Los papás la cagamos, además con cierta frecuencia.
Desde la televisión, radio, medios de comunicación y, sobre todo, desde las redes sociales nos bombardean con un modelo de paternidad en el que existen lineas que no se deben cruzar: lactancia materna, inexistencia de castigos, comunicación descendente de carácter eminentemente positivo, no forzar con la alimentación, jugar todo el tiempo que se pueda con los hijos, razonar en lugar de dar un azote, etc...
No pretendo hacer una crítica de ese modelo, de hecho me encantaría cumplir con todo lo detallado anteriormente, os lo aseguro, pero sinceramente no me da.
El otro día mi little Dani decidió experimentar con su juguete preferido: dar patadas a la moto correpasillos. Son las 21:00, la luz de reserva del depósito de la paciencia y la energía está al rojo vivo. La primera patada la dejé pasar e hice como que no lo había visto... el niño me miró de reojo y decidió subir la apuesta: nueva patada. Me puse el disfraz de papá perfecto y le susurré que debía cuidar su juguete preferido sino quería dejar de jugar con él. Dani me miraba ojiplático, pasaron 5 segundos, bajó la cabeza, me miró de reojo y nueva patada. Me despojo del disfraz de perfect daddy y lo cuelgo en la percha del armario del que nunca debió salir. Papá eleva el tono de voz para decirle a Dani que - NO! ESO NO SE HACE DANI, YA ESTÁ BIEN! - (un mensaje lleno de connotaciones negativas por el que ya me han quitado la medalla al mejor padre del año). Dani se retrae y parece haber entendido el mensaje, adopta una postura victimista y se aleja dos metros de la moto. Ok, no me ha costado demasiado, es verdad que he levantado el tono de v... PUM! Nueva patada del niño Tractor. Me levanto, abro el armario y me pongo el disfraz de verdugo: Dani recibe un azote y la moto acaba en el altillo más alejado de la casa. Si en ese momento llaman al timbre los de asuntos sociales se llevan otro par de azotes y les tiro el maletín por la ventana.
Creo que todo padre/madre es, por encima de todo, un ser humano donde la perfección no tiene cabida, por suerte. Las personas cometemos errores, todos los días, y como padre cometo errores también todos los días. El trabajo, la casa, hacer comidas y cenas, baños, actividades extraescolares, mantener la casa en pie, hacer la compra... jugar con los hijos, educarles, llevarles al parque, cantar canciones, leer libros. Como os decía antes soy un ser humano, me cuesta creer que haga todas las cosas que he listado anteriormente y muchas veces lo hago, creedme, pero otras veces no. Y me siento mal por ello, pero lo justo, no os voy a engañar. Mis padres han cometido errores conmigo, muchos, pero han tenido 30 kilos de aciertos por cada gramo de error. Y en eso me baso para no martirizarme demasiado.
Las personas y, sobre todo, los niños, tienen una extraordinaria habilidad para borrar de la memoria los recuerdos negativos y quedarse con las cosas positivas. Tengo la conciencia tranquila de que nunca he hecho nada que pueda perjudicarles de manera consciente, también tengo claro que debo saber pedirles perdón cuando cometa un error y que todo, absolutamente todo lo que hago, es por ellos, porque les quiero.