En plena tormenta, convertida en un frente polar de carácter estático, existe un sector que no sólo ha conseguido evitar la destrucción de empleo sino que hasta lo ha creado, cubriendo casi un cuarto del empleo industrial en España. Un sector que representa el 8% del PIB general y nada menos que el 14% del PIB industrial. Un sector, en definitiva, que se adivina como estratégico en la reestructuración de nuestra economía y que puede y debe convertirse en uno de los motores de reactivación, pero también en una de las señas de identidad de la economía española.
No hablamos de la playa y olé, tampoco del manido recurso a la automoción y, menos aún, del glamour de las grandes constructoras, las corporaciones tecnológicas y la siempre bendita Matilde. Hablamos del sector ALIMENTARIO español. Un sector que, a poco que reflexionemos, cumple con casi todas las condiciones que impone nuestra actual situación socioeconómica, pero que antes debe resolver algunas limitaciones de carácter exógeno.
Aunque pueda parecer una contradicción, el enemigo del sector alimentario español se encuentra en casa y tiene nombre y apellido: grandes distribuidoras. Su papel en la guerra de precios iniciada desde finales de 2009 ha sido clave para explicar el progresivo deterioro de imagen de marca que muchas de las empresas del sector han tenido que sufrir estoicamente. La menor volatilidad y la naturaleza inelástica de su demanda juegan a su favor, pero las distribuidoras las han convertido en moneda de cambio para su particular pugna por el mantenimiento de sus cuotas de mercado cuando no como estrategia para atacar al contrario donde más le duele. Hasta que se produzca la tan esperada reactivación del consumo, las empresas del sector deberán soportar esta particular amenaza estoicamente. La situación es estrictamente coyuntural y las aguas deberán volver a su cauce de forma progresiva lo que no es excusa para continuar insistiendo en una mayor clarificación en la regulación de las denominadas “líneas blancas”
Por otro lado, el sector sufre también el síndrome de cenicienta. Resulta ser uno de los pilares estratégicos de la economía española y el principal portaviones del take – off, pero es el gran desconocido para la mayor parte de la opinión pública española y, al mismo tiempo, el gran olvidado por los sucesivos gobiernos que han preferido apoyarse en sectores más glamurosos para la justificación y el autobombo, cuando, en realidad, no había razón para ello. El sector alimentario se caracteriza, entre otras cosas, por su decidida vocación innovadora, asumiendo la promoción de centros de investigación y desarrollo tecnológico que nada tienen que envidiar a otros sectores más favorecidos por la mano pública.
Todas estas limitaciones son circunstanciales y en nada deben perturbar la proyección estratégica del sector, pero no estaría de más que se desplegarán acciones de contención y atenuación de las mismas. De partida, son posibles y deseables algunas estrategias a corto y medio plazo:
✪ INTERNACIONALIZACIÓN
La internacionalización es una de las asignaturas pendientes, incluso antes del inicio de la recesión, pero ahora se demuestra más urgente si cabe. El recorrido de crecimiento interno es limitado y debe realizarse abriendo nuevas líneas de negocio. Pero los niveles de excelencia alcanzados permiten avanzar que una aventura exterior no sólo es totalmente posible, sino también urgentemente necesaria. Pero la internacionalización no debe estar basada tanto en la externalización de una actividad como en el desarrollo de alianzas con empresas foráneas afines y la transferencia del modelo de negocio, la avanzada tecnología yla cultura de seguridad alimentaria conseguida. En esta línea, todo es posible y las posibilidades de éxito atendiendo a las necesidades de inversión ofrecen excelentes perspectivas. Quizás falte cierto grado de osadía y, sobre todo, comenzar a creerse que son el sector con mayores garantías de éxito exterior en el conjunto de la economía española. Hasta ahora, han demostrado ser un sector competitivo, ahora que tanto se habla de competitividad. Importamos el 12% de lo que consumimos, pero exportamos el 14% de nuestra producción por un valor de 16.000 millones de euros. Pero la asignatura pendiente no es tanto el incremento de nuestras exportaciones, sino el posicionamiento de bases externas de negocio.
✪ ESPECIALIZACIÓN
Aunque el 90% de las empresas del sector son fundamentalmente pymes, son las grandes corporaciones quienes marcan el ritmo, centradas fundamentalmente en el gran consumo. Sin embargo, la industria alimentaria española debe buscar su futuro en un sabio equilibrio entre la producción generalista y el desarrollo de una imagen de marca nacional basada en un producto de alta calidad, diferenciado y dirigido, no tanto a un sector de alto poder adquisitivo, sino más bien de “ocasión especial” que redundaría en un mayor espectro de ventas. En ello tienen mucho que decir los poderes públicos, estatales y autonómicos, pero debe surgir una voluntad emprendedora por parte de las empresas puente, aquellas que ni son grandes gigantes del consumo mayorista, ni se encuentran limitadas por su reducido tamaño y capacidad. Ellas, por sí solas, pueden iniciar nuevas líneas de negocio especializado bajo distintas formulas, así por ejemplo:
¤ Tiendas propias con productos y servicios diferenciados.
¤ Alianzas con pequeñas empresas regionales para el desarrollo de una oferta de alta calidad en puntos de venta directa.
✪ COMUNICACIÓN
No hablamos de la publicidad, táctica inherente al negocio que cada uno desarrolla con mayor o menor fortuna. Entendemos por “comunicación” la necesidad de hacerse ver y valer en el conjunto del panorama económicoespañol. Decíamos al comienzo que el sector alimentario es el gran desconocido en sus logros y posibilidades tanto para el gran público como para las administraciones públicas. Este es el reto pendiente y que contribuiría más que cualquier otra cosa al desarrollo de la imagen de marca país, marca específica y, en definitiva, orgullo y excelencia.
Miren ustedes, los franceses son artistas en esto de vender sus quesos cuando no pueden ofrecer ni una decima parte de la variedad y calidad que poseemos en este país. Qué me dicen del aceite italiano, los vinos de acá y allá, la increíble variedad de nuestros productos hortícolas, la carne y sus derivados y, por supuesto el vino. Evidentemente, todo ello no tiene el glamour de la biotecnología, la robótica, las energías provisionalmente alternativas y toda la panoplia de oportunidades que se presentan para España, pero también para otros cuarenta o cincuenta países. Eso no es estratégico. En todo caso, son ganas de marear la perdiz cuando tenemos la codorniz en el prado.