Estuve en Yemen hace un par de años por unos días y me deslumbró la calidez y simpatía de sus gentes, haciendo que pareciera totalmente imposible que hubieran matado a siete españoles en un atentado unos meses antes. Yemen es un país que reune todos los problemas posibles: problemas demográficos, políticos, económicos, de recursos naturales, de violencia… Por lo demás es un país maravilloso que -con ciertas precauciones- recomiendo visitar encarecidamente. No en vano, dicen, que sin la inseguridad, atraería tantos visitantes como Egipto. La inestabilidad y el frágil equilibrio de poder son palpables. Hace unos días, Wikileaks reveló que EEUU bombardeó a los rebeldes del Norte con la complicidad del gobierno.
El motivo de mi vista a Yemen no fue turístico, al menos oficialmente. Trabajaba en la Oficina Comercial Española de Arabia Saudí y me encargaron un informe sobre el turismo yemení. Dado que no hay ninguna oficina de turismo ni departamento de turismo en ninguna parte, la visita resultó más bien infructuosa desde el punto de vista profesional. Sin embargo, desde el personal fue quizá el viaje que recuerdo con más cariño.
Allí me reencontré con Arif, un yemení que conocí en Arabia Saudí cuando hacía autostop (ésa es otra historia). Él me llevó en coche de excusión y arregló los pequeños sobornos que hacen falta para salir de la capital sin permiso (que no fue posible conseguir). Era una pelea constante para que me dejara pagar algo… en fin, la hospitalidad árabe en su máxima expresión.
Las fotos de ese viaje se pueden encontrar aquí.
Después de esta pequeña digresión, vamos a lo que nos ocupa. Hemos dicho que Yemen es un lugar cuya inseguridad limita el turismo, pero hay una excepción: la isla de Socotra. Se trata de un lugar mágico, patrimonio de la humanidad, donde hay especies autóctonas que parecen de otro planeta. Además, dicen que entre sus habitantes se escoden antiguos cristianos… ¿Cómo un lugar así no atraería multitud de turistas?
El gobierno de Yemen ha abierto las puertas a los turístas en los últimos años. Hoy se considera al turismo como un motor de desarrollo local y el número de visitas no ha dejado de crecer. Pero la batalla entre ganar dinero y preservar la biodiversidad genera preocupación sobre el impacto del turismo sobre su frágil medio ambiente.
La cadena Al Jazeera ha producido este pequeño reportaje la tensión entre sostenbilidad y beneficios inmediatos que sufren especialmente las islas de todo el mundo.