La lucidez de la locura (reseña de El poeta y los lunáticos de G.K. Chesterton)
Firma invitada: Gerson E.A. Arenivar (@arenivar)En realidad, ¿qué es la lucidez y qué es la locura? Tal vez Gabriel Gale, el nada práctico personaje central de la obra de Chesterton, tenga la respuesta al sugerir que “un loco de verdad es el que pierde el camino de regreso a su casa y jamás lo encuentra”, por lo que si seguimos encontrando nuestro camino de regreso, es probable que seamos lúcidos aunque la gente nos tenga por locos.
'El poeta y los lunáticos'
G.K. Chesterton
Editorial: Valdemar
Solo en el primer relato es un verdadero loco (en el sentido común de la expresión) el que está a punto de cometer un crimen. Pero no quiero quitar al lector el gusto por descubrir que, aquellos que los hombres estimamos como respetables, a veces, están más cerca de la locura de lo que imaginamos, o que nosotros mismos podemos estar a punto de dar el salto. Algunos pocos se salvan, como Phineas Salt, el “hombre que se volvió cuerdo” o el reverendo Herbert Saunders quien fue “Dios, al menos durante unas catorce horas”; pero, la mayoría pasa la línea sin darse cuenta si quiera.
'El poeta y los lunáticos' nos confronta a nosotros y a nuestras sociedades (al fin y al cabo todos nos parecemos más de lo que acertamos a admitir). Basta con mirar a nuestro alrededor y reconocer que en la cordura representada por políticos, economistas, científicos, psiquiatras y psicólogos, etc., en realidad se esconde la más despreciable locura, la de creerse sensato. Bien diagnostica Gabriel Gale, en el último relato, al doctor que quiere meterlo a un manicomio al decir: “Es usted capaz de encontrar anormal cualquier cosa, precisamente porque no es usted normal”. Y ese diagnóstico es el de nuestro mundo en general. Al final, solo podemos confirmar la suposición de Gale de ser “el único hombre cuerdo”.
Quiera el lector tomarse unos minutos para disfrutar de esta obra. Y si echa en falta algo de romanticismo, al leer este libro es posible que vea la utilidad de ponerse de cabeza alguna vez y contemplar al mundo desde esa nueva perspectiva, porque quizás así encuentre a su propia lady Diana Westermaine. ¿Acaso no nos vendria bien un poco de esa locura?