Dura y contundente la primera novela de Rainald Goetz (Múnich, 1954), publicada en Alemania en primera edición en 1983 (Suhrkamp), en la que subvierte los conceptos de locura y normalidad, o al menos difumina sus límites, y pone radicalmente en solfa el mundo de la psiquiatría en su país (y no solo en su país).
El autor muniqués conoce bien las interioridades del universo que recrea, y aprovecha este conocimiento para poner un espejo ante el desolador panorama de las clínicas psiquiátricas. Loco es una novela autobiográfica -uno de los pacientes se llama Goetz y su protagonista, Raspe, es, como el autor, un joven médico que inicia su andadura profesional en la especialidad de psiquiatría con idealismo-. Sin embargo, la realidad que debe afrontar es una práctica médica brutal con la que no se identifica, que le provoca absoluto rechazo y le desquicia progresivamente hasta el extremo de darse a la vida nocturna de ambiente punk, a las drogas y al alcohol, para abandonar finalmente la profesión y dedicarse, como el autor, a la cultura.
Dividido en tres partes - Alejarse, Dentro y El orden, el libro nos presenta una amplísima palestra de personajes representantes cada uno de otros tantos comportamientos anormales considerados socialmente como locura, así como diversos tipos médicos responsables de tratarlos. Goetz, como su alter ego Raspe también médico, se despacha a gusto con sus colegas que parecen diferenciarse únicamente entre sí por la especialidad psiquiátrica en la que pretenden alcanzar la fama. En común tienen un alto grado de ambición profesional, ridículos delirios de grandeza y una generalizada, alarmante y absoluta incapacidad para ver en el paciente al ser humano. La crítica de Goetz hacia este colectivo es implacable y va dirigida en primera línea a una medicina puramente fenomenológica, obsesionada por la clasificación, la enumeración de síntomas y la dosificación de fármacos. La pormenorizada descripción de algunas escenas, que protagoniza uno de sus miembros hablando ex cátedra a los estudiantes y en las que van desfilando varios pacientes como animales de feria en demostración de sus peculiaridades diferenciales, recuerda muy de cerca la actuación del personaje del doctor en el ' Woyzeck' del genial Georg Büchner. Goetz, como Büchner, se maneja muy bien en la construcción de sus personajes y, sobre todo, en el argot que caracteriza los diversos ambientes que retrata, preciso y conscientemente rayano a veces en la caricatura. Nadie ni nada en el mundo de la psiquiatría se salva de la envenenada pluma del autor: ningún personaje (salvo, quizá, Raspe), ninguna teoría, ninguna práctica. Los enfoques antipsiquiátricos están presentes para reforzar los ataques del autor al ejercicio convencional de la medicina en el área de la salud mental, pero Goetz no profundiza en su dibujo como alternativa. Tampoco salen bien parados los ambientes que se perfilan en las horas de ocio del protagonista. El tono nihilista es esencial y atraviesa toda la narración.
La novela no se lee únicamente como profunda crítica al sistema de diagnóstico y tratamiento de las así llamadas enfermedades mentales en la medicina occidental. Mucho más allá de esta lectura, el autor insinúa que es la sociedad la que está profundamente enferma y la locura una reacción sensible a tal enfermedad: "No soy una enferma mental, mi alma está enferma", afirma una de las pacientes, y en una conversación entre Raspe y su amigo Wolfgang, éste le recrimina: "La psiquiatría ayuda a sobrevivir a una sociedad que enferma a sus miembros, sobre todo psíquicamente. Tú curas a la gente que con su enfermedad reacciona adecuadamente ante las condiciones inadecuadas de su vida, sin otro propósito que volver a hacerle funcionar en sus antiguas condiciones nauseabundas".
En su primera novela, bien acogida por la crítica de su país, de la que el exigente crítico Marcel Reich-Ranicki afirmó en un acto de lectura por parte del autor: "Rara vez he oído un texto que contenga tanta vida", Goetz despliega una infinita gama de técnicas narrativas que alterna con una frecuencia y una agilidad que a menudo desconciertan al lector (voz omnisciente, fluir de la conciencia, monólogo en primera persona, en diversos registros, a veces cambiando bruscamente de situación sin previo aviso...). Su capacidad para la narración es indudable. Y usa esta capacidad para reforzar su intención de cuestionar los conceptos de normalidad y locura: la comparación entre los parlamentos de los supuestos enfermos y los de los especialistas que los tratan invita al lector a preguntarse quién es el loco y quién el cuerdo. Asimismo, las alusiones que se hacen a la asociación locura-creatividad-inteligencia-lucidez, sobradamente conocidos en la historia de la cultura (Nietzsche o, en nuestro contexto, Leopoldo Panero, entre tantos otros, contribuyen a reforzar este cuestionamiento.
El hecho de que Goetz dedique un capítulo entero, el tercero y último, a la nueva vida profesional que emprende su protagonista después de abandonar la psiquiatría, parece subrayar la intención nihilista general del autor, pues, si bien no se aclara si Raspe logra medrar o no en su tentativa, también el mundo de la cultura, que el autor conoce igualmente a fondo -Goetz es médico, dramaturgo, artista y escritor-, sale mal parado. Si bien los dos primeros capítulos se dejan leer en clave supranacional por su remisión a la medicina practicada en general en occidente, el tercer capítulo presenta mayor dificultad para el lector no alemán, pues las referencias a personalidades y revistas culturales de diversa índole son específicamente alemanas.
El libro contiene algunas ilustraciones del propio Goetz en blanco y negro, que acentúan el gesto pesimista y nihilista del autor.
Tres años después de su aparición en Alemania, la novela alcanzaba su decimotercera edición.
Rainald Goetz ha sido galardonado posteriormente con importantes premios literarios alemanes, entre ellos el prestigioso Georg Büchner. Loco es la primera novela del autor que se publica en España.
Rainald Goetz,
Traducción de Eduardo Gil Bera
Sexto Piso, 2016, 315 págs.