Trazamos un plan para involucrar a las niñas a nuestras vidas y hacerlas partícipes de todas nuestras decisiones como pareja. No hacíamos nada sin que ellas estuvieran de acuerdo. Hice de sus fines de semana los más divertidos para que siempre se animaran a venir y compartir con su papá. Siempre les pedí que no me vieran como su madrastra sino como una amiga.
Han pasado once años y esas niñas ya son unas mujeres de 17 y 18 años. Ahora compartimos menos porque -obvio- ahora tienen otros intereses. Sin embargo, puedo decir con orgullo que todos los esfuerzos y sacrificios valieron la pena.
Jamás tuve un encuentro de mal gusto con las niñas. Quizás porque soy hija de padres divorciados y conozco lo que se siente cuando papá y mamá rehacen su vida y forman otras familias.
Si estás pasando por ese proceso te recomiendo que:
- no presiones a los hijos de tu pareja
- dale el espacio que necesitan para procesar los cambios
- hazte invisible cuando ellos estén en la casa
- permite que tu pareja salga solo con ellos de vez en cuando
- hazlos parte de las decisiones que tomen y que los afecte a ellos
- nunca los confrontes
- canaliza tus preocupaciones con tu pareja
- conoce sus intereses y envuélvete
- habla con tu pareja para que desde el principio te de tu lugar
No todas las madrastras somos como las del cuento de Blancanieves.