Revista Opinión

La infidencia está de moda

Publicado el 08 julio 2014 por Jamedina @medinaloera

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Manuel Estrada Cabrera (1857-1924)

Tan antigua como la humanidad es la infidencia, es decir, la deslealtad, la traición. En todas las relaciones humanas, ya sean políticas, económicas, familiares, etcétera, ha estado presente siempre, en mayor o menor grado, la infidencia. Lo único novedoso es que ahora está de moda.

No hace muchos años (dos o tres décadas), la deslealtad se consideraba todavía un grave error, social y políticamente inaceptable, que debía ser castigado sin demora; hoy se practica con el mayor cinismo, como si fuera algo de lo más natural, y lo que es peor, con pocas o nulas consecuencias.

A muchos políticos, por ejemplo, les da igual afiliarse al PRI que al PAN o al PRD. Con el abandono de las ideologías, las doctrinas, los principios, las convicciones, y con ellas la honradez y la vergüenza, al político actual le da lo mismo cambiarse de partido que de ropa interior. Prueba de ello son los masivos coqueteos de panistas jaliscienses con sus otrora adversarios ideológicos.

No sé qué consecuencias puedan tener en el futuro las deserciones o traiciones políticas tan de moda en nuestros días. Lo único cierto es que en el pasado la infidencia se pagaba caro y de inmediato, sin rodeos. Vean ustedes lo que le sucedió a un infidente durante la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, en Guatemala, a principios del siglo pasado:

Una noche –narra el escritor Rafael Arévalo Martínez- se presentó ante la guardia que custodiaba la entrada al Palacio Presidencial un individuo, pretendiendo a toda costa hablar con Su Excelencia.

–“Le va en ello la vida”, repetía a los oficiales de guardia, para justificar su urgencia.

El visitante fue recibido.

-Señor presidente –comenzó-, ocho hemos jurado matarlo, pero a mí me ha remordido la conciencia y le daré los nombres de sus enemigos…

Estrada Cabrera contempló con profundo desprecio al infidente, y llamó a varios soldados.

-Amarren a este hombre –ordenó- y denle 50 azotes.

Aterrado, pálido, el hombre se arrodilló ante el tirano.

-¡Señor…! ¿Por qué…?

-Porque usted es el último en decírmelo. Sepa que sus siete compañeros ya han estado aquí.

Artículo publicado por el diario La Crónica de Hoy Jalisco en su edición del viernes 4 de julio de 2014.


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