La ciudad industrial de Terrassa (a 30 km de Barcelona, España) acoge unas jornadas muy especiales todos los años para celebrar la visita de Albert Einstein al municipio en 1923. El eco de las ondas gravitacionales ha dado un carácter extraordinario a la IX edición de este encuentro, organizado por la Agrupación Astronómica de Terrassa y Planeta da Vinci en la Universidad Politécnica de Cataluña.
En 1923 Einstein ya era el científico más famoso de la historia, después de que se confirmara experimentalmente un aspecto de la Teoría de la Relatividad mediante la observación de las estrellas durante un eclipse. Y precisamente el día 11 de febrero de este año, se ha confirmado otra predicción de su teoría: la existencia de las ondas gravitacionales.
Por ello la organización de la Jornada tuvo que realizar cambios de última hora e introducir la ponencia de Carlos F. Sopuerta, del Instituto de Ciencias del Espacio para ayudar a entender las implicaciones de este histórico descubrimiento.
El profesor Sopuerta definió las ondas gravitacionales como “deformaciones en el espacio-tiempo generadas por masas en movimiento”, que cambian la geometría del espacio-tiempo en función de la amplitud de onda.
Para detectar ondas gravitacionales se necesitan masas en caída libre (no sometidas a otras fuerzas) e instrumentos de monumental precisión. La alteración del espacio-tiempo que ha detectado el instrumento LIGO equivale 1/1000 del tamaño de un núcleo atómico.
De la misma forma que hay diferentes tipos de luz, existen varios tipos de ondas gravitacionales según la frecuencia. Para detectarlas en la Tierra, su frecuencia no puede ser inferior a 1Hz, ya que las frecuencias inferiores se confundirían con los movimientos sísmicos. Para ello se ha construido un detector en el espacio, el LISA Pathfinder de la Agencia Espacial Europea, donde son pequeñas masas flotantes (en caída libre) dentro del satélite las que actúan como detector de las ondas gravitatorias.
El lanzamiento de LISA Pathfinder se realizó el 3 de diciembre de 2015 y ahora se encuentra a 1,5 millones de km de la Tierra. El equipo de Carlos F. Sopuerta del ICE de Barcelona ha diseñado varios dispositivos y sistemas de este proyecto, como el ordenador que controla el experimento (LPT), el sistema operativo o los sistemas de diagnóstico térmico y magnético .
La segunda ponencia la protagonizó Jordi Mompart, del Departamento de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona, que se centró en la aplicación tecnológica de las extrañas propiedades de la mecánica cuántica, como la superposición de estados y el entrelazamiento cuántico. Por muy abstracto que pueda sonar, los avances tecnológicos a partir de la utilización de partículas sub-atómicas ya se está llevando a cabo, y pueden suponer una verdadera revolución en campos como la criptografía, la computación cuántica y los relojes atómicos.
Isabel Fernández, de la facultad de física de la Universidad de Barcelona, hizo la última ponencia de la jornada, hablando de la construcción de los llamados “meta-materiales”: materia artificial creada en el laboratorio donde las partículas fundamentales son minúsculos circuitos (meta-átomos), con el objetivo de simular, por ejemplo, el comportamiento de la luz alrededor de un agujero negro. Las aplicaciones prácticas de los meta-materiales son tan increíbles como la posible futura consecución de la invisibilidad de la materia.
La investigación de los físicos que estudian el Universo no tiene pues una finalidad puramente teórica, cada una de las herramientas que crean tienen aplicaciones posteriores en la sociedad. Como dijo Jordi Mompart durante el evento: “cuando llevas la tecnología al límite, las aplicaciones salen por sí solas”.
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