"Este primer robo fue la prueba de que Buck era apto para sobrevivir en el hostil ambiente de las tierras del nortel. Indicaba su adaptabilidad, su capacidad para acomodarse a condiciones cambiantes, cuya carencia hubiera significado una muerte rápida y terrible. Y además indicaba la degeneración y resquebrajamiento de sus valores morales, cosa vana y un obstáculo en la despiadada lucha por la existencia. Todo ello estaba muy bien el sur, donde reinaba la ley del amor y el compañerismo y donde se respetaba la propiedad privada y los sentimientos personales; pero en las tierras del norte, bajo la ley del garrote y el colmillo, el que tuviera aquellas cosas en cuenta era un necio y mientras las respetase no podría prosperar."
La adaptación al nuevo ambiente no es fácil y está a punto de acabar con la vida de Buck en varias ocasiones. Pero de eso se trata, de sobrevivir, de comprender las leyes de la naturaleza, de aceptar el proceso de conversión a una existencia primordial basada en la norma implacable de matar para no morir. En un determinado momento de su historia, Buck encuentra a un amo noble, alguien que no le maltrata y su amor por este hombre se manifiesta de manera desmesurada, hasta el punto de que la venganza contra los indios que han provocado su muerte completará su proceso de reversión atávica, su transformación en un animal gozosamente salvaje, sediento de sangre y de poder y dotado además de la inteligencia que le ha proporcionado su dilatada experiencia entre todo tipo de seres humanos. Desde su llegada al gran Norte, el perro ha estado sintiendo esa extraña llamada que justifica el título de la novela:"(...) Le producía una gran inquietud y unos extraños deseos. Le hacía experimentar una vaga y dulce alegría y despertaba en él ansias y anhelos salvajes no sabía bien de qué. A veces se internaba en el bosque buscando la llamada como si fuera un objeto tangible, y ladraba apenas o con fuerza, según su humor. Hundía el hocico en el musgo del bosque o en la tierra negra donde crecía alta la hierba, y los densos olores lo hacían resoplar de gozo; o bien se acurrucaba durante horas al acecho, detrás del tronco cubierto de liquen de un árbol caído, con los ojos bien abiertos y las orejas muy erguidas, atento a todo cuanto se movía o sonaba a su alrededor. Puede que en esa actitud esperase descubrir la llamada que no lograba comprender. Aunque no sabía por qué hacía aquellas cosas. Se sentía empujado a hacerlas pero no reflexionaba en absoluto sobre ellas."
El primer gran éxito literario de Jack London es un libro magistral, uno de esos clásicos que se puede leer a cualquier edad y en el que se expone el pensamiento fundamental que jalonaría gran parte de su producción literaria: esa obsesión, basada sobre todo en su lectura de las obras de Herbert Spenser, por la supervivencia del más apto, que no se daba solo en la naturaleza, sino también en la vida en sociedad, como expresaría posteriormente en la también magistral Martin Eden.