La primera parte de esta serie sobre la maternidad, tuvo que ver con el proyecto civilizatorio que la maternidad basada en la propiedad privada tiene sobre las mujeres. Es decir un modelo histórico-cultural opresor sobre las mujeres con base en el individualismo.
En esta ocasión quisiera presentar una alternativa a ese modelo: La maternidad como (un) proyecto de felicidad. Si bien la maternidad es concebida como el máximo ideal de toda mujer, no todas las mujeres anhelan ser madres. Desde este punto de vista la maternidad tiene que ver con un deseo.
Concebir un hijo, no nos convierte en madres. La maternidad tiene que ver con el deseo de cuidar, cobijar, nutrir, acariciar, etc. Esta es la función materna. Parir un hijo no nos convierte en mamás, como aportar un semen no convierte en padres a los hombres. Inclusive con hijos biológicos, decía Francoise Doldó, existe un proceso de adopción.
La adopción tiene que ver con el deseo, con reconocer como propio a un hijo, por más que no lo sea- o sí- desde la biología. Inclusive cuando una mujer está embarazada, debe adoptar a ese hijo, para ser su madre, de lo contrario para ella es meramente un embrión o un feto. Es así como muchas mujeres deciden no criar al hijo que engendraron (por aborto o dándolo en adopción), no se sienten las mamás de eso que está adentro de su cuerpo. Por esto, no es bueno forzar el deseo de maternidad. Forzar a una mujer a tener un hijo es una crueldad. Porque el deseo no puede ser forzado, en ese caso se convierte en violación.
Si bien esto toca tangencialmente la temática del aborto, es un tema que abordaré en otra ocasión. Lo cierto es que no solamente prohibiendo el aborto es que nuestras sociedades intentan obligarnos a ser madres. También intentan obligarnos a casarnos rápido, para ser madres pronto (no importa si amas a alguien o no, si estás en pareja y tienes hijos, estás bien). Lo vemos en las películas románticas, en los discursos de las vecinas, en las revistas de la farándula. El modelo de esposa y madre pretende agotar el deseo de las mujeres.
El deseo de cobijar y proteger, puede tomar objetos que no sean hijos. En su momento Freud creyó por ejemplo que el afán de las mujeres por tener hijos era biológico que cuando no podían ejercerlo, lo ejercían sobre perritos y gatitos. Lo cierto es que este impulso tiene que ver con la conservación del otro y la vida. No con una mera solterona que tiene la casa llena de gatos como intentaban hacernos creer hace un tiempo.
Erich Fromm llama a este impulso biofilia. Intentar conservar al otro y cuidarlo es un impulso dentro de todos los seres humanos, tiene que ver con la capacidad de generar vínculos y proteger. Nuestra cultura predatoria e insensible no tolera demasiado este impulso de cuidar al otro. Esos impulsos sólo son tolerados si vienen de una mujer que tiene un hijo y en algunas ocasiones más. Vemos como algo primitivo el contacto emocional. Siempre parece ser demasiado "sensible", femenino, etcétera.
Lo cierto es que la lógica del cuidado del otro tiene que ver con la felicidad. ¿Quién no ha disfrutado de una comida hecha por una madre que reúne a todos alrededor de una mesa? Hay también hombres que poseen este impulso de ligazón social, de refugiar, y cobijar. Los psicólogos siempre tenemos algo de esto puesto en juego.
Por lo tanto la maternidad, en este sentido, sea ejercida hacia un bebé humano o hacia otros objetos, siempre tiene algo que ver con la búsqueda de la felicidad y la realización a través de un vínculo con otros y un mejoramiento en la vida del otro.
Los espero en el próximo número de esa serie.
Ser mamá... ¿Civilizada, Sana o Revolucionaria? 1era Parte