Lo más importante a la hora de organizar un evento protocolario no siempre es seguir las normas dictadas, sino saber adaptarse a la situación. No nos referimos aquí a esa frase tan extendida que oímos muchas veces en los medios de comunicación: “romper el protocolo”. Al hablar de adaptarnos no estamos haciendo hincapié en esas situaciones en las que los protagonistas dejan a un lado la alfombra sobre la que pasean para acercarse a saludar al público, sino que, de un modo más formal y con sentido común, podemos modificar las normas establecidas para solucionar imprevistos.
Como decimos, el sentido común compaginado con las normas ya establecidas nos puede aportar soluciones a problemas que comúnmente se presentan a la hora de organizar un evento. Cualquier profesional del Protocolo sabe que lo normal es que nada encaje, que haya imprevistos y que nada salga como se espera en el guion. Siempre se presentará alguien con quien no contábamos, la pareja de algún invitado cuando la recepción no admitía acompañantes, alguna carta de invitación que no llegara a su destino… etc.Todo es posible y, desgraciadamente, es lo más probable, pero lo importante es saber buscar soluciones con sentido común que nos ayuden a seguir con nuestro evento. A veces es conveniente tener sillas de más por si nos pasa esto, saber culpar al mensajero si la invitación no llegó… Hay que saber salir de cada situación.
Algo parecido ocurrió el pasado mes de enero a los responsables de Protocolo de la Casa Real de España. Se celebraba la tan estricta y regia ceremonia de entrega de Cartas Credenciales en la que el Rey debía recibir a los nuevos embajadores en España. Estos documentos son los que acreditan a un embajador extranjero como representante y máxima autoridad diplomática de otro país en España.
Normalmente, el desarrollo de esta ceremonia transcurre de la manera que vamos a explicar a continuación. La Embajada extranjera informa, mediante Nota Verbal, al Ministerio de Asuntos Exteriores (Dirección General de Protocolo, Cancillería y Órdenes), de la llegada a Madrid del nuevo Embajador, día, hora, medio de transporte y personas que le acompañan, al tiempo que solicita fecha para la presentación de las Copias de Estilo, que serán entregadas al Introductor de Embajadores, en su despacho oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Cuando se tienen el día y hora fijados, el nuevo Embajador, acompañado por el Encargado de Negocios, se dirige al Ministerio de Asuntos Exteriores donde la espera un funcionario de Protocolo a la entrada para acompañarlo al despacho del Introductor de Embajadores.
La ceremonia suele tener lugar los jueves y la indumentaria que se usa es vestido largo para las señoras, y frac (corbata y chaleco blancos), uniforme de gala o traje nacional, con condecoraciones, para los señores. En el momento fijado, el Alto funcionario diplomático que sea designado acude de uniforme, en automóvil, a la residencia del nuevo Embajador para acompañarle hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores, al Salón de Embajadores. Y de allí al Palacio Real, donde tiene lugar la ceremonia.
Allí se encuentra Su Majestad el Rey. A Su izquierda, ligeramente retrasado, está situado el ministro de Asuntos Exteriores. Detrás de Su Majestad, en una línea, se encuentran el Jefe y Alto personal de Su Casa.
En el momento preciso, el Jefe de Protocolo de la Casa de S. M. el Rey ingresa primero en la Cámara y anuncia al Introductor de Embajadores, quien hace su entrada en la Cámara Oficial y tras un respetuoso saludo, mirando hacia Su Majestad el Rey, anuncia al nuevo Embajador con la denominación oficial de su país. Inmediatamente, hace su entrada el nuevo Embajador haciendo una inclinación de cabeza y se dirige hacia Su Majestad. Al llegar frente al Soberano, se detiene y hace una segunda inclinación de cabeza. El Embajador, acompañado del Alto funcionario diplomático y de los miembros de la Misión, abandona la Cámara Oficial por la puerta de la saleta denominada El Tranvía de la Cámara. En esta estancia, el Jefe de Protocolo de la Casa de S. M. el Rey despide al Embajador. El Embajador y su séquito, junto con el Alto funcionario diplomático, se dirige hacia la Puerta del Príncipe del Palacio Real. Allí esperan el vehículo oficial y el resto de coches. A la salida del Palacio una Sección de Pífanos y Tambores de la Guardia Real interpreta el Himno Nacional de España, al tiempo que la comitiva, encabezada por los motoristas, inicia la marcha de regreso hacia la residencia del Embajador.
Pues como decimos, en este caso fue diferente. El sentido común y una adaptación hicieron que se optase por hacer la ceremonia en el Palacio de La Zarzuela, facilitando la tarea al monarca, quien recientemente ha tenido que pasar por el quirófano por problemas de cadera. El Monarca, de pie y sin muletas, y acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, recibió a los nuevos embajadores.
En esta ceremonia tampoco hubo carrozas, caballos o himnos, ni los acompañantes de los embajadores y las reuniones individuales en las que don Juan Carlos suele dar la bienvenida y aborda cuestiones puntuales bilaterales. Además, la etiqueta habitual se sustituyó por traje oscuro o el traje nacional de cada país.
De esta forma, se optó por acortar la labor del rey, todavía convaleciente, agilizando la entrega de las credenciales y también para no dilatar más el cumplimiento de este acto, que es necesario para que los embajadores puedan asistir a los actos oficiales en los que participe el jefe del Estado, como visitas o viajes oficiales.
Sin dejar atrás las normas y sin dar un gran giro a la tradición, ésta se adaptó con sentido común debido a las circunstancias especiales. Es una buena solución y nos da una idea de cómo hay que saber manejar los imprevistos que hay que tener por seguro que siempre surgen al profesional del Protocolo.
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Marta Rodríguez PeleteiroLicenciada en Periodismo Ver perfil