Revista Religión
La mañana se despierta
entre las verdes eneas,
y se peinan entre los juncos
que crecen en la rivera.
Y con una suave brisa,
el amanecer del día
despierta de su letargo
a un corazón que dormía.
Un corazón mañanero
que corre inquieto hasta ti,
y que al tenerte delante
no te sabe que decir.
Un alma inquiera y amante,
que por tu querer suspira
y se le quiebra la voz,
Pastora, cuando te mira.
Se duerme el día en la sierra
donde acaba el horizonte,
y mientras se va alejando
va repitiendo tú nombre.
Y resuenan con un eco
haya por la serranía,
como suenan los te quiero
que brotan del alma mía.
Un corazón mañanero
que corre inquieto hasta ti,
y que al tenerte delante
no te sabe que decir.
Un alma inquiera y amante,
que por tu querer suspira
y se le quiebra la voz,
Pastora, cuando te mira.
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