Hasta el año 2000 se venía diciendo que era alentador pensar que los lectores de la opulenta Europa estábamos mejor informados incluso, que los mismos personajes que habían protagonizado los hechos. Se le llegó a llamar “la era de la información” y “la Europa del euro”. Sin embargo, afirmar eso hoy, en los inicios del 2013, es bastante aventurado. Se puede decir que la mayoría de los lectores están desinformados y no saben a qué atenerse. Las mentiras y las ideologías se han adueñado de los grandes medios informativos, de sus informadores y de sus informandos. Y la rica Europa del euro es una parodia de lo que prometió ser.
Respecto a España, todo indica que nunca hemos estado tan cerca de la mentira. Basta examinar un acontecimiento, como la crisis económica o el intento independentista de los nacionalismos, en un debate televisivo, en la radiodifusión o en la prensa partidista. Sólo dejan una sensación de inseguridad, de desasosiego y de incertidumbre. Mientras, los países ricos intentan unificar las fuerzas con fábricas de armas, para salvar al planeta de la tercera guerra mundial –según dicen-.
Las informaciones que recibimos condicionan nuestra manera de entender el mundo. Se le llama la “era de la información” porque tenemos acceso a las llamadas autopistas de las noticias con la revolución de internet. Pueden llegar a todo el mundo en cuestión de segundos. Pero el 90 % de los servidores de internet están en los países del Norte. Y se asegura que dos tercios de la población mundial ni siquiera han hecho una llamada telefónica en toda su vida. La mayoría del mundo sigue desinformado.
De los países del Sur apenas sabemos nada. Saltan a los medios en ocasiones, debido a las crisis, a las guerras tribales y a los fenómenos naturales, como Siria, Liberia, Bolivia, Uganda, Haití, Colombia etc. Pero sus informaciones son oscuras y siempre tienen que ver con la miseria. Sólo son noticia cuando ocurre una desgracia o estalla una guerra. Se les envía unas ayudas simbólicas, pero se olvidan pronto y se dejan que resuelvan sus desgracias y sus guerras por los propios medios y con la compra de armas a los países ricos. La ONU dice no quiere intervenir en conflictos internos.
Otras emergencias, desgracias y guerras ni siquiera las hemos visto, como Eritrea, cuya sequía afecta a casi dos millones y medio de personas; las inundaciones de Zambia, que dejaron sin hogar a 10.000 familias; en Burundi, 1.500 familias tuvieron que abandonar sus casas; en Mozambique, las inundaciones arrastraron a 60.000 personas; en Perú, 96.000.damnificados; 80 millones de desplazados en el mundo y 82 países viviendo de la ayuda alimentaria. La lista negra de los muertos aumenta cada día sin que nadie pueda saber cuáles son las cifras exactas.
La mayoría de las informaciones de estos países hay que buscarlas con lupa, porque los periódicos no se detienen. En cambio, otros países del sur, como China, India, México, Argentina, Chile… son aireados para dar a conocer las oportunidades empresariales de inversión, privatización, negocios, telefónica, petróleo, móviles. Y es que,como alguien ha dicho, “Un país bien informado es más terrible que un ejército armado.”
J. LEIVA
Revista Opinión
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