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La madre del cine

Publicado el 03 julio 2021 por Snow30759

 La identidad del primer virtuoso que consiguió encapsular la vida en un celuloide siempre se ha visto disputada entre los hermanos Lumiére, quienes fueron los primeros en hacer una proyección cinematográfica y Tomás Alva Edison, inventor del primer proyector; sin embargo un nombre femenino casi desconocido se añade a esta mezcla de creadores del séptimo arte.

 Alice Guy Blaché no fue ni siquiera contemplada como autora de las artes cinematográficas hasta bien avanzado el siglo XX, y su nombre junto a las enormes contribuciones que realizó a los cimientos del cine son mayormente desconocidos.

  La historia:

 La intención de los hermanos Lumiére con su invención era meramente recoger los testimonios de la vida a su alrededor, documentarlos desde un acercamiento científico, sin embargo la perspectiva de Alice iba más allá y fue quien sentó las bases de la ficción cinematográfica y convirtió al cine en un instrumento para contar historias. Con este propósito se desempeñó como guionista y se trasformó en la primera directora de cine del mundo.
Nacida en 1873 en un pequeño pueblo francés, Alice heredó la pasión por las letras y las artes de su padre, quien se desempeñó como escritor y editor hasta su muerte. Al fallecer el patriarca de la familia Alice toma su sitio, trabajando como mecanógrafa y secretaria para mantener a su madre y sus cuatro hermanas. Mientras se desempeñaba como secretaria para un innovador fotógrafo, inmerso en el naciente mundo del cine, conoce a Louis Lumiére y a todo su equipo de cinéfilos comprometidos y devotos creyentes del nuevo invento.  
La madre del cine

Deslumbrada entre proyectores e irremediablemente enamorada del nuevo arte, Alice pide a su jefe la oportunidad de realizar su propia película, éste accede y así nace su primera obra: " El hada de los repollos", adaptación de un popular cuento europeo, y a pesar de que los Lumiére vaticinaban su fracaso, precisamente por tratarse de una obra de ficción, el proyecto fue un éxito rotundo y la talentosa francesa fue nombrada productora en jefe de la compañía y en 1906 rueda una nueva entrega titulada " La vida de Cristo" filmada en exteriores reales y con la participación de más de 300 extras. Un año más tarde conoce a Herbert Blaché, un camarógrafo que trabajaba para la misma compañía y quien poco tiempo después se convertiría en su esposo. Juntos viajaron a Estados Unidos en 1910 y cuando su primer hijo tenía solo meses de edad, Alice creó el mayor estudio cinematográfico, predecesor de Hollywood: " The Solax Company" y mientras cargaba un segundo bebé en su vientre dio a luz a otro importante referente en la historia del cine, el estudio "Fort Lee", bajo el eslogan "Be natural". Durante estos años la dotada Alice Guy produjo tres películas a la semana, alcanzando un total de mil films que variaban en técnicas y temáticas. La mismísima Metro Golden Mayer distribuyó sus películas hasta 1918. La gran carga de trabajo sumada a sus aplastantes responsabilidades maternas la llevaron a ceder a su
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esposo el poder de Solax, convirtiéndolo en director para ella dedicarse enteramente a escribir y cuidar de sus pequeños. Poco tiempo después Herbert la abandonó junto a sus hijos y salió corriendo tras la falda de una actriz más joven. Ahogada por las deudas Alice se vio obligada a subastar todas sus posesiones y regresar a su natal Francia, nunca más volvió a dirigir. A los años regresó a New Jersey con su hija,  donde pasó los últimos años de su vida. En 1968 murió Alice Guy, residiendo en un asilo de ancianos, desprovista de todo reconocimiento, con el corazón roto, olvidada y despojada de sus obras por sus propios colegas y su exmarido, quienes se atribuían inescrupulosamente la autoría de sus películas. Hoy se trata de reivindicar su  figura, la incalculable importancia de su trabajo en la Industria Cinematográfica y sacar su nombre de las injustas sombras, donde yace junto a tantas mujeres virtuosas, robadas de sus logros e indignantemente borradas de los libros de historia, que deberían narrar sus magníficas historias. 
  

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