Revista Opinión

La interminable chabacanería: Atentados a la gramática

Publicado el 10 septiembre 2018 por Liberal

Tengo 37 años y sé que desde hace ya muchos años, la vulgaridad, el mal gusto, la “familiaridad”, la informalidad, la inmoralidad, la relajación de costumbres en el nombre de la “libertad individual” (muy mal entendida en estos tiempos) hace estragos. Realmente, estamos viviendo en una de las épocas más convulsas en materia social desde la década turbulenta y nefasta de los años 60 del pasado siglo. El creciente extremismo que estamos viendo ahora con el “hembrismo” (que no feminismo), la cultura de supremacismo racista de todo lo que no sea de raza blanca, la exaltación de la vulgaridad sexual con “música” como el reguetón, el rock duro y canciones en general carentes de buen gusto – buen gusto entendido como algo que exalta la patria y los sentimientos nobles, no animales, no solo son fenómenos tremendamente preocupantes para los ciudadanos decentes, sino un síntoma de que “Occidente” ya está completamente degradado. Mirad a vuestro alrededor a los jóvenes típicos: a menudo drogatas, consumidores habituales de estupefacientes, tatuados, degradados, vulgares, individualistas a ultranza en detrimento de su patria y los intereses generales y lo que es peor, ignorantes de la cultura y la historia. No me va la mojigatería ni mucho menos el beaterio falso ni tampoco ese conservadurismo casposo tan propio de los hispanos. Pero una cosa no quita la otra y esto no tiene nada que ver con abuelitas ni gente que se escandaliza fácilmente. Es más, hoy no voy a hablar mucho de moral. Más bien, hablaré de una de las consecuencias de la vulgaridad imperante: los atentados patentes contra la gramática castellana.

Es evidente que tanto los medios supuestamente informativos (aunque yo soy más de la opinión de Trump con lo de “fake news”) como la relajación de las normas en las aulas, están degenerando poco a poco nuestra gramática, no ya por el hecho de desvirtuarla con una serie de modismos que, como es lógico, sólo le restan pureza, sino por hacer caso omiso hacia algunas disposiciones instituidas por la Real Academia, y cometer faltas de ortografía tan obvias y garrafales como lo son el empleo de letras minúsculas en los nombres propios de varón, ciudades, ríos, titulares, etc. Aquí en Estados Unidos no existe el concepto de la Real Academia – no sólo porque USA no es una monarquía, sino porque suele imperar, desafortunadamente, un espíritu ácrata que no permite el establecimiento de normas concretas para la lengua inglesa. Sin embargo, los hispanohablantes no tienen ninguna excusa para faltar al respeto contra las normas del castellano. No me importa si eres mexicano, salvadoreño, cubano, español o de Mavinga, vas a respetar las normas establecidas. Todas estas faltas, además de constituir una ofensa a la Real Academia, denota falta de seriedad y formación en todos aquellos que secundan estas modalidades, corroborándolas incluso con palabras como: “Hombre déjalo ya, no creo que con todo lo importante que está pasando en la política, nos vamos a centrar en poner faltas como si estuviéramos en siglos pasados”. No se trata de “volver al pasado” (aunque en muchos temas, sería genial…sobre todo en recuperación de soberanía, patriotismo y cierta moral de indignación ante la inmoralidad que la población general ha perdido). Pero, es indudable que este “pasotismo” actual infringe las reglas establecidas para el uso de las mayúsculas, y esta manera de proceder es ingramatical.

Otra cosa que tampoco comprendo es la manía, valga la frase, que tienen el 90 por 100 de las personas de escribir los meses del año con mayúscula. Los meses del año, en lengua castellana, son comunes y, por tanto, deben escribirse con minúscula; los diccionarios actuales así lo autorizan y éstos son infalibes, digan lo que digan los ácratas y otros payasos que piensan que no existe nada por encima de ellos, aquellos que se creen “interesantes” por ir cuestionando todo como si fueran unos eruditos reales y no unos “tocapelotas” más bien.

Esta disposición está en vigor desde hace más de 100 años y realmente no se comprende que aún no haya sido aceptada unánimemente.

En cuanto a los acentos de las letras mayúsculas es algo que pasa ya de castaño obscuro. Yo tengo por costumbre acentuarlas siempre porque lo considero muy correcto; sin embargo, ha habido personas que han tenido la osadía de reprenderme acerca del particular diciendo que es falta acentuarlas. Justamente, hace unos días aquí en Nueva York me encontraba por desgracia hablando con una vulgar turista española “low cost” (y no, no lo digo por clasismo, lo digo por su comportamiento). Por su aspecto físico de piel oscura casi magrebí y su dejadez al hablar, creo que era extremeña o andaluza. No perdí el tiempo preguntándole, pero ella leyó algo que yo había escrito y me dijo que unas palabras que claramente llevan acento “no la llevan” y me tachó de “anticuado” en voz alta. Yo, por educación y modales, no le llevé la contraria en ningún momento, pero ahora aprovecho la ocasión para recordarles o hacerles saber que un notable gramático de su día, don Luis Miranda Podadera dijo en una de sus amadas obras que toda letra debe acentuarse cuando le corresponda, aunque sea mayúscula. Creo, por tanto, que la cosa está muy clara y no hay por qué fluctuar acerca de ella.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, hemos de reconocer que la clásica ortografía está atravesando una larga crisis, influida, casi de medio a medio, por las ideas de los “modernillos”, de los hipsters, que, al parecer, quieren transformar nuestras concretas Bellas Artes en algo abstracto, amorfo…No obstante, ya lo dijo Galileo: “¡E pur si muove!” Estas mismas palabras, pero en otro sentido, pueden aplicarse al tema que nos ocupa.

Más atentados contra la lengua castellana: Muchas de las patadas contra la normativa lingüística no la comete solo el “vulgo”, sino también gente supuestamente “licenciada” y “culta” (cultureta, más bien). Ejemplos: “nunca es tarde si la dicha es buena” – realmente esto es un sinsentido, pues la “dicha”, implícitamente, TIENE QUE SER BUENA. Lo correcto es decir “nunca es tarde si la dicha llega”. También se prodiga bastante la frase “lapso de tiempo”, que es una redundancia y por ello una falta gramatical. Hace muchos años la palabra “innocuo” se escribía como le corresponde, con dos “enes”, pero, actualmente la mayoría lo escribe “inocuo”. Si nocuo es nocivo y anteponemos el “in”, que es negación, no veo por qué razón se ha suprimido una “n”. Otra barbaridad: “explotó una bomba” (este error lo cometen mucho los latinoamericanos, al tener su castellano un problema grave de anglicismos e influencia inglesa que no ayuda en nada al castellano correcto, pues las traducciones son incorrectas). No se dice, estimados latinoamericanos, “explotó una bomba”. En castellano correcto se dice “estalló una bomba”, pues el verbo explotar significa sacar utilidad, provecho o beneficio de algo (o alguien). No guarda ninguna relación con explosivos ni con EXPLOSIÓN. También se puede decir “explosionó”, máxime cuando existe un aparato que se denomina “explosor” y que tiene la finalidad de hacer estallar las cargas, desde larga distancia. Otra: el PLURAL de “cualquiera” es “CUALESQUIERA”.

Ahora pasemos a otro asunto que para mí tiene aún más importancia que todo lo tratado. Esto es, la creciente “profesionalización” de las universidades occidentales. Es evidente que desde los años 60, la población estudiantil se ha ido vulgarizando progresivamente. Cada vez más en España y otros países del entorno se nota el aumento de la infantilización, chicas y chicos tan “modernillos”, hipsters, desaliñados, “yeyes” como se decía antaño, incultos a más no poder…de aquellos graciosillos que te dicen “uyyy no me hables de usted, trátame de tú” o los que te dicen “no no hace falta que me llames Manuel, soy Manu”. En Inglaterra, ya lo dijo Antonio Blair…”you can call me Tony” (podéis llamarme Tony). A Margaret Thatcher sus enemigos (y algunos amigos) la llamaban Maggie, pero, ¿alguien se imagina a la propia Thatcher decir “podéis llamarme Maggie”? ¡Ni de broma! ¿Alguien se puede imaginar a Fidel Castro en una entrevista diciendo “tranqui, llámame Fidelito”? ¡Y un cuerno!

Estos hipsters vulgares, dominados por el histerismo, tienen una facilidad tremenda para escandalizarse. A pesar de que son unos ignorantes de tomo y lomo, se ofenden por cualquier cosilla políticamente incorrecta. Todo les molesta y carecen de análisis riguroso, pues quizá el análisis riguroso, racional, es demasiado “masculino”, demasiado “blanco europeo” para sus gustos tailandeses y otros exotismos. Estos hombrecillos y mujerzuelas son de los que se tiran de los pelos cuando oyen cantar a cualquier grupo de rock con melenudos y drogatas apátridas, de aquellos qu dicen “soy ciudadano del mundo”. Como bien dijo en su día la “premier” británica Theresa May, “si crees que eres ciudadano del mundo, no eres ciudadano de ninguna parte, no entiendes lo que signfica la ciudadanía”. En realidad, a estos ni siquiera les podemos llamar “compatriotas” porque sus excéntricos comportamientos antisociales y viciosos no les permite ser acreedores a esta distinción. Creen que esos peinados extravagantes “a la mode” hoy en día, o esas barbas sin afeitar ni siquiera cuidar, esas melenas tan comunes hoy en ambos sexos y esa ropa que les deja enseñar tanta carne les imprimen una aureola de cultura, de “dejadez” cultureta, y no se dan cuenta que esto precisamente es lo que demuestra su inmoralidad y su incultura.

En fin, como supongo que ésta no va a ser la gota que habrá rebasar el vaso, dejemos el tema. No quiero extenderme demasiado. Conste, repito, que no soy un “anticuado” y estoy muy enterado de las tendencias actuales. Tampoco digo no a una buena música con marcha moderna – al techno no le hago ascos, por ejemplo. Pero, a pesar de esta realidad, soy de los que piensan con la cabeza. ¡Ah! Quede bien claro que esto no es jactancia, sino equidad.


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