Mi relación con los “Objetos Sencillos” es un tanto peculiar.Por un lado, sé que no es posible que un mueble zapatero me haga dar la vuelta al mundo , que una nevera congele el tiempo , que una cafetera cante La Traviata o que un sofá se trague todo lo que se aposenta en él… Lo sé…
El pensamiento mágico —suponer que los objetos inanimados tienen sentimientos— es normal en un niño de cuatro años, pero no en un adulto , así que se supone que no debería sentir pena por una lámpara triste y abandonada.
Ni debería pensar que la lámpara me mira y me suplica…
Y por mucho que diga este tipo del final (que lo que da es miedo) , yo que he tirado una lámpara de flexo, sé lo que es. Ese inclinar la pantalla, hacia abajo, totalmente abatida… Cuesta mucho superarlo… Y es que les hemos creado un trauma a las pobres lámparas de flexo. ¿Os acordáis de la más famosa de las lámparas de flexo?
Acabo de saber que ha tenido un triste final. Con tanto saltito, mató a la pobre “i”…
Aviso : El final es muy duro.
Visto lo visto, antes de tirar la vieja lámpara de flexo, hablar con ella. Explicarle por qué lo vamos a hacer y que sepa que no es nada personal. Si aun funciona y sólo es una cuestión estética se le puede echar la culpa a este mundo consumista…
Siempre se puede encontrar a uno que le vea la gracia a la lámpara vieja. Se le llama “vintage” y listo. Si no hay posibilidad de recolocación, está claro que vamos a condenar a la lámpara al desmenuzamiento y posterior reciclaje.
Que así sea.