Revista España

La llanura manchega. Paseo de la meditación - Herencia

Por Manchegas
En estas soledades todo puede suceder. Una bacía fácilmente es yelmo; la nada, Dulcinea. La soledad y el desamparo son levadura que crece mucho de los ensueños y metáforas”. Así definía Francisco García Pavón al paisaje manchego, y es que no existe paisaje más propicio para la magia, para los ensueños y como no, para los altos vuelos del espíritu, que el manchego.
Es por ello por lo que, comprende esta ruta en su paseo, un recorrido por lo más genuino de las tierras manchegas, durante el cual el viajero se adentrará en un mar de tierra, de colores y luces cambiantes, sustento de muy dispares caballeros, andantes y aventureros unos, hospitalarios y guerreros otros. Un paisaje cargado de paz, durante el cual la percepción de la naturaleza nos despoja de cualquier atadura dejando volar nuestra mente y espíritu hacia ese confín infinito, eterna frontera, en la cual se juntan cielo y tierra.
El km. 0 de nuestra ruta lo situamos en el inicio del Camino Alto a Herencia, también denominado como “Cañá la Arca”, antiguo camino vecinal que unía Herencia con la toledana población de Camuñas. Durante unos pocos kilómetros, el paisaje dominante es casi estepario, sin embargo, pronto cambiará tomando un cariz totalmente diferente al cruzar entre una de las muchas y características zonas de huertas que circunda la población de Herencia y que aportan una sorprendente nota de color al recorrido. Es en este momento donde podemos contemplar los pequeños y característicos cuartos de labranza manchegos, vestidos del blanco y azul añil, identidad de la región. A esta altura, si dirigimos nuestra mirada hacia nuestra derecha y la dejamos bucear en la inmensidad de la llanura manchega, podremos distinguir la silueta de Villafranca de los Caballeros, y más lejos todavía, los nuevos molinos de viento, esta vez sí, gigantes de nuestra era que giran arrogantemente sus aspas desde la lejana sierra de Villacañas.
Ya en el kilómetro 2’7 de nuestro recorrido, el camino se bifurca en dos, continuando nuestro caminar por el de la derecha. Sin abandonar en ningún momento el camino del Arca, nos iremos zambullendo poco a poco en un mar de tierra llena de matices y tonalidades, de formas y colores muy diferentes según la época del año en la cual nos encontremos, e incluso del momento del día. Así, si realizamos esta ruta durante los meses de invierno, predominarán los colores ocres, rojizos y marrones de los viñedos de Herencia, que extienden sus retorcidos brazos hacia la tierra. Si por el contrario recorremos estos parajes durante los meses de verano, sorprendentemente estaremos en un territorio cargado no sólo de ocres, sino también de mares de verde y dorado, color de la pámpana de la vid, tan característica de esta zona, pues no se ha de olvidar que La Mancha conforma la Denominación de Origen vitivinícola más amplia del mundo.
En el kilómetro 3’4 una nueva bifurcación se abre ante nosotros, de la que tomaremos el camino de la derecha, para afrontar en esta ocasión un pequeño repecho en el camino que nos elevará lo justo para que podamos apreciar la gran magnitud de la llanura manchega, divisando desde esta posición sorprendentemente privilegiada una basta extensión del territorio a nuestro alrededor, sólo detenida a nuestra izquierda por la sierra La Sevillana y las últimas estribaciones de los Montes de Toledo. Además, desde esta posición, y mirando al frente, se podrá divisar la silueta del Castillo de Consuegra, que alto y gallardo, como sede del Priorato de la Orden de San Juan en Castilla que fue, se levanta flanqueado por la protección de poderosos molinos.
Continuamos nuestro camino entre este mar de viñas hasta el kilómetro 6’9 donde tomaremos el carril que nos encontramos a nuestra izquierda, no sin antes apreciar en toda su magnitud la alta torre de la iglesia parroquial de Camuñas. Además, llegados a este punto, no podemos dejar de mirar la silueta del castillo de Consuegra, última oportunidad que tendremos de apreciar tan bella estampa, ya que a partir de este momento nuestro sereno discurrir toma un nuevo rumbo por el camino de Puerto Lápice a Villafranca, antiguo camino vecinal que une estas dos poblaciones.
Ya sin abandonar este camino, y siempre teniendo en nuestro horizonte las últimas estribaciones de los Montes de Toledo, así como los restos de molinos que coronan los pequeños cerros de uno de los núcleos cervantinos por excelencia, Puerto Lápice, lugar donde fuera armado caballero andante don Quijote de la Mancha, nuestros pasos nos conducirán hasta un conjunto de edificaciones conocidas como Casas de don Juan, claro ejemplo de arquitectura en tapial que con sus paredes blanqueadas nos acercan a un pasado no muy remoto en le cual las quinterías era una forma de vida. Justo en este punto, en el kilómetro 10 de nuestro andar, tornaremos de regreso a la localidad de la cual partimos, girando a nuestra izquierda, por el carril de Calceta.
A partir de este momento nuestro camino nos dejará nuevas imágenes de la Mancha, cuya horizontalidad sobrecogedora se extiende a nuestra izquierda, quedándose las denominadas Sierra de Herencia a nuestra diestra, y teniendo a nuestro frente la silueta de la alta y esbelta torre de la iglesia parroquial de Herencia que ahora se convierte en faro y guía de nuestro caminar. Por este nuevo carril también volveremos a encontrar nuevas muestras de arquitectura popular como la Casa Yanguas la cual dejamos a nuestra izquierda aproximadamente en el kilómetro 11’6 de nuestro peregrinar.
Por fin, en el kilómetro 14 ‘6, cerca ya de nuestra meta, una última bifurcación se abre ante nosotros, tomando el camino de la izquierda denominado Camino de la Casa Rantán, el cual no abandonaremos hasta el final de nuestro viaje, junto a la ermita de la Labradora, dedicada a la Asunción de la Virgen y en cuya cúpula interior se pueden admirar importantes pinturas murales.Fuente: Herencia

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