La gran pregunta a priori de la ya quinta entrega de esta saga que marcó una época era la de si Bruce Willis estaba por su edad en condiciones de meterse otra vez en el sufrido pellejo del gran John McClane. La respuesta es un rotundo sí. Willis no sólo está lejos de desentonar, sino que sigue siendo la socarrona percha perfecta para esa camiseta ensangrentada que tan buenos ratos ha dado al aficionado al cine de acción, y esto es lo único bueno de La jungla: un buen día para morir. Logrado el reto de ver al actor principal encarnar dignamente al carismático protagonista se antoja un infame desperdicio que el inexistente guión y el sesohueco predominante en la obra se esfuercen en evidenciar que McClane en realidad sobra, y está metido con calzador en el testigo que se le pretende ceder (cómo no, para qué vamos a inventar algo nuevo…) al retoño aventajado metralleta en mano, que digo sea de paso, no le llega a la suela de los zapatos a “papá” tanto en lo referente a lo interpretativo (complicados inicios para Jay Courtney) como en lo poco que el personaje luce cuando se le concede el peso del proyecto.
Y mira que era sencillo contentarme, porque siempre he pensado que una buena peli de acción tiene todo el mérito del mundo si nos hace pasar el rato, y soy fiel seguidor de Bruce Willis haciendo de antihéroe, pero el actor, además de leerse bien los guiones que le ofrecen, por mucho que tire la nostalgia, poco más puede hacer. Descansado me he quedado.
Dirección: John Moore. Título original: A good day to die hard. AKA: La jungla 5 / La jungla de cristal 5. Intérpretes: Bruce Willis (John McClane), Jai Courtney (Jack McClane), Sebastian Koch (Komarov), Rasha Bukvic (Alik), Cole Hauser (Collins), Yuliya Snigir (Irina), Mary Elizabeth Winstead (Lucy McClane). Guión: Skip Woods. Producción: Alex Young. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Jonathan Sela. Montaje: Dan Zimmerman. Diseño de producción: Daniel T. Dorrance. Vestuario: Bojana Nikitovic.