Revista Arte
La interpretación de otra realidad, el eco de su reflejo, la subjetividad, y el Arte.
Por ArtepoesiaLa parábola del Buen Samaritano se describe en el capítulo 10 del libro de Lucas el evangelista. En ella se dice que un hombre fue atacado por ladrones en un camino a Jericó. Por allí pasaron luego tanto un fariseo como un levita, ambos personajes relevantes social y religiosamente de Israel. Ambos no hicieron nada por el herido viajante, dejándolo de lado y sin reparar en él. Más tarde un samaritano, llamado así por ser miembro de una secta herética hebrea de entonces, por tanto menos relevante socialmente, fue el único que se detuvo, que le atendió, le tomó en brazos y le subió a su propia cabalgadura para salvarlo. El mensaje es profético: no hay más sorpresa, por tanto algo ajeno a la realidad, que aquella que se deriva de lo que no se supone que va a responder según sus características, según su naturaleza. Aquellos hombres prominentes, aquellos seres que representaban el modelo a seguir social y, por tanto, realmente, no eran ya así lo que se esperaba de ellos. No reaccionaron como debían haberlo hecho, no, sólo ésto fue llevado a cabo por el que menos se esperaba, el marginado social y religiosamente, el falsario, el que su realidad no correspondía con lo que, finalmente, él sí hizo.
Cuando el pintor Vincent Van Gogh tuvo una de sus crisis psicóticas, en 1890, que acabó durándole cerca de algunos meses, pocos éstos pero necesarios para seguir expresando toda su creatividad, no pudo ya recorrer los maravillosos campos del mediodía francés para inspirarse. Fue así como tuvo que elegir imágenes de otros creadores para poder plasmar en un lienzo toda esa necesidad interior. Así que eligió entonces una reproducción de un cuadro de Eugene Delacroix, El Buen Samaritano, pintado por éste en 1850. Pero, ahora, Van Gogh debía crear lo mismo sin embargo con toda su propia creatividad. Admiraba a Delacroix, quería homenajearlo, pero no podía pintar como él. Fue de este modo como Van Gogh confeccionó una imagen reflejada casi exacta del colorista autor romántico francés. Es un reflejo especular, reflejo de aquel cuadro de Delacroix que Van Gogh realiza ahora con su El Buen Samaritano, después de Delacroix, de 1890.
El semiótico italiano Umberto Eco escribió una vez que el espejo es un instrumento fiable que, sin embargo, no traduce la realidad, sino que la duplica a través de la reflexión de la luz. Pero ésta, la luz, puede ser reflejada además con un ángulo más inclinado, un ángulo que cambie sus ondas perpendiculares, que las distorsione, para transformar así el brillo, la textura, el trasfondo, el perfil, hasta el sentido opuesto de la imagen, y por supuesto su color. Y es ésto lo que consiguen los grandes creadores cuando alcanzan a duplicar, con Arte, sus homenajes a otros artistas. No se obtiene ahora una realidad, lo que se espera de ésta, es decir, lo mismo, no; lo que ahora se obtiene es otra realidad duplicada; es decir, otra cosa de lo mismo, pero que ni así nos explica nada, ni nos hace exactamente lo mismo: nos sorprende ya.
De igual forma, el pintor Paul Cézanne quiso, seis años después, sorprender con una representación de la Olimpia que Manet realizara en 1863. Este genial pintor preimpresionista consiguió entonces escandalizar con su Olimpia, una prostituta sofisticada recostada en su salón como si de una diosa griega se tratara. Pero Cézanne ahora, en un alarde revolucionario, como su propio Arte ya reflejará después en uno de los cambios más decisivos de la Historia artística, plasma su Olimpia Moderna, también reflejada ya especularmente. Pero no se conforma sólo con ésto, ahora Cézanne lo revuelve todo, lo cambia, lo transforma todo voluntariamente. Incluso, para dar un mayor motivo sorprendente, aparece el mismo autor sentado frente a su Olimpia, mirando el espectáculo de lo que él mismo recrea.
¿Qué hace que la realidad sea o no sea un reflejo de lo que vemos exactamente? ¿Es una interpretación de lo que vemos, aunque ésta sea una duplicación deformada de lo que existe? ¿Conseguimos traducirla verazmente? Los creadores nos demuestran, así, que lo que vemos y lo que entendemos con ello son dos cosas diferentes. En una, a veces, las más, no percibimos lo que es realmente. Nuestros prejuicios, como lo de aquel juicio evangélico de lo que se espera de algo, nos alteran la realidad según nuestro particular sentido de lo que vemos. El lago franco-suizo Leman, famoso por ser el más grande de Europa Occidental, ha sido reflejado en lienzos a lo largo de la Historia del Arte. Desde su lado suizo, desde la población de Chexbres, el pintor Ferdinand Hodler realizó su obra sobre el Lago Leman en 1905. Con su propia interpretación plasmó la imagen del magnífico paisaje. Pero, para entonces, el creador hizo su imagen de aquéllo que veía. ¿Era el lago Leman; o el lago, su reflejo, sólo fue entonces la excusa?
(Óleo del pintor Vincent Van Gogh, El Buen Samaritano, después de Delacroix, 1890, Holanda; Cuadro del pintor romántico francés Eugene Delacroix, El Buen Samaritano, 1850; Óleo de Manet, Olimpia, 1863, Museo de Orsay, París; Obra del pintor neoimpresionista Paul Cézanne, Olimpia moderna, 1869, Particular; Fotografía del Lago Leman desde Chexbres, Suiza; Óleo del pintor Oskar Kokoschka, Lago Leman con barco de vapor, 1957; Cuadro El lago Leman visto desde Chexbres, 1905, del pintor Ferdinand Hodler.)
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