"Solo se me ocurre decir, breve y prosaicamente, que es mucho más importante ser uno mismo que cualquier otra cosa".
Virginia Woolf, Una habitación propia
Una inteligencia poderosa como la de Mrs. Woolf supo tempranamente que si hay algo arduo en este mundo es sacudirse la sociedad y sus lastimosas imposiciones.
Autodidacta y con una sólida formación clásica (su padre no le concedió la posibilidad de ir a la universidad a ninguna de las mujeres de la familia) notó que para representar una realidad múltiple y fragmentada eran necesarios otros procedimientos narrativos. Y esta consecuente experimentación en sus libros es lo que detiene nuestra atención sobre las pequeñas acciones cotidianas en la exposición minuciosa de pensamientos o reflexiones que conquistan su derecho a ser esgrimidas.
Y nos preguntamos, ¿de quién es la voz? cuando en un mismo fragmento sin aviso (como corresponde, ¿de qué otra modo si no?) nos arrastra esa consonancia que va de un punto de vista a otro, en capas poéticas a veces temerosamente insulsas, otras gentiles, pero nerviosas, siempre agudas en las bocas de personajes que respiran, y que otras veces se rinden con los bolsillos llenos de piedras.
Como, por ejemplo, con la Señora Dalloway (1925). Alcanzamos en sus páginas una original experiencia de lectura en esa transición de voces que eligen renunciar a la acción exterior por un recorrido más íntimo que atraviesa todas las conciencias, exponiendo un estilo que quiebra los procedimientos realistas con una clara hondura existencial.
¿Qué datos nos ofrecen las enciclopedias y algunas modestas biografías? Que nació en la Londres de 1882, y se inició en las letras con un artículo sobre el pueblo de las hermanas Brontë.
Buscadora de palabras, técnicas y formas desde temprana edad se nutrió de la grandiosa biblioteca familiar, sufrió frecuentes depresiones, y tuvo influencia literaria de Joyce, aunque no le agradaba del todo el Ulises y prefería a Proust, pero también a Katherine Mansfield y a Henry James. Junto con su esposo Leonard Woolf fundaron la editorial Hogarth Press, primeros en publicar las obras de Sigmund Freud en inglés.
Erudita y referente para las generaciones posteriores de autoras, y una escritora fundamental para la novela moderna, Virginia Woolf formó parte del grupo de Bloomsbury, una aristocracia intelectual que rechazaba la moral victoriana y el realismo del siglo XIX; liberales, pacifistas y ecologistas promovían la igualdad entre los sexos. Algunos nombres ilustres como Dora Carrington, E. M. Forster, Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein lo conformaron.
Su obra es prolífica en diversos géneros: cuento, ensayo, novela, biografía y epistolarios. A propósito de este último, en 1934 una muestra del fotógrafo en Londres la reunió con Victoria Ocampo con quien mantendría una copiosa correspondencia. En ese intercambio puede leerse que la propia Virginia le sugiere a la editora e intelectual argentina que empiece la traducción de sus obras por Un cuarto propio (1929). Título traducido para Editorial Sur por Jorge Luis Borges en 1936.
Otras obras destacables son Al faro (1927), Orlando (1928), (1931), y El lector común (1925).
También de apasionante lectura son los textos que exploran su vida y obra: Virginia Woolf. La vida por escrito. Irene Chikiar Bauer (Taurus, 2012), la mayor investigación en español sobre la autora; Virginia Woolf. Cuentos completos (Ediciones Godot, 2015), y "Victoria Ocampo-Virginia Woolf. Correspondencia" (Rara Avis, 2021).
Un cuarto propio. Cambridge, 1928:
"En el curso de esta conferencia les he dicho que Shakespeare tenía una hermana; pero no la busquen en la auténtica biografía de Sir Sidney Lee. Mi creencia es que esa poeta que jamás escribió una línea y que yace en una encrucijada, vive todavía. Vive en ustedes y en mí, y en muchas otras mujeres que no nos acompañan esta noche, porque están lavando los platos y acostando a los niños. Pero vive, porque los grandes poetas no mueren: son presencias continuas; solo precisan una oportunidad para andar entre nosotros en carne y hueso. (...) Porque mi creencia es que si perduramos un siglo o dos -hablo de la vida común que es la verdadera y no de las pequeñas vidas aisladas que vivimos como individuos- y disponemos de quinientas libras al año y un cuarto propio; si nos adiestramos en la libertad y en el coraje de escribir exactamente lo que pensamos; si nos escapamos un poco de la sala común y vemos a los seres humanos, no ya en su relación recíproca, sino en su relación con la realidad(...) si encaramos el hecho de que no hay brazo en que apoyarnos y de que andamos solas, y de que estamos en el mundo de la realidad y no solo en el mundo de los hombres y las mujeres, entonces la oportunidad surgirá y el poeta muerto que fue la hermana de Shakespeare se pondrá el cuerpo que tantas veces ha abandonado...".
En el mes de la mujer desde el sur del Sur escribe Adriana Greco
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