Revista Religión
Pastora Divina del cielo esplendor (del discurso VIII)
Hemos visto a María Santísima nuestra Reina Gloriosísima en su triunfante Asunción. Pero el dulcísimo y tiernísimo título de Pastora con que hoy la celebramos, ¿dónde lo hallaremos? ¿Eso se pregunta? Entre las mismas glorias de su triunfante Asunción se halla el tierno y dulce título de Pastora. Y para que así lo conozcas pregunto: ¿Cómo sube hoy María Santísima a la Gloria? Como sol, dice cantando la Iglesia. Y los ángeles en los Cantares cuando ven que al cielo sube, escogido sol la aclaman. Oye ahora. De Apolo a quien los gentiles tuvieron por dios, dijeron los griegos que era el sol. Así lo escribe Calepino. Virgilio lo denominó también Pastor que apacentaba su ganado en las riberas del río Amphriso: Pastor ab Amphriso, valiéndose de la analogía que hay entre uno y otro.
Alguno llama al sol pastor asegurando que es pastor universal de todos los ganados del mundo y con razón, porque al modo que el pastor cuida, favorece y le da pasto a su ganado así el sol con sus luces, con sus rayos, con sus influjos favorece a los hombres y les cría y prepara los pastos y alimentos para la vida necesarios.
Luego si María Santísima sube al cielo como sol y al sol le dieron los antiguos el título de pastor, se sigue que el título de Pastora la Soberana Reina lo tuvo cuando como sol subió al cielo. Luego, entre las glorias de su triunfante Asunción, luce, campea y resplandece el dulcísimo y tiernísimo título de Pastora: processit sicut Sol Sol dicitur Pastor. Pastor ab Amphriso.
Foederis Arca: Ora pro Nobis (del discurso IX)
María Santísima en su Asunción es Sol como ya se ha dicho, como Sol es Pastora, según también se ha dicho. El Sacramento Augusto es espejo claro y cristalino. Pónese el espejo del Sacramento en la torre de aquel altar. Míralo desde lo alto del cielo el Sol María Santísima como Pastora, hiérelo con las luces de sus ruegos y rayos de su intercepción y enciende fuego tanto que destruye todos los enemigos, que como fieras rabiosas nos persiguen, quedando libre de todos, para cuyo efecto, cuando a María Santísima como Pastora al cielo se sublima, nos deja en el mundo por pasto provechoso el Augusto y Admirable Sacramento.
Dice el sagrado cronista en el Exodo que cuando los israelitas en el desierto, para pro¬seguir su camino a la tierra de promisión, elevaban el Arca del Testamento, clamaba Moisés a Dios y le pedía su amparo, su defensa y el auxilio de su gracia para vencer sus enemigos. ¿Por qué cuando el Arca del Testamento se elevaba pedía Moisés, con especialidad los favores de Dios, aún con fervores más vivos que en otra ocasión? ¿Sería porque en el Arca consideraba en figura a María Santísima, y al verla sublime como de su intercesión am-parado, esperaba conseguir de Dios, jíiás pronto los beneficios?
Que el Arca del Testamento representa a María Santísima, es opinión común de la Iglesia: Foederis Arca la llama la Letanía Lauretana. A esta Arca mandó Dios que se le pusiese una rica corona de oro y que se le hiciese una vestidura de piel de corderos. Vestido de pieles de cordero es pellico y por tanto, vestido de pastores. Con que el Arca tenía corona y pellicos. Y por consiguiente si el Arca era María Santísima, ceñía corona y vestía pellico y el pellico la publicaba Pastora y la corona la clamaba Reina, así Reina y Pastora en el Arca del Testamento se entendía. A esta Arca la elevaban. ¿Qué es elevarla? Levantarla de la tierra al cielo. Con que en este elevarse el Arca se simbolizaba a María Santísima elevándose al Cielo y llevándose consigo los dos gloriosos títulos, de Reina y de Pastora.
¿Quién es esta que sube? (del discurso LXXXII)
La hermosura, la gracia, la belleza, la luz, la claridad, el resplandor y gloria con que esta Pastora Divina salió resucitada del sepulcro es imposible entenderla y es imposible decirla. No sólo los hombres tardos en decir y tardos en el entender, sino también los ángeles, prontos en el entender y sabios en el decir, no pueden ni decir ni entender la hermosura, la gloria y la majestad de esta Divina Pastora en su gloriosísima resurrección. Miran los ángeles a María Santísima en los Cantares, que es donde como tantas veces hemos dicho Pastora se propone. Míranla, digo, y se llenan de asombrosa admiración al mirarla. Y en esta estática admiración empezaron a decir: ¿Qué Pastora es ésta que empieza a caminar? Puede entenderse de su nacimiento, que fue cuando empezó a caminar por el mundo con vida mortal; y puede entenderse de su resurrección en el sepulcro, pues fue entonces cuando empiezo a caminar hacia el cielo con inmortal vida.
Ven los espíritus celestiales a esta Divina Pastora en su resurrección tan bella y tan hermosa y majestuosa tanto, que para explicarnos a nosotros la hermosura y majestad de Pastora tan Divina, buscan alguna semejanza con que nos la simbolicen: ya la comparan con la aurora, ya con la luna, ya con el sol, ya con el escuadrón ordenado.
Se alegra el ejército de los ángeles (del discursos LXXXIII y XC)
Imite la mejor Pastora, en el levantarse glorioso de la tumba al Pastor mejor, que glorioso se levantó del sepulcro. Y esto sin ejemplar, que no es razón haya ejemplar en la semejanza de la resurrección de María con la de su Hijo.
Para que por aquí conozcamos que aquel Ejército gloriosísimo de Angeles, y de Bienaventurados, que se preciaban de Corderos de la Divina Pastora María, así que la vieron entrar en el cielo como Pastora suya, se lle¬naron todos de gozo tanto, que prorrumpieron en voces de júbilo, de gozo, de sonoros cantares, de músicas alegrísimas. Y al modo que las ovejas, y los corderos suelen cercar a su Pastor contentísimos de verlo, y con varios saltos, y júbilos celebrarlo; así los nueve Coros de los Ángeles, la multitud gloriosa de los Bienaventurados, cercando a su dulcísima Pastora, le haría fiestas de inmensa alegría; proviniendo su felicísimo gozo de verla entrar en el cielo como Pastora suya. Luego el gozo que tuvieron los Angeles, los Santos y toda la Corte Celestial al ver a María en su Asunción entrar triunfante en el cielo, les provino de verla entrar como Pastora.
Y es un báculo humilde, tu emblema (del discurso XCVI)
Vuelvo a María Santísima. Esta Señora fue Pastora en el mundo y por Pastora de su Iglesia la constituyó Dios: Pasee hados tuos. Este ser Pastora, y como Pastora apacentar los fieles, ovejas de su rebaño, fue acto profundísimo de su humildad; la humildad, y sus actos profundos levantan a la gloria: Qui hu- miliatus juerit, erit in gloria; luego quien levanto a María Santísima a la celsitud de la gloria en el cielo, fue el ser Pastora en el mundo. Luego en el ser en el mundo Pastora fue el principio, por donde subió a gozar la inmensa gloria en el cielo. Y si al paso, que es la humildad profunda, es grande la gloria que se merece, siendo la humildad con que María Santísima fue en el mundo Pastora, más profunda que la humildad toda de los Angeles, y de los Santos juntos todos; se sigue que la gloria que consiguió María Santísima por haber sido en el mundo Pastora excede, y aventaja con exceso mucho, a la gloria de todos los Santos, y de los Ángeles todos, aunque esta gloria de los Ángeles, y esta gloria de los Santos, se junten en uno.
Pastora que Reina incluye (del discurso XCVIII y CIX)
Luego María Santísima llegó a conocer que para ser exaltada a la mayor altura convenía ser abatida a la más profunda humildad; porque el mismo impulso, que con humildad la bajaba, era el principio que a lo más alto la subía. Así, para subir a la altura de ser Madre de Dios, quiso bajar a la humildad de esclava. Luego la humildad que bajó a María Santísima a ser Pastora en el mundo fue la que la levantó al Trono mismo de Dios y, por tanto, debemos confesar que el haber subido María Santísima en su Asunción a tanta altura que se sentó en el mismo Trono de Dios, le vino por ser Pastora en el mundo. ¡Bendita sea mil veces Pastora tan soberana! Goce en hora buena la felicidad de estar sentada en el mismo Trono de Dios, que bien merecido lo tiene por sus excelentísimas y heroicas virtu¬des y especialmente por la humildad profunda con que fue mística Pastora en el mundo.
Las tres coronas aureolas con que la majestad de Dios corona a María Santísima en su gloriosísima Asunción, se la dio por ser Pastora y conviene saber que por ser Pastora Virgen, por ser Pastora Mártir y por ser Pastora Doctora; porque aquel veni, tres veces repetido, le ofrece las tres mencionadas aureolas y esto cuando la llama en su Asunción, de los tres referidos montes, que son el lugar de los pastores. Y por último inferimos que es tan glorioso el título de Pastora en María Santísima que, aun para coronarla Dios en el cielo, la considera con el título de Pastora; y con este título, Doctora, Mártir y Virgen, ciñe sus sagradas sienes declarándola entronizada Reina del Empíreo con las tres aureolas.
Reina que incluye Pastora (del discurso CXIII y CXVI)
Junta el Espíritu Santo en María Santísima en el día de su Triunfante Asunción las glorias de Reina del empíreo con las humildades de Pastora en la tierra. Y así no es inconveniente que en María Santísima luzca y campee el piadoso título de Pastora, entre las glorias de Reina coronada; y por tanto, al mismo tiempo que en el empíreo es Reina coronada, mantiene goza y ostenta el título el oficio y el empleo de Pastora.
Debemos confesar que, aunque mediante la muerte y su gloriosa Asunción a los cielos, se apartó del rebaño de la Iglesia dejándolo entre los riegos del mundo, no por esto perdió los créditos de Pastora buena, porque como subir al cielo fue para cuidar mejor de su rebaño y el Pastor que de su rebaño mejor cuida se levanta con los créditos de Buen Pastor: de aquí es que el subirse María santísima en su Asunción al cielo para cuidar más bien de su rebaño, fue acción que la acredita Pastora buena. Y por consiguiente, cuando María Santísima en su Asunción sube al cielo debe llamársele y debe dársele el dulcísimo título y merecido renombre de Pastora y Pastora a todas luces buena: María est Pastor Bonus.
V.P. Fray Isidoro de Sevilla, OFM Cap.