(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Dice Isabel Coixet que en la protagonista de “La librería”, su último film, hay mucho de ella misma. En primer lugar como mujer: esa mezcla de ingenuidad y de coraje, de bondad y de pasión, de idealismo y de aceptación pacífica de la realidad, parece definirla de alguna manera.
Y en segundo lugar como amante de la buena literatura: cuando en 2007 leyó la novela homónima que la británica Penelope Fitzgerald publicó en 1978, decidió que algún día la adaptaría a la pantalla grande. Una década después, el pasado 10 de noviembre, Coixet estrenó su película en España.
Fitzgerald utiliza a lo largo de todo el relato una fina ironía típicamente british que no siempre es fácil trasladar a la pantalla. De ahí que Coixet, autora también del guión, se haya permitido algunas licencias que compensen esta dificultad y beneficien al espectador. El resultado es una cinta con encanto, apacible, culta, de sabor agridulce pero con final esperanzador.
“La librería” está ambientada en 1959 y se centra en el personaje de Florence Green (Emily Mortimer), una joven viuda de guerra sin hijos que se instala en Hardborough, un pequeño pueblo de la costa británica. Florence tiene un sueño: abrir una librería en un histórico edificio local lleno de humedad y casi ruinoso. Es un sueño inspirado por su afición a la lectura y, sobre todo, por el permanente recuerdo de su marido al que amó tiernamente y con quien trabajó en una librería. Pero Florence no lo tendrá fácil, porque su proyecto chocará con los intereses de Violet Gamart (Patricia Clarkson), la aristócrata del pueblo, que intentará boicotear el plan de Florence. En el lado bueno contará con el apoyo del misterioso Mr. Brundish (Bill Nighy) y de la pequeña y espabilada Christine (Honor Kneafsey).
La interpretación de Emily Mortimer es de lo mejor de la película y a través de ella contemplamos a una Florence delicada y sensible, pero no débil; generosa frente a la mezquindad que le rodea, pero nunca resentida; decidida pero no impositiva; firme y a la vez serena. Jean-Claude Larrieu es el responsable de la espléndida fotografía, reconfortante en los cálidos interiores y naturalista en la representación de una climatología a veces desapacible, como un reflejo del trato que recibe Florence en Hardborough.
Cualquier proceso creativo tropezará con obstáculos, parece querer recordarnos Coixet, pero el noble esfuerzo por superarlos desarrolla nuestra propia humanidad; y al mirar hacia atrás quizá descubramos que no estamos solos, que hay otros que nos siguen...