
Concepción Arenal Ponte nacía el 31 de enero de 1820 en El Ferrol, en el seno de una familia acomodada con ideales liberales. La prematura muerte de su padre cuando contaba con nueve años de edad marcaría a Concepción para siempre. Ángel Arenal Cuesta, un sargento del ejército, ingresó varias veces en prisión por posicionarse en contra del absolutismo monárquico de Fernando VII y fue en una de esas ocasiones en las que cayó enfermo y falleció.
Su viuda, María Concepción Ponte marcharía a vivir con sus tres hijas a Armaño, en el valle del Liébana donde vivía su suegra. En aquel período de su vida, Concepción perdería a otro miembro de su familia, a su hermana pequeña Luisa. En 1835 su nuevo destino sería Madrid, donde su madre decidió formar a Concepción y su hermana Antonia en los entresijos de la buena educación de las señoritas. Una educación que fue más que insuficiente para las aspiraciones intelectuales de Concepción quien estudió por su cuenta todo lo que pudo mientras empezaba a enfrentarse con una madre anclada en las costumbres que no veía en absoluto con buenos ojos que su hija quisiera formarse como si de un hombre se tratase. Cuando en 1841, tras el fallecimiento de su abuela paterna y de su propia madre, Concepción se hizo con la herencia de la familia, estuvo en disposición, al menos económica, de realizar su sueño. Así, vestida como un hombre, se coló en las aulas de derecho de la universidad. Y, a pesar de que no pudo conseguir ningún título, algo totalmente inaceptable en aquellos tiempos, si que pudo aprovechar al máximo su presencia en la universidad. Aquellos años fueron también beneficiosos para su vida sentimental. Fernando García Carrasco, al que conoció en las clases de derecho, no sólo se convirtió en su marido en 1848 sino que fue un fiel compañero que apoyó sus ideas progresistas y sus anhelos de romper más de una barrera social. Sus años de matrimonio, además de darle tres hijos, uno de los cuales fallecería a muy temprana edad, fueron días de enriquecimiento intelectual mutuo. Concepción asistía vestida como un hombre a las tertulias en las que participaba su esposo con el que, además, colaboró en el periódico liberal La Iberia. En 1857 Concepción Arenal sufrió el duro golpe de perder a su marido y fiel compañero. Viuda y con dos hijos, marchó a vivir a Potes donde conocería a un músico y compositor llamado Jesús Monasterio quien con el tiempo se convertiría en su nuevo compañero. Fue Jesús quien despertó en Concepción su interés por la ayuda activa a los demás. El violinista había fundado en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl y animó a Concepción a organizar su rama femenina. La Beneficiencia, la Filantropía y la Caridad, escrita en 1860 será su fruto teórico que recibirá el premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas quien en un primer momento creyó haber dado el galardon a un hombre, pues Concepción había firmado con el nombre de su hijo de diez años. Descubierta la mentira, la academia tuvo que rendirse a la evidencia de la calidad del texto de Concepción. Aunque fuera una mujer quien lo hubiera escrito. A partir de entonces, Concepción Arenal siguió escribiendo textos relacionados con la necesaria ayuda a los más desvalidos y trabajando en mejorar su situación. El 4 de abril de 1864 y a instancias de la propia reina Isabel II, Concepción fue nombrada Visitadora de Prisiones de Mujeres y más adelante, en el 68 Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres. Además de escribir ensayos explicando las terribles situaciones de estas mujeres, en 1870 creó La Voz de la Caridad, un periódico que se publicó durante más de una década y que se convirtió en el testimonio de aquellas realidades. También en la recién creada Cruz Roja en España tuvo Concepción un papel destacado ayudando en los hospitales de campaña organizados durante las guerras carlistas.