Revista Cultura y Ocio

La madurez no es la muerte

Por Rhenriquez

Patrón endurecido por el silencio y por la ausencia,

estrechas mis muñecas de presa y corres mas allá del mar

a depositar las máscaras de mi piel que cubrieron mis paso por las extranjerías.

 

Mundos por los que navegué volcaron su aliento en mi garganta

y me dieron ese sabor de mujer feliz mezcla de arcilla y ola.

 

Como si fuesen sombras de una llama,

se bañan entre miel y vino púrpura las impaciencias

que veo circular frente a mi rostro ovalado,

apetecible como una fruta henchida por el brillo repetido del alba,

que urgido se pervierte mirando desde abajo

para escuchar en el ruido de las ruedas

como se revientan los globos de la ruta secreta de la muerte.

 

Ya te husmeé desde aquel día en que los embriones dejaban su bolsa placentaria

y te derribé sin ofenderte en medio de mi placer de víctima triunfante.

Por ahora aquí estoy, tengo una complicidad estrecha con mi espíritu

viendo como se queman las naves del regreso,

más viva que el olor del agua en el reverso de la oleada

y el verde liquen que viste la desnudez de la roca submarina.

 

Pon la memoria en fuga, tranquilízate,

no vengas ahora apresuradamente a tomar el timón que tu trono taciturno

ha quedado replegado entre la muchedumbre que soy

y mi cuerpo, manchado por mil lunas,

es una carne regia que oculta la cifra de mi nacimiento

entre números estelares que ascienden cada noche por oriente.

 

De nada sirve la luz de una lámpara en pleno mediodía.

 

Amarillo dulzor, la plena madurez, recorriendo las velas de mis alas migratorias.

 

Surco tu negro mar, admiro tu potencia, pero escucha el ruido de la

horda, parece una colmena de futuro,

todos los extraviados en busca de la verdad divina,

una arrogancia intemporal me invade, escúchame decir: mi casta es de vivientes.

 

NORMA MENASSA

Escuela de Poesía Grupo Cero

Taller Sábados 18h. Madrid

Coordinador: Miguel Oscar Menassa

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