Revista Coaching
Si de algo se puede nutrir bien este blog es de las experiencias que me rodean.
Cada vez estoy más feliz con mi bitácora. No soy ninguna emérita en este mundo y jamás he pretendido ser gurú de nada. El mundo de internet es lo suficientemente grande como para que me siga quien le interese, y quien no puede elegir entre cientos de miles de blogs similares donde pueda hallar aquello que esté buscando.
Hace poco he vivido una situación desagradable, pero para nada ajena al día a día de cualquier mortal que habite el mundo. En este tema da igual la condición del individuo, todos hemos sido protagonistas o víctimas de la mala educación.
Que levante la mano quien se considere una persona 100% recta y carente de este peso. Un mal día y malas rachas los tenemos todos, pero no somos conscientes del desconcierto y malestar que producimos en aquella persona a la que dirigimos nuestras malas energías, sobretodo cuando no hay una razón de peso para hacerlo.
La mala educación en la búsqueda de empleo
Aquí juegan un papel esencial los dos actores principales de este ámbito: empleador y buscador de empleo (job seeker).
El empleador muestra su mala educación cuando trata a un candidato como si fuese un número, despojándole de toda humanidad e ignorando por completo sus sentimientos. Falta mucha empatía en mi profesión, y lo peor que podemos hacer es normalizar este hecho.
El buscador de empleo puede mostrar su mala educación cuando ataca sistemáticamente a cualquier profesional del ámbito de la selección por la razón que sea (malas experiencias pasadas, convicciones heredadas…etc.) Me resulta muy violento que una persona que no me conoce de nada dé por hecho que soy la “encarnación del mal” sólo por ocupar una posición en el área de Selección de personal. Es como culpar a los “curritos” de sucursales bancarias de las tropelías que hemos sufrido en este país.
¿Y si trabajamos desde el “buen rollo”?
Digo yo que bastante complicada viene la vida “de serie” como andar complicándonos con malas energías.
Si quieres tomar un consejo que a mi me ha ayudado bastante en los últimos años es HUIR de la gente que destila mala educación sin motivo alguno.
Si eres candidato no merece la pena aguantar el desprecio de un empleador.
En uno de los debates que abrí hace poco en LinkedIn, hacía referencia a la ausencia de feedback que los candidatos suelen sufrir en los procesos de selección. Hubo bastantes comentarios aportando su experiencia en la situación, pero hubo uno de ellos que me llamó especialmente la atención. Esta persona indicaba que hacía un listado de aquellos responsables de selección que no le habían tratado de forma adecuada en su búsqueda de empleo. Si en el futuro ellos querían ponerse de nuevo en contacto con él, actuaba en consecuencia teniendo en cuenta el trato del pasado.
A eso se le llama optimizar. Selecciono lo que me funciona e ignoro lo que no.
También he aprendido a contenerme en muchos sentidos, y es un trabajo que me ha costado bastante esfuerzo y altas dosis de empatía. Si tengo un mal día no tengo que contagiar por sistema a quienes me rodean. No es justo para nadie y retroalimenta tu malestar.
En mi caso me he encontrado con personas a las que de entrada no caigo bien por mi situación. Eso se nota por la malas formas en las que se dirigen a mi desde un primer momento. He intentado dialogar de forma amistosa, crear debate, que es una de las herramientas de construcción de un profesional, pero he recibido a cambio una hostilidad continua que me deja perpleja.
Tomo nota para la próxima vez. Si alguien me inicia un diálogo de malas maneras no entraré en el juego, es una pérdida de tiempo.
Yo lo tengo claro. Me gusta construir relaciones sanas y fructíferas.
La mala educación es una pérdida de tiempo y energía. Si algo no me gusta o cuadra, paso a otra cosa.
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