Revista Psicología

La invasión de los cuerpos

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

Hace unos días leí esta noticia (en español, aquí) sobre el actor Reid Ewing –al que algunos conoceréis por su papel como Dylan en la serie Modern Family–, y debo reconocer que me impactó bastante. Este actor de tan sólo 27 años llevaba sometiéndose desde los 19 a operaciones de cirugía estética, intentando una y otra vez conseguir una cara perfecta, hasta que se dio cuenta de que el problema no era una cuestión de físico, sino que lo que sufría era un trastorno dismórfico corporal.

Jay-Haley-Dylan-modern-family-8936927-624-351Fotograma de Modern Family, en la que Ewing interpreta a Dylan, el peculiar e intermitente novio de Haley Dunphy.

¿Qué es el trastorno dismórfico corporal (TDC)?

Se trata de un trastorno psicológico, antes conocido como dismorfofobia, cuya característica principal es la preocupación excesiva por un defecto, ya sea imaginario o real, percibido en la imagen corporal propia. Este defecto (o estos, en muchos casos) puede ser referido a una parte concreta del cuerpo o de manera global, siendo la piel, el pelo y/o los rasgos faciales (ojos, nariz, labios, barbilla, etc.) las partes “afectadas” más comunes. Granos, calvicie, arrugas, asimetría, palidez, cicatrices… todas ellas son vividas con un gran malestar y niveles de ansiedad significativos en la persona lo que, a su vez, provoca el deterioro de su vida social y laboral hasta llegar, incluso, al aislamiento y a la exclusión social. En este sentido, Ewing habla en su artículo sobre aislamiento, secretismo, depresión y autodesprecio: “Me costó alrededor de seis meses volver a sentirme cómodo con el simple hecho de que la gente me mirara”.

Percepción exagerada
Una pequeña anomalía física como, por ejemplo, una mancha de nacimiento, alguna arruga o tener el tabique nasal ligeramente desviado, pueden suponer para las personas con TDC un gran problema y percibirse como algo mucho mayor y preocupante.

Este trastorno es más habitual de lo que se suele imaginar; aproximadamente el 1-2% de la población mundial (es decir, unos 70-140 millones de personas) reúne las características propias del TDC, así como constituye una enfermedad con una larga historia. De hecho, incluso Freud tuvo un paciente que lo sufría, el famoso caso de Wolf Man, quien fue tratado más tarde por Brunswick, que describía de la siguiente manera la situación obsesiva de este hombre con su nariz:

“Abandonó su vida cotidiana y su trabajo porque estaba totalmente absorbido, en detrimento de todo lo demás, por el estado de su nariz. En la calle, se paraba para mirarse en el reflejo de todas las ventanas de las tiendas; llevaba un espejo de bolsillo, el cual sacaba cada pocos minutos. Primero, se empolvaba la nariz; más tarde, se inspeccionaba y volvía a empolvársela. Entonces, se examinaba los poros, para comprobar si estaban haciéndose más grandes (…). Después, se volvía a empolvar la nariz, guardaba el espejo y momentos más tarde el proceso recomenzaba.”

Ilustración de Wolf Man.
Ilustración de John Dunbar Kilburn, inspirada en la historia de Wolf Man.


¿Es la cirugía una solución válida en estos casos?

Como Ewing, muchas personas que sufren TDC pasan por el quirófano en repetidas ocasiones y, por más retoques que se hagan, siempre quedan insatisfechos y siguen percibiendo “errores” en su imagen. De hecho, en la mayoría de los casos, la insatisfacción va en aumento, entrando en un bucle de operación tras operación. En este sentido, por lo tanto, el remedio puede llegar a ser aún peor que la cura.

Gemelos Bogdanov
Igor y Grichka Bogdanov, antes y después de la cirugía. Los gemelos Bogdanov son dos famosos expresentadores de la televisión francesa y conocidos científicos en el área de la Física Teórica. Ambos se han sometido a lo largo de su vida a numerosas intervenciones.

Asimismo, por lo general, los centros de cirugía estética carecen de mecanismos de detección de problemas psicológicos, así como de personal profesional de la salud mental, lo que conlleva que las intervenciones quirúrgicas se hagan sin ningún tipo de control previo. En su artículo, el actor explicaba:

“De los cuatro médicos que me operaron, ninguno contaba con pruebas de valoración de salud mental para sus pacientes, exceptuando cuando me preguntaron si tenía historial de depresión, a lo que respondí que sí, y eso fue todo. (…) Ninguno de los doctores me recomendaron consultar con un psicólogo sobre lo que claramente era un problema psicológico más que cosmético, ni tampoco me advirtieron sobre el potencial adictivo [de la cirugía].”

Actualmente, querer cambiar de nariz o hacerse implantes en los glúteos o en los pectorales es algo que se considera socialmente aceptable, por lo que el TDC pueden pasar totalmente desapercibido.

Al igual que Reid Ewing, muchas otras celebridades han reconocido haber sufrido TDC en algún momento de su vida, como es el caso de Miley Cyrus, Robert Pattinson, Brittany Snow o Uma Thurman. Todos ellos han hecho pública su situación para que otras personas pudieran sensibilizarse con este trastorno y tomaran conciencia de que, en definitiva, no se trata de un problema físico, sino psicológico, por lo que es fundamental que las personas que lo sufren busquen la ayuda adecuada y puedan, así, recuperar su vida de manera satisfactoria.

Referencias
Allen, A. y Hollander, E. (2000). Body dysmorphic disorder. Psychiatric Clinics of North America, 23, 617-628.
Brunswich, R. M. (1971). Pertaining to the wolf man: a supplement to Freud’s “The history of  infantile neurosis. Rev Psicoanalisis, 35, 5-46.
Phillips, K. A. (1991). Body dysmorphic disorder: the distress of imagined ugliness. American Journal of Psychiatry, 148, 1138-1149.
Veale, D. (2004). Bodydysmorphic disorder. Postgraduate Medical Journal, 80, 67-71.


La invasión de los cuerpos

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