Autor: Armando Nougués. "State of the art" es una expresión inglesa que hace referencia al nivel más alto de desarrollo conseguido en una técnica, arte, disciplina o campo científico. Algo así como: “hasta aquí es todo cuanto sabemos y más allá de aquí, aún no se ha descubierto”. Es decir, la perfección máxima en un momento definido.
Trasladando el término a nuestra propia vida, también creo que todos vivimos con la ilusión y el objetivo de poder alcanzar algún día nuestro propio ‘Estado del arte’. El instante en el cual entendemos que hemos llegado a la plenitud; siendo conscientes de aprovechar al límite nuestros conocimientos y capacidades y habiendo obtenido un equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida; tanto en el ámbito espiritual, como en el económico, el familiar, el social, el cultural, etc. Un momento sublime en el que las principales conquistas de la vida ya están logradas y en el que disponemos del punto de sazón preciso para no temer nada de lo que pueda venir de ahí en adelante.
Luchar por vivir un instante así es una aspiración que, en buena lid, nos puede llevar toda la vida… y quizá una vida no baste para alcanzarlo. Pero si llegamos a experimentar una sensación de totalidad parecida, y aunque el sentimiento durase nada más que un momento, ya hubiera merecido la pena todo lo anterior.
Y tal vez alguien pueda pretender que una vez alcanzado ese intenso estado de perfección, el trabajo habrá concluido y sólo restará descender la pendiente. De ningún modo. Lo bueno de las fronteras vitales es que somos nosotros quienes las elegimos. Los retos personales son aquellos que asumimos como tales y que determinarán nuestros límites. Podemos percibir un instante como sublime y disfrutarlo como merece, pero siendo conscientes de que siempre será posible superarlo y que habrá de nuevo que subir, porque la escalera de la vida jamás agota sus peldaños.
Arthur Rubinstein podría ser un ejemplo representativo de que siempre y cuando nos empeñemos, la tarea nunca acaba. Pianista polaco de origen judío, “duró” tanto que siempre que se anunciaba un concierto suyo se pensaba que sería el último. Muchos conciertos fueron ‘el último’, ya que murió con 94 años y dejó de tocar a los 90, pero aún entonces seguía tocando el piano magistralmente.
Un periodista le preguntó en una ocasión si era cierto que en su juventud, adoptó el lema que le acompañaría ya por siempre: la expresión polaca “Nie dam sie”. Rubinstein lo confirmó. La traducción no es nada fácil, pero su significado podría ser algo parecido a “Nunca cederé” o “Lucharé por ello y seré valiente”.
Reflexión final: "He descubierto que si amas la vida, ésta te amará a ti" (Arthur Rubinstein)
Revista Coaching
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