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La incentivación, ésa hipocresía formadora de boludos

Publicado el 16 junio 2012 por Marianofusco

La incentivación, ésa hipocresía formadora de boludos

El fútbol argentino carga con una cuota de hipocresía sobre sus espaldas del que ya no encuentra soluciones. Un peso muerto, que aprisiona, un daño corrosivo, que va, va y va.  Como las olas que erosionan las rocas. Violencia, barras bravas, connivencia dirigencial y política e incentivos. Salió la última bolilla, señores. Los dichos propinados por Daniel Pereira, de Patronato, sobre una ayuda financiera de River para que vencieran a Rosario Central, abre otra vez la discusión arcaica de incentivación sí, incentivación no, que penado por AFA, que no, que si, y luego con la desmentida del futbolista, respiramos todos tranquilos. El devenir esquizofrénico y fingidor de un ambiente que calla a sabiendas de alimentar una mentira. Queda como un humorada, un chiste explícito, o habrá guita debajo de la mesa, o estará todo tan hecho mierda. No lo sabemos. Queda a gusto del consumidor.

Lo escribo en este junio, húmedo, en Buenos Aires. 2012. Lo podría haber escrito hace 15, 20 años y hubiese sido lo mismo. La incentivación es una práctica consolidada en el fútbol argentino. Quién no quiera ver eso, será cómplice. La rueda, perversa, se maneja bajo estos parámetros. Todos nos hacemos los boludos y si alguno tiene un atisbo de abrir la boca, utilizamos lo que Elisabeth Noelle-Neumann denominó en su libro La Espiral del Silencio. Ante el temor del aislamiento –o represalias- las personas deciden callar ideas que sean disímiles a lo que plantea una opinión mayoritaria o de común acuerdo para así poder ser reconocido dentro de un grupo determinado. El silencio es la respuesta que utiliza el ambiente fútbol de las miserias que lo condenan día a día.

Algo de teatro siempre hay. Digno del mejor Alberto Migré. El Tribunal de Disciplina de la AFA (no se rían, che), llamará a Pereira el próximo martes para que hago un descargo de lo dicho. En el entorno del futbolista, la coartada será que el futbolista hizo un chiste y fue un malentendido. Del lado de Patronato, los jugadores y el presidente José Gómez se lavaron las manos y ubicaron, solito, solito en el paredón a Pereira, que recula y tiras frases antológicas como “se me malinterpretó mal”, y diferentes rarezas.

La bolilla marcó incentivación. Allí vamos, todos, arriados, desgarrándonos las vestiduras, tratando de salvar el honor del fútbol, de que los futbolistas son lo más sano que hay, el verso retroalimentado, el cliché evidente para cerrar la boca y esperar que otro noticia tape al tema y si te he visto no me acuerdo.


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