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Menudo encarguito que recibo por Facebook. Si es que yo ya no debería tener perfil en Facebook, narices. Tanto cotilla suelto, tanto detective de poca monta rebuscando entre fotos del parvulario. Pero van y me encuentran. Que tengo el blog algo atrasadillo, que hace 8 meses que no hacemos una entrada sobre música. Que hay un millardo (así, aproximado) de personas pendientes de nuestro pulgar para empezar a desc…para ir a la tienda a comprar sus CDs, pero que no van a hacerlo hasta que tú te pronuncies.
Pues vale: resulta que a pesar de la industria lo jodidita que está y del mucho mal que están haciendo los piratas, resulta que a pesar del terrible panorama que todo el mundo se empeña en pintarnos, a pesar de todo ese apocalipsis que nos espera a la vuelta de la esquina, 2013 empieza a contar con una nada despreciable lista de buenos discos, de discos de esos que, si no nos cambian la vida porque eso siempre es demasiado pronto para decirlo, sí que nos hacen disfrutar, mientras, de lo lindo.
Antes advierto, si es que hace falta, que este humilde individuo que os escribe es un intransigente en ciertas materias musicales (conforme avancéis en este artículo veréis que no es para tanto), y que algunas corrientes no son muy de mi agrado. Poca cosa: el heavy metal, el hip hop, el pop comercial de superventas. Nada a destacar.
En todo caso, sabed que con estos pocos discos está más que cubierta cualquier necesidad auditiva, por lo menos, hasta el mes que viene me decida a añadir algún nuevo disco a la lista, o a deciros, que no, que tal o cual que os he recomendado aquí es una cagarruta, que se me ha aparecido la Virgen y me lo ha revelado, y que no hay más vuelta de hoja.
Empecemos.
Mi apuesta más firme para disco del año es ‘Settle’ de Disclosure. Firme es decir poco: este es un disco escandaloso. Del viejo estilo, la mitad de las canciones son una pura maravilla, y hay algo, muy poquitín, de material de relleno. Como pasa en muchos discos. O es que a alguien le gustan todas las canciones de ‘OK Computer’, de Radiohead que es oficialmente el mejor disco de todos los tiempos. Pues eso, a este par de hermanos ingleses que apenas suman 40 años entre los dos les basta con colocar estratégicamente las tres mejores canciones de house de los últimos 15 años, más alguna otra, y ya podrían poner en medio las tomas falsas de la Pantoja en el lavabo de su casa. Tal es el escándalo de, por lo menos, estas cinco canciones: “Latch”, “White Noise”, “Voices”, “January” y “You and me”. Sin descartar que las sucesivas escuchas revelan más joyas, pero es que los singles avasallan. Avasallan.
Hay quien les ha tildado de revisionistas, por usar algunos recursos sonoros del house o del speedgarage o del dubstep, por, en fin, no innovar en el sentido estricto del término, sino más bien apropiarse selectivamente de lo mejor. Pues bien, señores que critican: háganlo ustedes igual que ellos. Allí está el material, los sintes, las vocalistas, los estudios, todo lo que haga falta para, si se tratara solamente de copiar, llegar a esos niveles. Desde aquí les lanzo el guante a los que les acusan: igualen Settle, que ya es historia, sobre todo, de cómo la electrónica de baile puede ser masiva simplemente por ser buena, por ser acojonante. Después de 15 años en los que he tenido que aguantar a los que consideran al patán chulo-piscina de David Ghetta el futuro de la música de baile, este par de críos que, seguro, me habré cruzado hace 5 años por las calles de Salou y me habré pensado que vaya par de mastuerzos, son el futuro. Sí, el futuro.
No es que James Blake esté en un lado completamente opuesto. O sea, Blake también procede de la cultura de clubs, de la música electrónica, también es joven y todo eso. Se esconde tras un flequillo que expresa timidez e introversión, pero que a la vez viene a ser un parapeto formidable para que saque al tigre a pasear. El tigre es un sonido a la vez íntimo y cálido y a la vez áspero e innovador. El tigre se llama ‘Overgrown’ y es un disco que seguro que suscitará alguna opinión un poco dividida. Pues no es normal encontrar tanta madurez, afrontar, encima, la difícil cuestión del segundo disco (cuando el primero ya era formidable) y superarla de manera más que sobrada. Duba punta pala, efectos de sonido, distorsión, ritmos congelados o ritmos acelerados, lirismo, sensibilidad, escasa vocación bailable (pero ay del binomio que forman “Digital Lion” y “Voyeur”), todo para completar un disco fascinante, nocturno, virtuoso. Blake acierta en todo lo que, por ejemplo, Antony Hegharty lleva algunos años fallando, que es simplemente usar la emotividad para expresar su música, y no al revés. Vaya explicaciones, chato. Bueno, que oigáis su tremendo disco, eso sí, orejas abiertas, aconsejable cascos, horizonte despejado.
¿Pero no acabo de decir que no soy muy del hip-hop? ¿Cómo explico, entonces, lo del disco de Kanye West? Pues no había puesto a parir al tipo este con sus manías y excentricidades de nuevo (no tan nuevo) rico (de la hostia) como los relojes con esferas de diamantes. Resulta que ‘Yeezus’ es un disco que tiene poco que ver con su producción anterior. Tiene un par de temas que son pura distorsión electrónica. Es un disco donde, al margen de que entiendas y defiendas su verborrea, la música es enormemente disfrutable. Un disco con una promoción casi nula, con una imagen casi pirata, todo ello seguro que hecho de un modo estudiado, pero que demuestra que West (quizás porque ya tiene todo lo que puede desear) prefiere no ser una estrella de masas por sus ventas sino por sus méritos artísticos. Pues bien: el torrente turbio, maquinal, a veces directamente borde con el oyente de ‘Yeezus’ se pega a tus orejas como una camisa barata de poliéster en verano. Zumbidos, coros de niños, el trote de Doctor Who, mucho menos auto-tune del acostumbrado (y por tanto más soportable), y una serie de colaboraciones que han ido filtrándose para quien le interese, pero que en ningún momento son el nudo del disco. No es este uno de esos deleznables discos que a costa de colaboraciones uno no acaba de ver como un trabajo cohesionado.
Joder, Francesc. Pon una guitarra, aunque sea.
No una, varias. Vampire Weekend, que tuvieron una transición de imagen de grupo indie a fenómeno alternativo cercano al hipster, publicaron un disco con vocación de madurez. ‘Modern Vampires in the City’ es un disco que les aleja de la peligrosa etiqueta de grupo de tienda de Hollister y les acerca, les acerca mucho, a la categoría de esos grupos de éxito que deciden apostar por una cierta reinvención, saliendo triunfadores. Este es un tercer disco donde, especulo, estos pulcros muchachos con pinta de ser amigos no tan ricos de los muchachos que pueblan series como ‘Gossip Girl’, vieron que no debían tirar más por el camino del pop inmediato pero no siempre lo bastante memorable. Sus primeros dos discos eran dos perfectas piezas de pop que rondaba cierta adolescencia y este, simplemente, cumple la mayoría de edad. Melancólico, sublime en su producción (con algunos trucos que les acercan a bandas de otro tipo de escenas no tan mayoritarias), y, por último pero no menos importante, lleno de canciones que crecen con las escuchas, que no dependen tanto de un impacto inicial.
Y podría decir que Goldfrapp se reinventan, si ‘Head First’ hubiera sido su primer disco. Pero era el quinto. Tales of us, por tanto, el sexto. Seis discos desde el año 2000 es ya toda una carrera. Y “Tales of us”, es, a primera vista, un regreso al sonido íntimo pero suntuoso de “Felt Mountain” (inciso: ¿he dicho alguna vez aquí que “Felt Mountain” es una escandalosa obra maestra? ¿No? pues ahora sí). Con la diferencia de que las programaciones han cedido algo ante la delicadeza de guitarras y cuerdas. Pocos ritmos, casi ninguno, pero todas las canciones que nos acaban pareciendo las idóneas para servir de fondo a escenas de series o películas que nos gustan. Influencia sutil de la canción francesa de los 60, la de vedettes mega cool como Françoise Hardy (si os pongo fotos de Françoise Hardy de su época dorada alucináis), y por supuesto con un grado de inspiración. Si somos muy pero que muy puristas diríamos que estas son canciones quizás más orgánicas, pero lo que es indudable es que siguen demostrando tener una enorme personalidad creativa, una actitud muy orgullosa y segura de que son capaces de cambiar de uno a otro estilo sin que se resienta su capacidad de sorprender.
Y a estas alturas podría hablar de dos regresos afortunados que también han iluminado el año. Uno, con el que espero resarcirme de cierto rifirrafe anterior: Pet Shop Boys y su nuevo disco ‘Electric’. Donde no parece ser lo que son: dos perfectos cincuentones, sino dos treintañeros adaptados al sonido electrónico. No es que ‘Electric’ vaya a hacerle sombra a los hitos de sus carrera, como ‘Behaviour’ o ‘Introspective’. Pero sí que nos evita cierta vergüenza ajena que, insisto tras tanto tiempo, algunos de sus discos recientes nos habían provocado. Y pocos artistas son capaces de reactivar su carrera tras casi tres décadas, de volver a suscitar interés más que a los fans de toda la vida.
El segundo regreso ha sido realmente sonado. Cuando cuatro gatos a mediados de los noventa cabeceábamos al compás de “Around the world” nadie podía imaginar que en un año como 2013 una canción como “GetLucky” (¿de verdad, de verdad, pensáis que vamos a poner aquí, también aquí, el vídeo de Get Lucky?) fuera, glups, a convertirse, glups, en una especie de unánime canción del verano. Con la de caspa que tiene es concepto acumulada. Lo cual nos sitúa en una especie de dilema ético: queremos disfrutar en petit comité de ciertos grupos, como si fueran secretos bien guardados, a salvo del éxito masivo y de esa difusión que acaba haciendo que nos hartemos por pura saturación. Nos encanta la idea de que todo el mundo reconozca su talento, pero nos acaba dando algo de miedo. Daft Punk son masivos con ‘Random Access Memories’, su disco menos Daft Punk porque, en el fondo, pensamos que “Get lucky” sería la mitad de la mitad de bueno sin la guitarra de Nile Rodgers o la voz de Pharrell Williams. O que “Giorgio” sería simplemente un magnífico tributo al que le sobran un par de minutos. Tal vez generar esa enorme expectativa les haya salido bien desde el punto de vista comercial, pero a mí el disco de Daft Punk me parece un pelo demasiado pendiente de la colaboración puntual, como si al dúo no confiara en el material que podían presentar sin colaboraciones de por medio. Lo cual es una apreciación: el disco es un disco magnífico, pero tiene algo de equivocado en su actitud.
Y claro, quizás Daft Punk no contaron con que, apenas unos días más tarde que el suyo, se publicara el disco de los Disclosure, que ese sí es el disco del año.
Y termino con dos sorpresas en distintos sentidos.
La agradable. Ver que uno puede sonar como Air sin excederse. Lo cual es un doble cumplido: a Air por promover que sus inspirados triunfen, y a los inspirados por ser capaces de aglutinar el sonido del dúo francés sin caer en lo repetitivo y cansino. Así se explica que ‘Supermigration’ de Solar Bears sea el disco relajado del año (por favor, absténganse de usar el nauseabundo término chill-out), a base de evocar muchas influencias indirectas, pero hacerlo desde el buen gusto sonoro y desde un cierto sentido de la originalidad.
La no tan agradable. Si atendiéramos a los tres singles que precedieron al disco, y a su portentosa colaboración con Disclosure, Aluna George llevaban toda la trayectoria de convertirse en la absoluta revelación del año. Todo cuadraba: sonido sintético de alto octanaje, producción precisa, cantante irresistiblemente sexy y de voz juguetona, canciones de efecto inmediato sobre cabeza y pies. Pero va ‘Body Music’ y me decepciona, porque se reserva esos tres singles previos para las posiciones 2,3 y 4 en el tracklist, después de un tema introductorio algo sosillo. Resultado: el disco pasa del buen material, pero archiconocido, a algunas canciones menos memorables. Con una cierta tendencia a repetirse en esa fórmula que valía para los singles. A pesar de todo, a pesar de You Tube e Internet, un álbum es un álbum y en álbum un artista ha de mostrar más paleta de estilos de lo que hace Aluna George. Que eran una gran esperanza. Pero lo bueno ya lo conocíamos y lo nuevo no nos parece tan bueno. A pesar de todo, objetivamente hay que reconocer sus méritos. Pero dejadme que insista que el tracklisting del disco parece diseñadopor su peor enemigo.
Y ya acabo: nada despreciables los discos de Coma, de Matmos, de Nosaj Thing. Nada mal para los primeros ocho meses de un año en que se iba a hundir el planeta.