Hace años (casi dos mil) un señor escribió un libro bastante curioso. Actualmente está incluido en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Se trata del Apocalipsis de San Juan el Apokaleta.
La marca de la Bestia
Ahí se narra la segunda venida de Cristo, precedida del Anticristo, la Bestia, Cuatro Jinetes y todo tipo de tremendos efectos especiales. Estas catástrofes que asolarán todo bajo el cielo darían para bastantes películas de Hollywood, de hecho, es extraño que no se haya filmado ninguna.
No entro en discutir sobre la validez profética de este libro, es un asunto de fe y con la fe no se discute. Por pura lógica, fe y razón no con compatibles.
Se cita en este libro un pasaje muy curioso que ha dado mucho juego: “Y hacía que a todos, a los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano derecha, o en sus frentes: Y que ninguno pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la señal, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”
¿A qué se refiere con la famosa marca? Para ello hay que entrar en la mente de una persona anciana y tal vez demenciada de hace veinte siglos, con un fervor fuera de lo corriente y en un mundo dominado por Roma. Conclusión: si ya es difícil entender la mente propia, vaya usted a saber la de San Juan, por muy santo que sea.
La marca de la Bestia
Sin embargo, lo de la marca, da que pensar. Cada vez hay más personas que se insertan trozos de metal o se tatúan, pero para escribir estas sandeces ya están los telepredicadores y el famoso número 666. Por mi, que cada cual se tuenee su body como quiera.Donde sí que veo a la Bestia es que una de las siguientes generaciones de telefonía móvil sea un injerto en nuestro cuerpo, ya sea en la mano o en la cabeza. Naturalmente, esto nos daría muchas ventajas, y muy serios inconvenientes. La telepatía sería realidad y tal vez se potenciaría nuestra mente. Sin embargo, sería el sueño del Gran Hermano (¿tal vez la Bestia?) por el control absoluto sobre la población con este injerto. Además, un virus informático en este implante podría tener funestas consecuencias en la persona que lo lleve. Todo esto entra en el reino de lo posible y tal vez ya exista.
Así andan las cosas. ¿Y si Juan de Patmos acertó en su visión?
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