Hace unos días fuimos testigos de un fenómeno, que aunque no es extraordinario, si fue inusual por su magnitud. A finales del mes de junio y principios de julio, miles de mariposas carderas (Vanessa cardui) han aparecido por toda la cornisa cantábrica, siendo especialmente numerosas en la franja costera, aunque también se han detectado importantes concentraciones en áreas de montaña.
Normalmente asociamos el fenómeno de la migración a las aves y en menor medida a los mamíferos. Sabemos que muchas especies, como vencejos, golondrinas, milanos negros o cigüeñas, llegan en primavera para reproducirse y a finales de verano cruzan de nuevo el estrecho de Gibraltar para pasar el invierno en África. Otras especies crían en el norte de Europa y eligen la Península ibérica para pasar el invierno o para repostar y continuar su viaje hacia el sur.
Las migraciones de los insectos, por el contrario, son mucho menos conocidas aunque si tenemos en cuenta que en la mayoría de los casos las protagonizan animales que pesan menos de medio gramo que pueden llegar a viajar miles de kilómetros, cruzando mares y desiertos, nos daremos cuenta de lo espectaculares que son.
Pantala flavescens. Imagen: Alex Lamoreaux
Entre todos los insectos, el récord lo tiene la libélula Pantala flavescens, que con solo 4 cm de longitud realiza la migración más larga conocida entre los insectos, ya que puede recorrer hasta 7000 km en una migración que la lleva desde África hasta la India, atravesando el Océano Índico en el trayecto. Pero por si esto fuera poco, se un reciente estudio ha confirmado que todas las poblaciones de Pantala flavescens, una especie casi cosmopolita que puede encontrarse en América, África y Asia, tienen un perfil genético similar, lo que sólo podría explicarse si todas las poblaciones se estuvieran mezclando entre sí gracias a estos viajes a larga distancia.
Entre las mariposas, las migraciones más conocidas son las de la mariposa monarca (Danaus plexippus). En esta especie se conocen varias poblaciones que se reproducen en Estados Unidos y Canadá. En estas poblaciones se producen 2 o 3 generaciones que emergen entre abril y agosto. A finales de agosto, la última generación emprende el viaje hacia el sur, llegando a México entre septiembre y octubre, y llegando finalmente a su destino definitivo en el centro del país en el mes de Noviembre, aunque algunas se quedan más al norte. En algunos de esos lugares, que tienen unas condiciones climáticas particulares, se concentran millones de ejemplares que se amontonan formando racimos en las ramas de los árboles, pasando una fase de semiletargo y allí permanecen hasta el mes de enero. En el mes de febrero, salen de la hibernación y se producen los vuelos nupciales y los apareamientos, emprendiendo posteriormente el viaje de vuelta, poniendo los huevos en algunas zonas del norte de México y el sur de Estados Unidos y dando lugar a la siguiente generación que continuará su viaje hacia el norte.
El caso de la mariposa cardera (Vanessa cardui) es similar al de la monarca, aunque con algunas diferencias. En esta especie, durante 6 generaciones las mariposas recorren casi 12.000 kilómetros, que las lleva desde el sur del Sahara hasta casi el círculo polar ártico y vuelta, por lo que tienen que atravesar dos veces el desierto y varios tramos de mar.
En un artículo publicado en la revista Biology Letters en junio del año pasado, se comentan los resultados de un estudio liderado por varios investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), en el que mediante el uso de técnicas de isótopos estables, se demostraba el origen subsahariano de los individuos que nos visitan, confirmando inequívocamente las hipótesis sobre la migración de esta especie.
Según este artíuclo, la mayor parte de la población de Vanessa cardui permanece en África tropical durante los meses de nuestro invierno, y que los individuos que retornan son probablemente la descendencia de los que han colonizado la región subsahariana durante el otoño.
El caso de la migración de la mariposa cardera es una prueba evidente de que a fin de cuentas, tanto ellas como nosotros como individuos, no somos más que un receptáculo de nuestros genes, que se van transmitiendo de generación en generación usando nuestro cuerpo como un medio de transporte, temporal en nuestro caso e incluso espacial, como en el caso de estas mariposas.