unos vídeos en la red; Nada (Janne Teller), o cómo transformar un cuento inocente en unos hechos crueles y despiadados; La Estrella, una fantasía nueva y refrescante; El gabinete de curiosidades (Marie Rutkoski), lleno de magia y encanto; Gata blanca (Holly Black), una mezcla de fantasía urbana y novela negra; Pomelo y limón (Begoña Oro), un bonito romance que habla de las redes sociales y la importancia de la privacidad, etc. ¿Estos ejemplos son excepciones o realidades? ¿De verdad faltan ideas y talento en el ámbito lijero?Al menos me queda el consuelo de que los que leemos literatura juvenil sí sabemos lo que hay, comprendemos el alcance de este terreno y somos conscientes de lo difícil que resulta escribir para jóvenes (el otro gran prejuicio, que escribir para niños y adolescentes es tarea fácil). Uno de los motivos por los que existe El Tiramilla reside precisamente en la reivindicación de este género, en demostrar al mundo que los libros juveniles merecen ser tratados con respeto. Y si estás leyendo esto, supongo que estarás de acuerdo en que lo hemos conseguido, ¿verdad?*A partir de las siglas de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ), el escritor Jorge Gómez Soto propuso el término lijeropara referirse a estos libros.