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En Amado Nervo (1870‑1919) coexisten tres figuras recurrentes pero distintas que los años se han encargado de codificar: el poeta popular cuyos poemas se convirtieron en canciones de una cursilería ejemplar muy ad hoc para amas de casa; el escritor modernista de poco talento cuya obra no alcanzó a tocar ninguna de las fibras estéticas de su tiempo. Por último, el hombre de su siglo que practicó el ensayo y la crónica, la poesía y el periodismo, y sin embargo lo mataron las ideas recibidas en su infancia en el seminario donde le inyectaron y preceptos religiosos de baja estofa, que produjeron en él una miserable y pobre visión de Dios y de los seres humanos.Ninguna de esas tres imágenes le hacen justicia a la obra de un escritor que fue capaz de encarar la tradición -léase modernismo y otros movimientos fin de siglo-, asumirla con el único fin de trascenderla posteriormente. Basta acercarse a las etapas de la producción literaria de Nervo para comprobar su ascesis. La prosa fue su pasión y su gran afán perfeccionista; escribió cuentos y crónicas diversas, y uno de los textos que más lo definen, Juana de Asbaje (1910). Se trata de un libro que leyó Nervo en la Unión Ibero‑Americana de Madrid, el 28 de abril de 1910, como parte de los festejos del centenario de la independencia de México. En ese tiempo, explica Alatorre en su prólogo, un platillo exquisito de información y crítica literaria, "Sor Juana era conocida en México -y en todas partes- por las redondillas contra los Hombres necios, que ni siquiera hacía falta leer, pues muchos las sabían de memoria".Este libro, que ahora aparece con prólogo y edición de Antonio Alatorre, es sin duda un trabajo pionero, iniciador de la apreciación de la obra y la vida de sor Juana Inés de la Cruz, la gran poetisa del siglo XVII, que había sido menospreciada y poco entendida. En su mensaje inicial dice: "Queridos paisanos, Sor Juana es más de lo que ustedes piensan". Y Alatorre agrega: "Ningún mexicano, a lo largo de todo el siglo XIX, había lanzado ese esencialísimo mensaje". Y es que el siglo XIX olvidó rotundamente a Sor Juana. Muchas son las razones, ingratas unas, torpes otras, y casi todas provocadas por la "mira", el punto de vista de la crítica literaria, siempre tan frágil a las tesis aprobadas por mayoría. Nervo traspasó con su Juana de Asbaje esa línea de sombra. Hizo, entre otras cosas, un retrato agudo de la muerte de Sor Juana, la madrugada aquella del 17 de abril, "en que entre cuatro cirios y con un severo traje de mística golondrina, quedó, rígida, tendida, en la capilla del convento, la mujer siempre afable, siempre expresiva, movida siempre por una inteligente y afectuosa actividad; la mujer de grandes ojos luminosos, ventanas del genio, de fina nariz, de boca bella y pródiga en palabras de vida y de sapiencia, que con ágil y elegante andar recorría como una bendición los claustros; la religiosa en todas prendas superlativa; la mujer misteriosa que al nacer traía un alma ya muy vieja, venida de no sé qué mundos superiores, para la cual fue un juego aprender a leer a los tres años, embelesar a los ocho con su discreción y maravillar a los diez y siete con su ciencia!".Alatorre, que ha polemizado con algunos estudiosos de Sor Juana, gran erudito de los siglos XVI y XVII de la literatura española, ha hecho un trabajo minucioso con el libro. Así, lo pone al alcance no solamente de los especialistas sino de todos los interesados en la literatura, del lector común. Pero primero nos explica los motivos del olvido en que el siglo XIX sumió a Sor Juana. Un botón de muestra. Alatorre alude al "complejo de inferioridad" de la "mayor parte de los críticos mexicanos del siglo XIX, que en su condena del culteranismo se dejaban guiar siempre por lo que decían los españoles". A lo que se agrega la primera Historia de la literatura española escrita por George Ticknor, catedrático de Harvard, para quien Sor Juana fue "más notable como mujer que como poeta; nació en Guipúzcoa en 1651 y murió en México en 1695". Nadie se molestó en decirle a Ticknor, "señor, Sor Juana nació en Nepantla, cerca de Amecameca, ¡por Dios!".Con su estudio preciso y contundente sobre Sor Juana, Nervo abrió a los especialistas de la literatura del siglo XVII un amplio margen de discusión de los alcances y la dimensión de la obra de la monja jerónima, que aún sigue en pie. Inició además un tema de la opresión a la mujer, que el feminismo del siglo XX ha tomado como bandera. Dice Nervo: "La mujer de aquella época, en la Colonia sobre todo, de santos se daba si la enseñaban a leer, escribir y contar, medianuchamente siquiera". Más aún, subraya que en esa época atrasada "todo el mundo incitó a Sor Juana a versificar, a discurrir, a pensar, con excepción quizá del obispo de Puebla, don Manuel Fernández de Santa Cruz, quien con las enaguas de Sor Philotea de la Cruz le dijo las famosas palabras: 'Mucho tiempo ha gastado v.md. en el estudio de los filósofos y poetas; ya será razón que se perfeccionen los empleos y se mejoren los libros' ".El análisis de Nervo sigue paso a paso vida y obra de Sor Juana, la ubica, la relaciona con las costumbres, los hábitos y las lecturas de su siglo. En verdad, limpia la imagen de Sor Juana, un acto que era necesario después de un siglo XIX dedicado a menospreciarla o por lo menos a perdonarle algunos sonetos. Juana de Asbaje es una lectura que seguramente iluminó a los lectores de hace casi un siglo. Los tuvo que haber llevado por la vida de Sor Juana, señalándoles sus tropiezos, las presiones que recibió por su condición de mujer y monja, las rendijas que halló para no ceder y escribir, escribir. Hay libros interesantes por su información, guías para seguir a un autor y su obra, eruditos, profundos a fuerza de las reflexiones a que obligan al lector, entretenidos, refrescantes por su prosa clara. El de Nervo reúne esos atributos y se le agrega uno más, que me parece el más significativo: ser pionero en la valoración de sor Juana Inés de la Cruz, en un siglo que la había condenado a la retórica conceptista. Es un libro escrito, se ve claramente, con gusto, y este gusto lo transmite a sus lectores.Después de una búsqueda incesante por hallar, primero lo sobrenatural, luego lo "cotidiano poético", y sobre todo el amor que no llegó jamás, Nervo desembocó en el silencio. "De hoy más, sea el silencio mi mejor poesía". La purificación que deseaba no apareció por ningún lado, aunque sin darse cuenta la vivió mediante una rara expiación que hoy llamaríamos autocrítica. De su propia obra fue su propio verdugo. En su Juana de Asbaje dice:Cuando en mis mocedades solía tomar suavemente el pelo a algunos de mis lectores, escribiendo mallarmeísmos que nadie entendía, sobró quien me llamara maestro; y tuve cenáculo, y dizque fui jefe de escuela y llevé halcón en el puño y lises en el escudo...En la monja de Nepantla halló no solamente un talento capaz de iluminar la "oscuridad" de su tiempo sino de vaticinar el futuro. Fue su interlocutora a distancia, su encuentro con el artista que es condenado por los dictados de la demencia que conduce a las sombras. La siguió incluso en la última recta del camino; Sor Juana dejó de escribir y, presionada por el obispo de Puebla, "sor Filotea de la Cruz" renunció a sus lecturas. Entonces, dice su primer biógrafo, el padre Calleja, enfermóesta prodigiosa mujer, de no trabajar con el estudio. Así lo testificaban los médicos, y la hubieron los superiores de dar licencia para que, de fatigarse, viviese. Volvió a sus libros con sed de prohibida, poniéndose rigurosos preceptos de no entrar a celda ninguna, porque en todas era tan bien querida que no podía entrar y salir presto.Del aislamiento a la muerte sólo hubo un paso. Morir era igual a abandonar el conocimiento. Amado Nervo llegó también a ese momento, "estoy fatigado del alpinismo", y se plantó. Cuando la evoca, la llama "divina sombra", y esta divina sombra lo conquistó de manera absoluta como puede verse en Juana de Asbaje.Nervo hizo un libro que es ensayo, antología de opiniones diversas de la obra poética de Sor Juana, antología de los textos más rigurosos de ella, biografía mínima, recolección de materiales básicos, como el del padre Calleja, primer biógrafo de la monja jerónima. Nervo entregó un libro que sería siempre recordado por su cálida escritura con que la retrata. Los problemas que cita aún siguen vigentes: ¿cuál es el origen de Sor Juana? ¿Qué significado último es el de su obra mayor, Primero Sueño? ¿Por qué se "dejó morir"? Con gran sencillez, Nervo dice que la respuesta es "el más bello documento que nos queda sobre la vida de la gran monja, el espejo donde se copia su imagen gigantesca. Léanla quienes tengan amor a la Musa no Décima, sino única de aquel tiempo, a la más radiante figura de mujer que haya atravesado nunca por los panoramas de nuestra historia, a la que exclamaba, sin embargo, en la carta misma: '¿De dónde a mí tanto favor? ¿Por ventura soy más que una pobre monja, la más mínima criatura del mundo y la más indigna de ocupar vuestra atención?' ".No son pocos los méritos del libro que aquí se comenta. Basta decir que constituye la primera lectura total de Sor Juana en el siglo XX.Amado NervoJuana de AsbajeIntroducción y ediciónde Antonio AlatorreCNCAMéxico, 1994194 pp.Fuente: Realiado por:
Alvaro Ruiz Abreu. Escritor. Es autor de José Revueltas: Los muros de la utopía
Diponible en:http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=448242
Fecha de publicación: 01/04/1996