En una familia tipo es
muy común que cada uno de sus miembros cuente con una tarjeta SUBE, máxime si
los hijos están en el colegio secundario y deben tomar subte o colectivo todos
los días.
Seguramente, los
integrantes de la familia tipo hayan sacado su SUBE cuando el gobierno anunció
su lanzamiento masivo y la gente durmió en las estaciones de trenes y en Plaza
de Mayo, entre otros.
Posiblemente, los
integrantes de la familia hayan intercambiado sus tarjetas o se las hayan
prestado entre sí.
También puede haber
ocurrido que alguno de los miembros de la familia tipo haya extraviado su SUBE o
la haya doblado y no tuvo más remedio que recurrir a las monedas para viajar en
colectivo (recordar que el viaje con monedas cuesta el doble que con la tarjeta
kirchnerista).
Desde hace un tiempo,
algunos kioscos comenzaron a vender tarjetas SUBE a 15 pesos cada una.
Según el
vendedor, es necesario registrarla antes de los 30 días, pero la primera
pregunta que surge es a nombre de quién lo hago si no recuerdo si perdí la mía
o la de mi hijo.
Finalmente, los
quioscos dejaron de vender la SUBE y ahora sólo se consigue en unos pocos
locales autorizados (la mayoría de los anunciados en la web oficial ni siquiera saben que figuran allí) que, además, tienen horarios reducidos.
En fin, como siempre
en la Argentina, ahora se contrabandean las tarjetas SUBE. Unos pocos las
venden, a escondidas y contraseña mediante.
¿Por qué no copiarán los buenos ejemplos existentes en otras partes del mundo?