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La institutriz y el caserón victoriano (Reseña de 'Otra vuelta de tuerca.- H.James)

Publicado el 27 marzo 2012 por Jdmora

La institutriz y el caserón victoriano (Reseña de 'Otra vuelta de tuerca.- H.James)

Juan Diego Mora (@Juandi_mora)
La literatura puede crear cualquier mundo, perfilar cualquier personaje y causar en el lector distintos sentimientos. Esto es así desde el principio de los tiempos. Por eso no es de extrañar que ‘Otra vuelta de tuerca’ de Henry James fuera una gran sensación a finales del siglo XIX. Y en nuestro tiempo su historia sea recordada como una de las mejores novelas de fantasmas por antonomasia. El escritor americano, en un género alejado de su registro habitual, consiguió sugestionar a un lector que desconocía los efectos especiales y el suspense cinematográfico. Lleva al lector al interior de un tenebroso caserón victoriano. A los adentros de una novela gótica.

La institutriz y el caserón victoriano (Reseña de 'Otra vuelta de tuerca.- H.James)

'Otra vuelta de tuerca'
Autor: Henry James
Editorial: DeBolsillo

Una joven institutriz procedente de un pequeño pueblo es contratada por un aristócrata londinense con el encargo de cuidar a sus sobrinos en un caserón de Bly. Lo que parece un trabajo fácil se convierte en todo un tormento para la novicia. La protagonista comenzará a ver apariciones de los antiguos empleados fallecidos un año antes y con una relación inadecuada con los pequeños.
 La institutriz –de la que no sabemos el nombre- comienza con entusiasmo e ilusión. Durante este periodo los niños, Miles y Flora, son maravillosos, el jardín es verde y bañado por el sol y la casa luminosa y elegante. A partir de las primeras visiones, la maestra comienza a cuestionarse todo junto a la ama de llaves, su escudera durante toda la novela. La trama va oscureciendo poco a poco, la casa es oscura y tenebrosa, el jardín es peligroso y lleno de sombras, y los niños de ensueño comienzan a ser unos inquietantes compañeros.
El carácter y el estado ánimo de la institutriz marca la atmósfera de la narración. James se vale de la visión de su protagonista para que el lector vaya descubriendo las sorpresas e incógnitas al mismo tiempo que la narradora. Pasando sus páginas puede juzgar a los personajes desde sus propios ojos, pero las luchas internas de la institutriz condicionan nuestra visión al no existir la presencia de un narrador omnipresente que nos cuente cualquier otra visión, pasado o descripción. Sin embargo, la narración en primera persona hace más oscura -sobre todo para el lector del siglo XIX- favorece a crear una atmósfera oscura, absorbente y oprimida en un caserón victoriano.
La obra, aun en la actualidad, permite múltiples visiones. ¿Qué sucede en esa casa?, ¿Los niños dicen la verdad?, ¿son tan maravillosos como parecen? ¿y tan malos? Los ojos de la institutriz cuentan lo que ven, pero su mente pone en problemas a las percepciones del lector. Henry James juega con nosotros hasta tal punto que en la actualidad se sigue debatiendo el significado del final, y si encuentras a otro lector de ‘Otra vuelta de tuerca’ no puedes reprimirte en comentarla, analizarla y buscar significado a una gran historia de fantasmas y de una casa embrujada.
Cuando concluye la obra te percatas de la gran atmósfera que a partir de las palabras, sin grandes planos cinematográficos y sin la necesidad de una banda sonora inquietante es capaz de construir el autor a través de una institutriz que tan solo iba a cuidar a unos niños modélicos en un lugar de ensueño. El mejor trabajo posible ¿o no?

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