Este artículo es un homenaje a todas las madres y a la Madre de todas ellas: nuestro planeta.
Describir lo que nos hace sentir una madre es difícil. Hubiese querido hacerlo para introducir este pequeño discurso, pero las palabras parecen como el humo que se esfuma cuando tratas de tocarlo. Al instante en que mi mente las tantea, vuelven a desaparecer. ¿Y qué siente mi madre por mí? Puedo tratar de ponerme en su lugar. Pura empatía. No resulta sencillo, pero para eso está la imaginación.
Me convierto por un instante en el ser que me dio la vida y comienzo a sentir. Ahora, desde la posición de mamá, descubro lo que quiero por encima de todo: quiero que todos mis hijos sean felices. Esta es la máxima aspiración para mí como madre, poder ver y sentir esa inmensa alegría que se expande desde lo más profundo de mis retoños. No estoy en posición de enseñarles una sola verdad, pues no conozco el absoluto, pero intuyo que existen caminos que conducen a sentir bien dentro la maravillosa experiencia de estar vivos. Así que comienzo a decirles, con mucho amor, lo que tengo que decirles.
Les digo que sus esfuerzos se dirijan siempre a lo que aman, pues no hay empeño más noble; que no se aíslen de mí, pues yo estoy para acompañarles y apoyarles; que caerse es una ley, y levantarse un arte; que se alimenten como es debido, pues somos lo que comemos; que el aire hay que sentirlo, pues es lo que nos mantiene en este jardín. Les digo también que respeten y cuiden de sus hermanos, y que sean gentiles y amables porque al mundo hay que enseñarle nuestra mejor cara. Les digo que yo quiero amarles y eso hago, y que no importa lo que ellos hagan porque siempre estaré ahí, esperando con los brazos abiertos. Sí, yo creo que mamá diría algo así.
¿Qué diría entonces la Gran Mamá, la Madre de todas las madres, la fuente de toda la vida que nos rodea? Diría lo mismo. Exactamente lo mismo. Ya nos lo susurra, cada día, y sus latidos son puro amor por cada conciencia. Gaia dice sonriendo que nos amemos y respetemos, y sueña con el día en que todos sus hijos están unidos de nuevo poniendo fin a una competición descabellada. Ella quiere que nos cuidemos, que hallemos armonía en nuestro camino, y que ese camino tenga corazón. Cree en nosotros por encima de todo, porque sabe mejor que nadie quiénes somos. Nos hemos apartado de Ella, pero espera impaciente que volvamos a casa. Como cualquier madre, ofrece su amor sin condiciones, sin retribuciones; ella simplemente ama porque no sabe hacerlo de otro modo. La Gran Madre quiere para sus hijos lo mismo que cualquier madre.
Y a veces también llora, aunque suele hacerlo a escondidas, como todas las madres. Pero ya dije que tenemos imaginación. Imagina a mamá llorando. Ahora toma conciencia de que está en tu mano detener su llanto. Ya no sirven las excusas. Cada hijo del planeta tiene en sus manos una enorme responsabilidad. Mahatma Gandhi decía: “casi todo lo que haga será insignificante, pero es muy importante que lo haga”. No podemos seguir esperando que alguien haga algo: tenemos que hacer algo. Tenemos que aprender a amar a Mamá como ella nos ama a nosotros. El momento es AHORA.
¿Qué vas a hacer AHORA para cambiar el mundo?