La innovación es hija de la necesidad expresada en forma de oportunidad o problema, pero siempre es el resultado final de un proceso. Quizás por ello, nunca puede ser planteada como necesidad en sí misma y, menos aún, como punto de partida para cualquier proceso de cambio.En muchas ocasiones, las innovaciones no llegan por un defecto de forma a la hora de enfocar la situación. Confundir la solución con el problema es un error frecuente derivado de esa extraña costumbre de enseñarnos desde temprana edad que la interrogación que cierra el enunciado de un problema es sí mismo el problema.Pongamos por caso la Educación…El problema de la Educación en este país tiene evidentemente un componente multifactorial que a nadie se le escapa, pero por encima de todos ellos, sobresale una cuestión previa que bloquea cualquier posibilidad de cambio: la actitud política. De partida, la cuestión no es otra que la confluencia de una baja rentabilidad política con la carga ideológica que subyace en el fondo de la cuestión. Aquí es donde se debieran centrar los esfuerzos inicialmente en términos de “innovación educativa”: desarrollar estrategias que permitan llegar a un gran pacto entre las fuerzas políticas que permita establecer el auténtico papel estratégico de la educación, los objetivos a marcar y las reglas de juego a respetar.Si trasladamos la cuestión al mundo de la empresa, la situación no difiere excesivamente…La pregunta clave no es tanto ¿por qué debe innovar nuestra empresa? o ¿para qué debe hacerlo? Entre otras cosas porque son cuestiones de manual que se responden por sí solas. La auténtica cuestión de fondo es ¿qué debemos hacer para garantizar que gestionamos nuestras posibilidades de generación de valor de forma integral? Si conseguimos responder a esta cuestión, ya habremos realizado la primera y más importante innovación.¿Cuántas veces se han iniciado en su empresa procesos de innovación de forma bienintencionada que han acabado en fuegos de artificio?¿En cuántas ocasiones, pese a lograr resultados positivos en las primeras experiencias, estas han acabado por languidecer como flor de otoño?¿Por qué no han acabado de generalizarse los procesos de innovación en el conjunto de las áreas y personas de la empresa?¿Por qué los proyectos de innovación que se han desarrollado han sido siempre observados como algo ajeno al común de los mortales de la organización?¿Por qué no se consigue ir más allá de fenómenos de innovación de clara raíz tecnológica?Estas y algunas más son las preguntas que encierran la realidad del problema y, en definitiva, la soluciones.La lista podría ser aún mayor, pero existen una serie de elementos estratégicos cuyo aseguramiento es condición sine qua non para realizarse planteamientos relacionados con la implantación de una cultura de innovación continuada y generadora de valor real en la empresa.
* Desarrollo y aseguramiento de competencias estratégicas en el equipo directivo y mandos intermedios.
* Definición de una estrategia a medio y largo plazo para la consecución de una gestión integral del valor más allá de la esfera puramente operativa.*Desarrollo efectivo de una gestión integral del talento enfocado a resultados y que se extienda al conjunto de personas de la organización
Puesta en valor de los ciclos de conocimiento que se producen en la empresa
*Identificación y potenciación de las personas estratégicas en la organización a todos los niveles jerárquicos y organizativos
Recuerdo a un viejo amigo de juventud que presentaba un innegable potencial para el desarrollo de actividades deportivas. Su problema era simple: cada vez que se iniciaba en la practica de una modalidad deportiva pretendía ser un maestro sin haber llegado ni tan siquiera a aprendiz.La innovación es como una cumbre, no puedes pretender llegar a la cima sin haber pasado por estribaciones y collados aunque siempre puedes hacer trampa y contratar un helicóptero. Desgraciadamente, en este país ha resultado demasiado fácil conseguir helicópteros.
Quizás por todo ello, hay innovaciones que no llegan…