La Isla de Pascua es uno de esos lugares cuyo nombre irremediablemente trae a la cabeza una imagen clara: los Moais. Uno puede imaginar que tal vez algún día, durante unas vacaciones, cuando se haya ahorrado lo suficiente, se hayan dejado los miedos al avión aparcados y se tome la firme decisión de decir sí, se presente en esa isla cara a cara con aquellas estatuas de grandes cabezas cuadradas, labios finos y nariz achatada.
Hace unos años tan solo me planteaba viajar a Berlín (un sueño cumplido), pero Isla de Pascua ni se me pasaba por la cabeza. Ahora que estoy por Chile era un destino que no podía perderme si tenía la posibilidad. Y lo acabo de cumplir.
Podría hablar mucho de Isla de Pascua, de sus misterios, de los Rapa Nui, de los paisajes, de lo verde que es todo y de la tranquilidad que se respira y que inspiran los habitantes de la isla, pero es difícil de transmitir. Solo puedo dar datos y mostrar fotografías, además de que durante este viaje de cuatro días he tenido cuatro revelaciones. Perdón, me he ido por el lado místico del asunto; cuatro aspectos que la Isla de Pascua presenta con claridad meridiana. Y no tiene nada que ver con los extraterrestres.
La Isla de Pascua es parte del territorio insular de Chile y está conformada por una única isla que tiene una forma triangular casi isósceles y casi con un ángulo recto. Los lados de este triángulo son de 16, 17 y 24 km de longitud, siendo el mayor el que forma una diagonal SW-NE, mientras que los otros dos lados se orientan hacia el N y el W. El punto más cercano a la isla es el territorio continental de Chile, a 3.700 Km, o lo que es lo mismo, 4 horas de avión en el que solo se ve la inmensidad del océano Pacífico. El siguiente lugar es Tahití, a 4.100 Km.
La Isla de Pascua se encuentra en Oceanía, técnicamente, y conforma uno de los vértices del triángulo imaginario de las islas polinesias, triángulo que completan las islas Hawái al norte y Nueva Zelanda al oeste.
La primera verificación de la que me di cuenta se ve al aproximarse con el
avión y no es otra que su origen volcánico. La Isla está formada por tres volcanes principales. Rano-Kao (al SW, estando al norte Hanga Roa, la única población de la isla), Poike (al E) y Terevaka (al N). Los dos primeros son los dos volcanes más antiguos, que emergieron hace entre 2 y 3 millones de años, formando dos islotes que no son otra cosa que la punta de un edificio volcánico que se asienta a 2.000 m de profundidad bajo el agua. Posteriormente emergió el Terevaka, hace 300.000 años, siendo un volcán en escudo que progresivamente fue aumentando en extensión hasta que se unió con sus dos hermanos mayores configurando la isla actual. Estos son los tres cráteres principales, pero más de 70 conos son visibles cuando se transita por la isla. El origen de los conos es un tanto controvertido, aunque mayoritariamente se piensa que son producto de un punto caliente, que fue formando una línea submarina de islas ahora bajo el océano Pacífico y que se alinean hacia el este, de modo similar a lo que ocurre con las Islas Hawái. Su última erupción datada fue hace 2000 años.La segunda verificación es que los primeros pobladores de la isla no eran para nada estúpidos. Además de tener un conocimiento certero del mar, un entorno con el convivían desde hacía muchos siglos (y que los aventureros europeos deberían haber envidiado), utilizaron el material rocoso de la isla con habilidad. Nunca, hasta la llegada de los occidentales, utilizaron herramientas de metal y se tuvieron que emplear con las obsidianas, escorias y tobas que conforman la isla. Un buen ejemplo es el poblado de Orongo, en las cercanías de Rano-Kao, donde planchas de roca fueron utilizadas para la construcción de las viviendas, única manera para soportar los vientos que soplan en esta zona alta de la isla situada junto al mar.
Pero sin duda los moais, inmensas moles de roca, atrajeron la inventiva de los pobladores. Utilizaron dos tipos de roca diferente para su construcción. El cuerpo central estaba construido con toba volcánica (algunas parecen ignimbritas), una roca fácil de tallar, pero también consistente y que procede de las faldas del Rano Raroku, al este. En estas faldas son visibles moais que no fueron transportados y algunos que quedaron sin acabar y que permanecen tumbados aún pegados a la masa de roca, tal vez esperando a que alguien los acabe y los lleve a su lugar.El otro material utilizado procede de Panu Pau, muy cerca de Hanga Roa.
Aquí hay una cantera de escoria o piedra pómez de color rojizo, y que era utilizada para los Pukaos que son los sombreros de los moais o tal vez la representación de su pelo.Pero no solo la toba dio vida a los moais. La traquita, una roca algo más dura, también fue utilizada para la talla de estas piezas, aunque solo un pequeño porcentaje de los casi 1.000 moais catalogados por los arqueólogos. Por cierto, no todos los moais son hombres. Hay algunos de mujeres, pocos, pero los hay.
La tercera verificación es la sobreexplotación de los recursos que sufrió la isla. Aunque haya palmeras, arbustos, grandes eucaliptos jalonando las carreteras y bosques que dan sombra, nada de eso existía hace unos siglos atrás. Los habitantes primigenios de la isla arrasaron con todos los árboles. El por qué es discutido y tal vez no se deba solo a la construcción de los moais, sino que las guerras entre diferentes tribus ocasionaran que los recursos se agotaran en una población que cada vez era mayor y que no tenía posibilidad de ir a ningún lugar. Esto que ocurrió en el pasado tal vez debería servir para pensar en la sobre explotación de recursos que sufrimos en la actualidad y de la que los Rapa Nui fueron los primeros habitantes en el planeta en sufrirlo en sus carnes.
La cuarta verificación, y última, es que
la evolución es real. Una de las enseñanzas de la evolución es que ante un entorno beneficioso, con alimento y espacio, las especies tienden a ser más grandes. En espacios menores y con menos alimento ocurre todo lo contrario. Con los caballos de la isla pasa esto. Sorprende verlos y que sus cabezas apenas lleguen a mi altura (1,72 m) y su cuerpo sean reducidos. Son caballos pequeños, pero como me dijo el dueño de las cabañas donde nos quedamos, eran los mejores para la isla. Su movilidad era mucho mejor que los grandes, como un caballo inglés que tenía allí que destacaba por su alzada, el cual era bastante torpe en los caminos pedregosos, pero que era bueno para largas distancias. ¿Pero quién necesita un caballo de largas distancias en una isla pequeña? Sin duda Isla de Pascua es un destino que no se puede perder si se tiene la oportunidad (y el dinero, claro) para ir. Todo en ella llama la atención y cualquiera que vaya la disfrutara a su modo, pero la disfrutara sin duda alguna. Y si encima te enseña algo, mejor que mejor.