Revista Cocina
En los últimos tiempos asistimos a un fenómeno que para muchos puede caracterizarse como novedoso, que es la activa participación de la juventud en la política. Desde variados sectores se trata, la mayoría de las veces con poco rigor, de analizar esta situación, que despierta una marcada atención por parte de algunos y mucho resquemor por parte de los grupos reaccionarios del país.
Muchas veces por estos tiempos, la participación política es vista con recelo por la misma sociedad que estigmatiza a los jóvenes guiándose por los estereotipos que más repercusión mediática tienen, y que generalmente proyectan elementos negativos.
Como dijo Jaureche a perón cuando le hicieron una movilización y perón le dice mire está los gorilas se manifiesta encontra y Jaureche dice mire general esto está condenado al fracaso y pregunta el general por qué pregunta el general por qué no hay jóvenes
Hay que enfocarse en la juventud crear conciencia de justicia social comprometer a los jóvenes
Y demostrarles que las cosas no se resuelven uno a uno que se resuelven con el movimiento para que unidos organizados triunfaremos.Todo movimiento que no esté organizado y enfocado son una masa amorfa sin fin hay que hablar. A nuestros jóvenes instruirlos enseñarles
Como dije antes la organización vence al tiempo. Si bien esta aniquilación sistemática de una juventud politizada, armada y revolucionaria fue una de las características de la dictadura genocida, no hay que dejar de lado que hubo en esos años de plomo alguna resistencia por parte de jóvenes que se enrolaban o en prácticas de resistencia obrera (conformación de la CGT de los argentinos, por ejemplo) o en instancias vinculadas a algunos sectores de la iglesia (como las Comunidades eclesiales de base).
Con la llegada de la Democracia, se da un marco en el cual se resalta la existencia de una mayor predisposición en los jóvenes que en los adultos a participar en los partidos, sobre todo en aquellos que proponen proyectos políticos y económicos alternativos al modelo existente, lo que genera una fuerte pero corta participación política mediada por las instituciones tradicionales.
Ahora bien, estos cambios en la participación juvenil, no significan un reemplazo o recambio de las formas más institucionales de hacer política. En nuestro país, hemos visto que además de la vigencia de espacios más informales, en los últimos años se ha incrementado la participación de los y las jóvenes en partidos políticos o centros de estudiantes. Y además, mixturando formas de expresión diversas. El caso del movimiento estudiantil secundario refleja este movimiento. En 1983, en plena efervescencia por la recuperación democrática, los secundarios crearon sus centros de estudiantes y coordinadoras de la mano de identidades partidarias: la juventud radical, la juventud peronista, el partido intransigente o la “Fede” fueron algunas de las más paradigmáticas. En los noventas, la crisis de representación de los partidos impactó en las organizaciones de secundarios: los jóvenes contestaban y renegaban de las identidades políticas tradicionales que los habían “traicionado” (Obediencia Debida y Punto Final, hiperinflación, indulto, corrupción, aumento de la pobreza y desempleo, entre otros factores). En esa oportunidad, las identidades de tipo autonomista e independiente fueron hegemónicas y llevaron adelante nuevas demandas: no sólo se expresaron en contra de la Ley Federal de Educación y las políticas neoliberales, sino que llevaron adelante la protesta en contra de la represión policial hacia los jóvenes. Los casos de Walter Bulacio y Miguel Bru fueron renombrados, pero las campañas en contra de las razzias nocturnas y el gatillo fácil, eran cuestiones claves para el movimiento secundario. Aproximadamente desde 2008 los jóvenes volvieron a referenciarse y a participar en espacios partidarios. Esto no sucedió solamente en la juventud kirchnerista –aquella que fue tan mencionada tanto para denostarla como para hiper visibilizarla–, sino también, en otros espacios políticos como la juventud del PRO, la juventud socialista y las juventudes de izquierda. Estas expresiones polìticas engrosaron la cantidad de militantes, emprendieron acciones como grupos y se hicieron visibles disputando la categoría de jóvenes en la política. Otra vez, las organizaciones de secundarios se hicieron eco de este proceso y aparecen resonancias en el período 1983-1991.
En la actualidad, los jóvenes están viendo recortados o avasallados algunos derechos. Hace pocos días personal policial irrumpió en una escuela de Gran Buenos Aires, al mismo tiempo que, se multiplican las denuncias de abusos policiales contra los jóvenes pobres y aparecen denuncias sobre la no continuidad de planes educativos vinculados a la distribución de libros o computadoras. En contra de un consenso elaborado durante décadas en torno a la condena al Terrorismo de Estado, se levantan voces negacionistas e incluso vinculadas a la teoría de los dos demonios. La bandera de los derechos humanos y en particular la memoria de La noche de los lápices ha sido, desde el retorno democrático, una constante para las organizaciones de estudiantes secundarios. Además, el negacionismo no es una cuestión que afecta al pasado, sino que construye presente, es decir, cómo pueden ser visualizados los jóvenes y sus prácticas militantes hoy por algunos sectores.
Con todo ello queremos concluir dos ideas. Por un lado, la Argentina de hoy muestra un escenario donde aparece una acumulación de experiencias, trayectorias colectivas, memorias de formas de participación juvenil que mixturan formas más autónomas e informales con modos más “institucionales” de participar políticamente. Lo que podemos esperar hoy de los militantes secundarios no remite tanto a qué deberían hacer por ser jóvenes, sino a ver de qué modos esas luchas, formatos y demandas se reactivan o recrean o no en una nueva coyuntura, donde pareciera haber amenazas muy concretas para el cumplimiento de ciertos derechos fundamentales.
La irrupción de los jóvenes en la escena y debates públicos se da en un marco de época signado por la reformulación del rol de Estado y la reconstrucción de un poder político de contenido popular y democrático, en torno al cual la juventud deposita sus expectativas como ha ocurrido en distintos momentos del pasado argentino.
No se trata del “descubrimiento” sino, en todo caso, del retorno a la política, concebida como herramienta de transformación de lo dado y lo establecido.
“En este contexto, el desafío de la comunicación social es pensar cómo integramos la juventud a la política y cómo enfrentamos la idea que construyen los medios hegemónicos acerca de la ilegitimidad de la intervención de los jóvenes en la cosa pública y la supuesta manipulación que de ellos hacen los adultos”, destacó Saintout, quien agregó que “como Facultad, tenemos que trabajar ante una realidad contundente e impactante, que es que el 50 por ciento de los jóvenes se informan por la televisión, una televisión hegemónica que solo les muestra su propia agenda”.
La decana en su exposición se valió de los datos de la encuesta realizada en la ciudad de La Plata por el Centro de Opinión Pública de esta Facultad y publicada recientemente. Con más de 700 jóvenes
encuestados, la muestra revela que al 11 por ciento le “interesa mucho la política”; al 23 por ciento le “interesa la política”; y al 35 por ciento le “interesa algo la política”.
Solo a un 30 por ciento le “interesa poco”. Asimismo, el trabajo destaca que el 70 por ciento de los encuestados cree que la política tiene que ver en algo con ellos, opinión que es mayor aún entre la población universitaria.
Cada vez son más los jóvenes interesados y comprometidos con las discusiones de su tiempo y, en tales circunstancias, cada vez más imperiosa la necesidad de ampliar los espacios de participación e intervención juvenil. Convocados a hacer la historia, ellos han respondido. El desafío es, ahora, la interpretación y el compromiso frente a los nuevos actores de la cosa pública.
Como recordó la decana Florencia Saintout en el cierre de su intervención en el Jumic: “Rodolfo Walsh dijo que ‘Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante; y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”.