Como viendo llegar "la nada" en La Historia Interminable, vivimos abocados a una suerte de alzheimer colectivo. Nuestra cultura colectiva, nuestros recuerdos, están condenados a desaparecer si no ponemos remedio. Siento ser tan apocalíptico pero a las pruebas me remito.
Estamos cambiando el modo en el que almacenamos nuestra vida, entregando su consistencia a cambio de la inmediatez. A este paso, nuestro acervo será el de los peces. Durará lo que dure el instante.
"-Quisiera que siempre fuera así– Dijo él.Nunca se han hecho tantas fotos y vídeos, ni probablemente se haya leído tanto. La tecnología digital nos permite capturar cada instante y compartirlo de forma también instantánea. ¿Pero cuánto durará ese instante? ¿Cómo lo almacenamos y protegemos del paso del tiempo?
–Siempre es sólo un momento– Respondió ella"
(La Historia Interminable)
La mayoría de las personas no mantienen sus copias de seguridad al día. Perder un dispositivo móvil se convierte en un drama cuando comprobamos que nuestros álbumes de fotos han desaparecido. Y si los hemos volcado a un ordenador, existen dos clases de personas, las que han perdido sus datos alguna vez y las que lo van a perder.
Pero aunque conserves tus copias de seguridad actualizadas y protegidas, te verás obligado a clonarlas una y otra vez, cada uno o dos años, porque la tecnología, que es obsolescencia programada por definición, se encarga de que tus copias no sirvan de nada.
Intenta abrir un CD con más de cinco años y verás como probablemente ya da error de disco y no consigues acceder a los datos. Por no decir que es posible que el software que usaste ya no lo reconozca el sistema operativo nuevo.
Conector SCSI sustituido por USB, FireWire, etc...
O lo que es más duro aún, el soporte ya no es compatible. ¿Donde conectarías un disco duro o lector de MO con puerto SCSI hoy en día? ¿Volcaste tus Beta a VHS, Luego a DVD, ahora a Mp4…?
"Viejo" disco Magento Óptico de los 90...
Me resulta aterrador darme cuenta que tengo fotos en papel de familiares del siglo pasado a los que no he conocido, y la última foto que le hice a mi madre, guardada en un disquette, ya no puedo verla. Y hay tantos recuerdos que se perderán como lágrimas en la lluvia…
Conservo cartas de amor adolescente, atadas con su lazo y todo. Pero no puedo releer los SMS que recibí en mis primeros móviles. Puedo leer y recordar cómo me sentía a los catorce años, pero no a los treinta y cinco. Los sentimientos han pasado a ser de consumo inmediato, con caducidad. Para recordar en zigzag como hacemos al leer cualquier cosa en internet.
Y la cultura también tiende a la obsolescencia, programada y consentida. Muchos han descubierto leyendo la letra pequeña, que los eBooks que compran en algunas plataformas, para consumo inmediato, no pueden ser legados. Mi biblioteca del Kindle morirá conmigo, mientras mis herederos conservarán libros que ya eran de mis bisabuelos, impresos en 1896… Y lo mejor es que los que más han defendido este cambio de paradigma, ahora se escandalizan. Los que le niegan las propiedad sobre su obra a los autores, o los plazos del copyright, se llevan las manos a la cabeza porque "su" libro no le pertenece para siempre a él y sus descendientes. Curioso manejo de los conceptos espacio, tiempo y propiedad.
Edición de 1896 en mi biblioteca. No necesita software y puedo prestarlo y venderlo cuando quiera.
Pues hablemos con propiedad del tiempo. Hemos convertido nuestra sociedad en una carrera constante, donde lo importante es tenerlo todo y tenerlo ya, pero acabaremos sin nada después. Donde el tiempo sólo es un valor si es corto. Donde la opinión son 140 caracteres en tiempo real para llevarlo a Trending Topic, aunque mañana no recordemos el fondo de la cuestión. Porque en el fondo, eso es lo de menos. Seguramente mañana nadie conservará lo que hemos dicho impreso, o en un soporte que nos permita acceder a él.
Y así, podremos olvidar tantas mentiras como seamos capaces de decir. Y podremos mantener la ilusión de que el futuro no existe, que no debemos preocuparnos por las consecuencias de nuestros actos o nuestras palabras, porque seguramente, cuando el futuro llegue, nadie lo recordará.
Si no nos esforzamos por conservar nuestra historia personal, como el granito de arena que forma la montaña de una sociedad, seremos humanos permanentemente actualizados, pero los recuerdos que nos implanten probablemente serán los de otros, como aquellos que le facilitaron a Rachel en Blade Runner. Seremos replicantes, esperando a sentir por nosotros mismos lo que otros nos cuentan. O quizá, hayamos olvidado también eso que se llama nostalgia, y que ayuda a mantener vivas a las personas.
Nota mental final: Tal vez lo verdaderamente importante es mantener vivas las sensaciones y las experiencias en nuestro interior. Recuerdo haber visto Blade Runner en 1982 cuando se estrenó en un cine de la Gran Vía madrileña. Esos recuerdos quedaron prendidos en mí y son los que tengo de la película pese a haberla visto infinidad de veces en otros soportes. Pero claro, hablo de algo tan obsolescente como el cine en pantalla gigante, y se trataba de la primera vez. Y esa nunca se olvida.