Revista En Femenino

La madre que lo parió

Por Mamaenalemania
Que soy yo, por cierto, y no saben lo que se nota.
Me ha salido el niño cagaíto a su madre. Y la que me espera sólo se lo imagina la mía.
El pasado jueves 13, nada más cruzar la puerta del recinto escolar, a mi niño Mayor – el buenazo responsable – se le agarró con brío y empeño un pavo hercúleo en la cabeza. Y que no se baja, oyes.
Ese primer día lo achacamos a los nervios y la primicia del pupitre. Y a que tener que quedarse sentadito un par de horas diarias después de haber estado 4 años cual chinche libertino en la guardería, aturde a cualquiera. Energía acumulada, pensamos. Alegría, alborozo y esas ganas locas de crecer muy rápido que teníamos todos hace dos décadas.
El viernes por la mañana, sin embargo, se levantó en plan independentista (o cabroncete altivo, como prefieran): Yo elijo mi ropa. Yo me peino como quiero. Yo ya tengo 6 años. Porque lo digo Yo. Mamá, necesito dinero.
Insoportable.
Tras una ardua negociación y varios puntos menos en nuestra escala de dignidad parental, conseguimos que me dejara seguirle al colegio. Y digo seguirle, porque cual aplicado talinfante en que se ha convertido, amenazaba con ceño arrugao y mirada asesina si se me ocurría andar a menos de 3 pasos. Por detrás.
Un rayo de sentido común fulminó brevemente al ave galliforme que le tiene poseído y me reconoció como su madre, besándome en la mejilla al despedirse. La cara de depresión postvacacional de su profesora, que se da así como un aire a Gargamel (clavadita, la pobre), fue decisiva en este trance y nos permitió, además, disfrutar de un fin de semana casi normal.
Pero ayer fue lunes, señores. Primer día en serio de verdad y con toda la semana por delante. Y el niño, que salió de casa a las 8:30 y volvió a las 11:15, trajo sus primeros deberes.
Recuerdo con nitidez aquello que nos contó Gargamel de que el primer curso sólo tendrían deberes diarios como para 10 minutos. Y, teniendo en cuenta que no llegan a las 4 horas lectivas, me pareció justo y proporcionado. Lo que no debí de entender entonces es que se estaba refiriendo a las madres.
Porque les juro que hemos invertido más de una hora y cantidades ingentes de cortisol para que hiciese él 3 ejercicios (de los cojones). Sin contar el tiempo que hemos pasado llorando a moco tendido y gritándonos improperios varios de la talla de rebotarebotayentuculoexplota.
Leen bien, sí, he usado la primera persona del plural: a orgullo y soberbia no me gana nadie. Ni a él tampoco.
No recuerdo ahora qué hacía mi madre en estos casos; si me gritó, lloraba o si esa fue la razón de mandarme a un colegio gabacho sin poder ella pronunciar Peugeot. Pero me he visto reconocida en cada bucle fatalista y me he caído tannn mal, que la llamé ayer 5 veces para pedirle perdón. Y ayuda.
Me ha recomendado güisqui y lexatin en días alternos. Y ha tenido la humanidad de no recochinearme los 12 años que me quedan con este y los otros tantos de los que vienen detrás.

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