Revista Cultura y Ocio

La maldición (La cólera de Nébulos, 1)

Publicado el 25 junio 2011 por Rubencastillo
La maldición (La cólera de Nébulos, 1)
Había leído con agrado un volumen de poemas de Francisco Javier Illán Vivas, pero aún no había tenido la oportunidad de aproximarme a su célebre La cólera de Nébulos, cuyo primer volumen (La Maldición) ha sido reeditado ahora el sello pacense Eldalie Publicaciones.
Con un arranque homérico ("¡Oh, Magios, tú que permaneces sentado frente a los Libros del Tiempo! ¡Tú, que te sientas a la derecha del universida en el Senado Imperial! ¡Tú, que fuiste testigo del auge y decadencia de los Humanos en Occidente, casi emparentados con los Eternos! ¡Cuéntanos qué aconteció a Eleazar y a su inseparable amigo Eostes cuando encontraron a Dragonia!") se nos pone ante los ojos el conjunto de aventuras que tienen que arrostrar ambos héroes. Al principio de la narración los encontramos avanzando en medio de la oscuridad, acechados por las horrendas Nygaards. Mientras, en Celestos ("La Ciudad de las Siete Puertas y Cincuenta Torres") se reúnen los Senadores Imperiales. Los dos muchachos han incumplido las normas desde el momento en que se han adentrado sin permiso en Occidenter, zona afectada por la Maldición. Eleazar es hijo de Nébulos, pero eso no lo exime de cumplir las leyes, así que se decide que sean castigados por su osadía: no recibirán ayuda para salir del trance. Pese a todo, los dos jóvenes, intrépidos y valerosos, siguen avanzando por las ciénagas y ruinas de Chandigharán y consiguen localizar la mítica espada Dragonia, objeto mítico forjado por Wasfas el Armero. No obstante, una babosa gigantesca y carnívora no está dispuesta a dejar que los héroes consigan su propósito, y se abalanza sobre ellos...
No desvelaré nada más del argumento, que resulta trepidante, lleno de sorpresas y símbolos, y que está narrado con una pericia fuera de toda duda. Bien harían los amantes de Tolkien y otros novelistas fantásticos acercándose a las páginas de Francisco Javier Illán Vivas. Es más que probable que encontrasen en ellas muchos motivos para aficionarse a este escritor, tan pletórico de recursos como convincente.

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