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La inmoralidad de la Unión Europea y su Banco Central

Por Peterpank @castguer
La inmoralidad de la Unión Europea y su Banco Central

El FMI ha pedido a España que profundice en la devaluación competitiva de los salarios y acelere la reforma de las pensiones. Ambas medidas sólo agravarán la pobreza, la exclusión y la pérdida de derechos sociales y laborales. Según Noam Chomsky, el FMI es un arma del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. La crisis actual es una guerra económica que responde a los intereses de los grandes conglomerados empresariales, un poder difuso y opaco donde convergen las altas finanzas, los complejos militares-industriales y los megagrupos del petróleo, la química, la farmacéutica y la ingeniería genética. Estados Unidos aplica la máxima de Tucídides, según la cual los fuertes hacen lo que quieren y los débiles soportan sus abusos. La política exterior norteamericana se limita a repetir los pasos de los imperios anteriores. Su forma de proceder reproduce la violencia moral y material del imperio británico, el imperio romano, el imperio francés o el imperio español.

En la historia de las civilizaciones, no hay progreso moral, sino relaciones de poder. La tesis de Kant de un imparable progreso moral no se corresponde con los hechos. La Revolución francesa introdujo cambios importantes, pero no impidió que el capitalismo recobrara poco a poco los vicios del Antiguo Régimen. Ya no somos súbditos de monarquías absolutas, pero sería una ingenuidad creer que somos ciudadanos con la posibilidad de ejercer una soberanía real mediante el ejercicio del voto cada cuatro años. Los procesos electorales están tutelados por el poder militar y financiero de Estados Unidos. Cuando un pueblo vota a favor del candidato "equivocado", se adoptan medidas de coacción, que incluyen el boicot económico, el acoso mediático, el terrorismo y, por último, el golpe de estado. El Chile de Allende es el ejemplo más conocido, pero casi todos los países de América Latina han conocido experiencias similares. La doctrina de la seguridad nacional propició dictaduras que cometieron verdaderos genocidios. Sirvan de ejemplo Guatemala, El Salvador, Argentina, Haití, Colombia, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil.

¿Existe algún indicio de que las cosas vayan a cambiar? ¿Avanza el mundo hacia un horizonte de paz, justicia y prosperidad? Es evidente que no. Barack Obama pasará a la historia como el presidente norteamericano que ha aprobado un presupuesto militar más abultado desde la Segunda Guerra Mundial. Incumpliendo sus promesas electorales, sólo en 2011 destinó a defensa 750.000 millones de dólares para financiar la fabricación del X-51a, un misil hipersónico capaz de alcanzar una velocidad de 5.635 kilómetros por hora. Los misiles de crucero Tomahawk sólo alcanzaba los 880 kilómetros por hora. "El X-51a abre la puerta a la creación de armas hipersónicas capaces de realizar un ataque global", declaró con entusiasmo el general de brigada William Thornton. El nuevo misil reduce de 80 a 12 minutos el tiempo necesario para recorrer la misma distancia que cubría el Tomahawk. Si combinamos estos datos, con las escuchas masivas ilegales denunciadas por Edward Snowden, consultor tecnológico y antiguo empleado de la CIA, nos enfrentamos a un panorama descorazonador, que recuerda a las distopías de Huxley, Orwell y Bradbury. Saber que el servicio de espionaje británico pincha cables de fibra óptica para acceder a millones de llamadas y correos o que Brasil, ante la magnitud de una inesperada protesta social, ordenó a la policía la vigilancia de las redes sociales, no contribuye a tranquilizar a una opinión pública que contempla con asombro la intromisión del Estado en su intimidad, prescindiendo de autorizaciones judiciales. La Europa social y democrática tiende a desaparecer y en su lugar prospera la Europa neoliberal, obligada a integrarse en el Bloque Atlántico liderado por Estados Unidos.

El darwinismo social regresa para apagar los sueños de un mundo igualitario, libre y solidario. Hablar de una renta básica de ciudadanía parece ridículo en una época caracterizada por los recortes brutales en sanidad, educación y servicios sociales. En España, no cesan los desahucios y crece la pobreza infantil, con al menos un 25% de niños malnutridos. Uno de cada cuatro menores vive en una familia que carece de recursos para comprar regularmente carne, pescado y fruta. Esos niños tampoco suelen disponer de ropa apropiada ni espacio para jugar o hacer los deberes. No pueden participar en actividades extraescolares y tienden a desarrollar problemas de conducta, que afectan negativamente a su rendimiento escolar. El fracaso en los estudios alimenta la espiral de exclusión social, provocando que los conflictos se propaguen de unas generaciones a otras. El 30% de los hijos de familias que subsisten con menos de 640 euros al mes no obtienen el graduado escolar.

La reforma del artículo 135 de la Constitución española -aprobada conjuntamente por el PP y PSOE- fijó como prioridad absoluta el pago de la deuda y sus intereses. Esa medida ha empujado a miles de familias al paro y la precariedad. España paga 110 millones de euros al día en concepto de intereses. Ya son muchos los que afirman que la deuda española es impagable. Según los datos de Eurostat, la deuda asciende a 1.033.738 millones. En 2015, los intereses representaron 33.490 millones, que se pagaron a bancos privados. Se trata de las mismas entidades que se han beneficiado de rescates públicos. Dado que 65% de la deuda pública española se halla en manos del sector financiero español, no se comete ninguna exageración si se habla de deuda odiosa e ilegítima. Los intereses pagados suponen en 42% de la deuda pública acumulada. El déficit público no deja de crecer por este hecho y no por el coste de la educación, la sanidad o las pensiones. Si el BCE financiara a los gobiernos o les prestara dinero en las mismas condiciones que a la banca privada, las cuentas públicas se sanearían sin necesidad de recortes sociales. Es inmoral que el BCE preste dinero al 1% a la banca privada y la banca privada preste dinero a los Estados al 6%, mientras socializa sus pérdidas y mejora sus provisiones con rescates públicos a fondo perdido. La banca española ya ha recibido 125.000 millones de euros y reconoce que 31.000 se han perdido sin remedio. El ejercicio de usura de la banca privada ha desembocado en una coyuntura absurda y de tintes surrealistas. Si se suma la deuda pública y privada de la eurozona (cerca de 25 billones de euros), sobrepasa la totalidad del dinero circulante (unos 10 billones). Aunque se liquide el sector público y se privaticen todas las empresas y servicios de la Administración, la deuda seguirá creciendo, con una sociedad cada vez más crispada y empobrecida. Es evidente que son los bancos privados y no los ciudadanos los que han vivido por encima de sus posibilidades, prestando dinero de forma irresponsable y temeraria para optimizar sus beneficios, con unos intereses abusivos.

En nuestro país, tres millones de españoles sobreviven con menos de 3.650 euros al año. Es decir, 6'4% de la población. Es la pobreza extrema, que crece imparablemente. Otros diez millones viven en la pobreza relativa, con menos de 7.300 euros anuales. Noam Chomsky opina que los cambios nunca procederán de las instituciones, sino desde abajo. Los movimientos ciudadanos son la única esperanza de humanizar y transformar la sociedad. Chomsky considera absurdo denominar a esas iniciativas "movimientos antiglobalización", pues su propósito de fondo no es acabar con la globalización, sino imprimirle una nueva dirección, donde "prevalezcan los intereses de los pueblos sobre los intereses de los inversores y las instituciones financieras". En la Cumbre de los Pueblos Río+20 de 2012, José Mújica ex presidente de Uruguay, planteó la necesidad de crear un nuevo modelo de desarrollo que no se basara en el consumo desenfrenado: "¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro: ¿el mundo tiene los elementos hoy, materiales, como para hacer posible que 7 mil, 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? [...] ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? [...] El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre. Y la vida. [... ] ¡Estos son problemas de carácter político! que nos están diciendo la necesidad de empezar a luchar por otra cultura. [...] Tenemos que revisar es nuestra forma de vivir".

La liberación del ser humano será irrealizable sin la liberación de la Naturaleza, brutalmente explotada por una economía que sólo piensa en el beneficio inmediato: "Hoy gritan las aguas, los bosques, los animales, es toda la Tierra la que grita -escribe Leonardo Boff-. Dentro de la opción por los pobres y contra la pobreza debe ser incluida la Tierra y todos los ecosistemas. La Tierra es el gran pobre que debe ser liberado junto a sus hijos e hijas condenados". Este ideal no avanzará sin un ejercicio de reflexión colectiva que interiorice una nueva visión del mundo. El siglo XXI debería ser el escenario de ese cambio. La justicia, la libertad y la solidaridad no serán posibles, si el ser humano no logra revertir las fuerzas destructivas de una praxis económica incompatible con la paz social y la preservación de la vida. La esperanza siempre es insensata y temeraria, pero sin ella el futuro se cierra, transformándose en un muro impenetrable. "Traspasemos lo existente -escribió Ernst Bloch en El principio de esperanza (1959) -. El futuro no es una mera prolongación del presente. [...] El futuro depende de nosotros, no nos dejemos llevar por la inercia del día a día ni por el derrotismo. El optimismo es una cuestión de voluntad, centrémonos en lo modificable y en lo que depende de nosotros". La humanidad aún puede reinventarse a sí misma y alumbrar un mañana ético, sin violencia ni desigualdad. La utopía de lo justo, lo bello y lo fraterno no es una ensoñación, sino el único horizonte que puede garantizar nuestra supervivencia como especie. La muerte no puede tener la última palabra.

Narbona


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