© Pedro Jaén
(@profesorjaen)
Considerado el hombre en un sentido individual y no como “Humanidad”, podría decirse en consecuencia que hay tantas medidas (visiones) de las cosas como hombres (personas), de modo que para alguien, el hecho de que la presidenta de una comunidad autónoma falsificara las notas (o no) de un supuesto máster por el que no robó ni un euro al contribuyente puede ser tan o más indignante/importante como el hecho de que sistemáticamente se emplearan fondos públicos (pagados por todos) desde otra de las comunidades autónomas de España para gastárselo en putas, coca y fiestorros (y cito palabras textuales).
El dinero -supuestamente destinado a los parados- iba y venía en sobres que salían o entraban de la Junta de Andalucía y del Parlamento a los bares cercanos. Tanto, que la madre del exsindicalista Juan Lanzas dijo a la Guardia Civil que “había dinero hasta para asar una vaca”, mítica frase que da una idea de la medida de las cosas...
¿Es comparable el mayor caso de corrupción política que ha habido en España con pamplinas del tipo “el máster de nosequién”? ¿A quién importa? ¿No da la impresión de estar todo teledirigido? ¿Nadie habla de esa vida de los liberados sindicales y su inutilidad al sistema? ¿O de lo que se han llevado fresquito los sindicatos con supuestos “cursos de formación”? ¿Eso no es importante? ¿Y no es lo mismo que la caída de la rama de un árbol de un parque del Ayuntamiento de Madrid mate a un niño si la alcaldesa es una u otra?
Cuando Errejón, el niño de la Beca, se indigna tanto con lo de Cifuentes, ¿se ha mirado al espejo de la decencia y la vergüenza? ¿Lo hace su amigo que hizo negocio con el piso de VPO que le regaló el padre? No cabrían en este artículo las desvergüenzas de estos supuestos “renovadores” de la política, que lo que vienen a hacer es volver a robar para repartirlo entre los suyos.
Sinceramente, creo que vivimos en una dictadura soterrada de la “opinión publicable” frente a la “opinión pública”. Tengo muy buenos amigos que se consideran socialistas y con los que se puede hablar en la intimidad abiertamente, y comparto con ellos indignación ante las mismas cosas. ¿Por qué sus líderes siguen obsesionados con el discurso sectario y enemigo de todo lo que es España?
Los políticos serán respetados y valorados no sólo cuando dejen de robar sino cuando digan realmente lo mismo que piensan y son. Sin postureo. No me imagino yo a Susana Díaz preguntándole a su niño “¿Cómo te lo has pasado hoy con tus compañeras y compañeros?”. No, porque ella en su casa hablará normal como lo hacemos todos, y quiero pensar que ni ella misma se cree la que nos colaron a millones de andaluces con esa estafa sistematizada que sigue siendo el escándalo de los ERE.
Como me dijo en petit comité alguien que trabaja en la Audiencia Provincial, “lo que hay aquí es muy poca vergüenza”.