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La madre de sus pueblos, María Teresa de Habsburgo (1717-1780)

Por Sandra @sandraferrerv

La madre de sus pueblos, María Teresa de Habsburgo (1717-1780)

María Teresa de Austria fue uno de los más destacados miembros de la Casa Real de Habsburgo. Se enfrentó a media Europa para defender sus derechos al trono del debilitado conjunto de estados que formaba el “imperio” austriaco; afianzada en el poder, realizó importantes reformas en sus territorios; defendió el catolicismo, siendo una auténtica reina de la Contrarreforma; y tuvo doce hijos muchos de los cuales sirvieron para mejorar las relaciones políticas y diplomáticas de la Casa de Austria. Al final de sus días, una reina entrada en carnes por causa de la edad y de sus múltiples embarazos, era querida por sus súbditos, quien siempre la recordó como la “matrona” de sus pueblos.

Heredera de un imperio inexistente

A principio del siglo XVIII, la monarquía austriaca, con la Casa de Habsburgo al frente, aglutinaba un gran número de territorios en el centro y este del continente, abarcando cerca de 600.000 kilómetros cuadrados entre los que se encontraban los países hereditarios alemanes, Bohemia, Moravia, Silesia y Hungría. Esta amalgama de estados, a pesar de tener al frente un Emperador nominal, no era un imperio real.

En 1711 moría el emperador José I. Según la llamada disposición leopoldina, dictada en 1703 por el anterior emperador Leopoldo I, el sucesor debía ser el hermano del difunto José I, Carlos VI. Así, el antiguo enemigo de Felipe V en la guerra de sucesión española, subía al trono de la casa de Austria.

Una vez nombrado emperador, Carlos VI decidió abolir la ley de su padre y luchó por la aprobación de la Pragmática Sanción conseguida en 1713. Según esta nueva ley sucesoria, además de declarar indivisibles los territorios de la Casa de Austria, defendía el derecho al trono de cualquiera de sus herederos aunque fueran mujeres. Como si hubiera sido una decisión premonitoria, Leopoldo, su único hijo, moría en 1716 y Carlos VI sólo tendría dos hijas más, María Teresa y María Ana.

Carlos VI dedicó toda su vida a recibir la garantía, por parte de las grandes potencias, de que aceptarían a su hija como heredera legítima.

Un marido poco poderoso

Mientras el emperador estaba en esta tarea de garantizar su decisión dinástica, también se dedicó a buscar un marido adecuado para María Teresa. El elegido fue Francisco Esteban de Lorena, primo segundo de María Teresa. El elegido no tenía demasiado poder dentro del imperio y tampoco una gran personalidad política, así que era el adecuado para su hija, considerada por él la futura emperatriz.

El matrimonio tuvo lugar en 1736. María Teresa tenía entonces 19 años, Francisco 28. Durante 29 años, fueron una pareja feliz, que se entendió a la perfección en lo político y en lo personal. María Teresa lloraría sinceramente la muerte de su esposo acaecida en 1765. Hasta su muerte llevaría un riguroso y sentido luto.

Francisco de Lorena no destacó nunca como gran estadista ni como hombre de Estado. Pero María Teresa supo sacar partido de la mejor virtud de su marido: las finanzas. Francisco consiguió sanear las cuentas de la dinastía consiguiendo por primera vez en mucho tiempo que la Casa de Habsburgo fuera rica a nivel monetario.

Largo camino hacia el trono

El 26 de octubre de 1740 moría Carlos VI convencido de que toda Europa iba a aceptar a su hija como su legítima heredera. No fue así. Rápidamente se creó una poderosa y amenazante coalición formada por Prusia, España y Francia que defendían los derechos dinásticos de los electores de Sajonia y Baviera quienes estaban casados respectivamente con María Josefa y María Amalia, ambas, hijas del emperador José I y relegadas de la línea sucesoría por su tío Carlos VI.
La guerra de sucesión había empezado. María Teresa perdió el preciado territorio de Silesia a manos de Federico II de Prusia pero tras la paz de Aquisgrán en 1748 conseguía afianzarse en el poder y ratificar el nombramiento de su esposo tres años antes como emperador.

Las reformas de la emperatriz consorte

A pesar de que exteriormente, María Teresa era emperatriz consorte y sólo reina de derecho de Bohemia, Hungría y archiduquesa de Austria, en el interior de sus dominios fue una emperatriz de facto.
En cuanto terminó la guerra, María Teresa inició una serie de reformas tendentes a la centralización de sus estados, a las mejoras de las finanzas y a un incremento notable de su poder frente a las otras potencias europeas. La reorganización del ejército fue una de sus principales preocupaciones.
En el ámbito religioso, la soberana, fervientemente católica y defensora de la Contrarreforma,  defendió a ultranza su fe en detrimento de otras creencias. Aun así, no tuvo reparos en limitar el poder eclesiástico en el ámbito del estado.

Soberana y madre

Entre 1738 y 1756, María Teresa dio a luz a cinco varones y siete mujeres. Una extensa prole que llenó de alegría las estancias del palacio de Schönbrunn. La reina compaginó a la perfección sus tareas políticas con su papel de madre, en el que gustaba ser retratada. Y también gustaba de ver a sus súbditos quienes veían en María Teresa una “matrona” de todos sus pueblos.
María Teresa aprovechó su extensa descendencia para afianzar su linaje y establecer importantes alianzas políticas con otras potencias europeas. Así, María Antonieta, sería la última reina de Francia; María Carolina casaría con el rey de Nápoles; María Amelia se convertiría en duquesa de Parma, y así con la mayoría de sus hijos.

Corregente de José II

En 1765, tras la muerte de Francisco de Lorena, su hijo José era elevado al trono imperial como José II. Desde entonces hasta su muerte ejercería una importante corregencia en el gobierno de su hijo.

Descanso eterno en la Cripta Imperial

En 1780 moría María Teresa, una mujer inteligente, culta, decidida y alegre; una mujer que luchó con valentía por lo que creía suyo por legítimo derecho y que trabajó durante toda su vida por el amor a su patria y a su pueblo.
Desde entonces descansa en la magnífica Cripta Imperial de los Capuchinos de Viena en un fastuoso sarcófago junto a su esposo. A sus pies, la tumba de su hijo José II. A su alrededor, un gran número de miembros de la familia imperial de los Habsburgo.

 Si quieres leer sobre ella

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El imperio de los Habsburgo, Jean BérengerGénero: Ensayo
Un indispensable recorrido por siete siglos de dominio de la Casa de Habsburgo


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