Mi paisano Séneca viajó hace dos mil años a Grecia y en una colina del Peloponeso gritó: “Saludo a los dioses”, y añadió por la bajini: “Si los hay”.
Yo, esta mañana, mientras desayunaba me he enterado de lo de la “lista de Falciani”, de los dos mil y pico españoles que tienen y disfrutan de una cuenta cifrada en un banco de Suiza y se me ha ocurrido lo mismo: “Saludo a los españoles honrados”. Con el mismo añadido: “Si los hay”.
A pesar de que en esta lista está lo más granado de las élites hispanas de la política, el deporte o el famoseo de los últimos treinta años, yo creo que hay españoles honrados.
Esta lista ha ocupado la primera plana de periódicos de veinte países, casi todos los importantes que en el mundo son. Bueno, de todos no. En una apartada península de Europa, resistía el Asterix de la corrupción, y no figuraba en la portada de ninguno. Se nota cantidad quien paga a quien hace las portadas.
Tiene narices que este país se haya hecho un monumental recorte de derechos, culturas, enseñanzas y libertades, que millones de compatriotas sufran el desahucio, la inmigración forzada, pasen hambre física, que millones de niños tengan malnutrición y que estos dos mil hijos de la Gran Puta estén defraudando al fisco 44.000 millones de euros al año.
España es diferente. Aquí un presidente de Gobierno se asocia vía SMS a un delincuente y evasor y no pasa nada. Hoy, el presunto delincuente declara en una entrevista a una revista de actualidad que él creía que la difusión de un SMS así provocaría la dimisión en menos de 24 horas del presidente, como ocurre en cualquier país de nuestro entorno. Se equivocó. Aquí lo hacen “héroe electoral de la recuperación económica”.
Aquí tenemos un ministro de Hacienda que filtra con descaro datos confidenciales de un contribuyente y que se declara mudo, ciego y tonto para atajar un fraude fiscal de la magnitud del que un ex empleado de banca denuncia en medio mundo. Es decir que le interesa, bíblicamente hablando, más la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio.
Porque en su viga, la de su ojo, están ex presidentes, ex ministros, ex secretarios de estado, de su partido y del “otro” y no fuera que tuviéramos un disgusto.
Yo, que soy de tierra adentro, acabo de regresar de estar una semana de jubilado junto al sol mediterráneo. Allí, alejado de tanta inmundicia, alguien me dijo que si oía lo que cantaban las olas. ¿Cantan? Pregunté.
Si. Con la voz de Kathleen Ferrier, cantan el “Adiós” de Mahler.
Adiós.
Posdata: ¡Montoroooo, ¿estás ahí?!
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