Revista Religión
Leer | Mateo 3.13-17 | Cuando admiramos a alguien, es natural que tratemos de identificarnos con esa persona. Esto lo vemos en los niños que disfrutan imitar la manera de hablar, de vestir y de actuar de sus superhéroes. A los adultos también les gusta adoptar las características de los modelos que han escogido; y, nosotros, como creyentes, estamos llamados a imitar al Señor Jesucristo.
Nuestro Salvador nos ha mandado a seguir su ejemplo en todas las cosas, incluyendo al bautismo (Mt 28.19). Al comienzo de su ministerio público, Jesús decidió bautizarse. Juan el Bautista estaba llamando al pueblo judío a confesar sus pecados y demostrar arrepentimiento por medio de la inmersión en el río Jordán. Jesús, el único que no conoció pecado, se unió a la muchedumbre en el río, y le pidió a Juan que lo bautizara. Al seguir su ejemplo en las aguas del bautismo, estamos confesando públicamente nuestra fe en el Salvador, e identificándonos con Él.
Por medio del bautismo proclamamos nuestra relación con Jesús, y también con otros creyentes, bajo la autoridad del mismo Señor. Pero recuerde que ni el bautismo ni ninguna otra obra son necesarios para la salvación; somos salvos solo por la gracia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo (Ef 2.8, 9). No obstante, Dios ha mandado que nos bauticemos después de nuestra redención, por lo que este paso es un asunto de obediencia.
La fe en Jesús no es para ser escondida como una luz que se pone debajo de un almud (Lc 11.33). Por el contrario, debe expresarse en palabras y acciones. ¿Ha demostrado usted su fe por medio del acto del bautismo?
(En Contacto)